Introducción
El cronista colombiano Alberto Salcedo Ramos ofreció en Managua, la capital de Nicaragua, el taller de crónica Hacer visible lo invisible. El maestro les manifestó a los participantes que “un cronista debe conocer la realidad tanto como le sea posible para poder contarla con autoridad” y les aseguró que su objetivo en el taller era inocular en ellos el ‘veneno’ de la crónica, del periodismo narrativo – “del que espero no se puedan salvar”, dijo, a la vez que los motivó a apostar por la innovación, la iniciativa para crear y fomentar proyectos periodísticos personales aprovechando las nuevas tecnologías. “Hoy más que nunca se necesita un periodismo que tenga fe en sí mismo. No hay tal crisis del periodismo, el periodismo no va a desaparecer, porque es una necesidad de la sociedad para entenderse a sí misma”, aseguró.
Este es un resumen de la semana que duró el taller en el que participaron periodistas de Nicaragua, Chile, Colombia, El Salvador, España, Guatemala, Perú y Venezuela.
I. No me aburras
Alberto Salcedo Ramos inició una de las sesiones del taller Contar visible lo invisible —organizado en Managua, Nicaragua, por la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI)— con una cita que bien podría ser toda una declaración de intenciones del maestro para los talleristas que participaron en el evento. “Woody Allen tiene una frase que yo amo —dijo Salcedo Ramos— y que dice: ‘todos los estilos son buenos menos los aburridos’”.
El maestro de la FNPI aseguró que “es muy fácil aburrir” y aseguró que la gran pregunta que un periodista o cronista debe hacerse es “¿Cómo diablos contar una historia y no aburrir?”. Salcedo Ramos explicó que hay varias estrategias para lograrlo, entre las que mencionó: contar lo que debes contar y solo lo que debes contar, evitarle al lector lo irrelevante, saber escoger lo que cuentas y tener un buen ritmo para contar las historias.
“Si te metes en un nudo en el que la trama no avanza, en el que no sucede nada y te quedas allí estancado, el lector se aburre”, dijo Salcedo Ramos.
El cronista colombiano compartió con los participantes una definición del novelista y ensayista escocés Robert Luis Stevenson, quien dijo que contar historias “es escribir sobre gente en acción”. ¿Y qué es eso de escribir sobre gente en acción?: “Si vas a escribir sobre Fito Páez —dijo— y no has ha visto un concierto de Fito Páez, no puedes contarlo, tienes que verlo en acción, tienes que ver las acciones que definen al personaje. Esa es la clave, ver los espacios que definen al personaje, porque uno en la vida se relaciona con el espacio o con los espacios de un modo distinto”.
Para Salcedo Ramos “ser cronista es cazar acciones y leer esas acciones, saber lo que esas acciones valen en cuanto revelan la personalidad del personaje sobre el cual estoy escribiendo o voy a escribir”.
“Uno tiene que perseguir al personaje —dijo Salcedo Ramos— ponerse de acuerdo con él. Lo que hago yo es identificar muy pronto las rutinas de los personajes. Cuando llego hasta él identifico desde el comienzo, ya sea por observación directa o porque lo pregunto: cuáles son las rutinas de mis personajes, que hacen, cómo es un día de ellos. Y cuando tengo eso claro, entonces me digo: yo quisiera estar en el momento que compra la carne. O quisiera estar en el momento que juega dominó con sus amigos a las cinco de la tarde en el parque. Trato de establecer muy pronto las rutinas del personaje para acompañarlo, porque no es lo mismo decir que Pedro Pérez va a misa o que Pedro Pérez te contó que va a misa o ir con Pedro Pérez a misa”.
Continuando con el propósito de no aburrir a sus lectores, Salcedo Ramos aclaró que algunos periodistas o cronistas creen que no aburrir significa ser “gracioso o chistoso”, con lo que se equivocan a la hora de contar una determinada escena de su historia. “No hay nada más deprimente que una persona que confunde el humor con el chiste. El chiste puede ser una herramienta de humor; el humor puede usar el chiste como una de sus herramientas. Pero a menudo hay chistes que no logran llegar al humor, son solo chistes”, explicó.
El cronista colombiano —que durante los días del taller contó varias anécdotas que reforzaban sus recomendaciones a los participantes del taller— contó una historia relacionada al cineasta Alfred Hitchcock para reforzar su idea de la importancia de no aburrir a los lectores. Explicó que Hitchcock utilizaba una técnica particular para saber cuándo la idea en la que estaba trabajando era interesante: “Él ponía a prueba sus ideas en los ascensores: entraba al ascensor, empezaba a hablar de la idea en la que estaba trabajando y notaba que algunas personas que habían marcado el cuarto piso no se bajan en ahí, querían seguir oyendo el resto de la historia. Inclusive Hitchcock, en una entrevista, dijo una cosa increíble cuando le preguntaron: ‘¿cuál es para usted el oficio más infeliz que puede realizar un ser humano?’ Y él se quedó pensando y dijo: “el oficio más infeliz que puede realizar un ser humano es el de ascensorista”. El periodista, que era François Truffaut (otro director de cine), le dijo: “pero, ¡no entiendo! En el mundo hay escoltas que arriesgan su vida por estar protegiendo a alguien, en el mundo hay removedores de alcantarillas que tienen que sumergirse en el subterráneo para limpiar excrementos humanos, en el mundo hay gente que se monta en edificios, en los pisos más altos, para limpiar vidrios, ¿y usted me va a decir que el peor oficio es el de ascensorista? Hitchcock le respondió: “claro, es que el ascensorista está condenado a pasarse la vida oyendo historias inconclusas”.
Tras contar esta anécdota, Salcedo Ramos afirmó: “Yo no podría ser ascensorista, yo soy cronista porque no quiero oír historias inconclusas. Por eso elegí lo que hago, porque si fuera ascensorista la historia se acabaría en el cuarto piso, justo cuando la vieja le va a ser infiel, el que se baja no va a oír la historia completa. Por eso elegí ser cronista, porque quiero la historia completa, no me sirve la historia incompleta, la historia que no me satisfaga la curiosidad. Elegimos saber bien lo que vamos a contar, contarlo con el tono que es”.
Otra forma de aburrir —aseguró—puede ser la ampulosidad a la hora de narrar, es decir, el tono demasiado almibarado o retórico. “Les voy a poner un ejemplo: una vez leí a un periodista en Colombia que escribió sobre una miss de Colombia que fue capturada con cocaína en el aeropuerto de Madrid, y el tipo comenzaba su texto diciendo; “Me había prometido a mí mismo no volver a escribir sobre mujeres bellas…” Me dije: ¿no hay un editor que le corte la cabeza? En este caso no basta con cortar el texto, hay que cortarle la cabeza también. No pasé del párrafo ese”.
Otro ejemplo que expuso el maestro de la FNPI fue el siguiente: “Un día fui a Buenos Aires y me regalaron un libro de boxeo, un libro de perfiles y reportajes sobre boxeadores, porque saben que me gusta ese tema. El primero era una crónica sobre Mike Tyson, que había estado en Buenos Aires invitado por Diego Armando Maradona. Este reportaje empezaba de la siguiente manera: ‘Tyson baja de su habitación, sale por la puerta del ascensor, yo lo saludo y me dice: no vayas a preguntar pavadas’. ¡Listo, ahí muere la crónica enseguida! Porque Tyson no puede decir ‘pavadas’. ¡Eso es mentira! Nunca en la puta vida va a decir ‘pavadas’, porque él no es argentino. Cuando yo veo eso digo: ‘me está hablando el periodista fingiendo que es Tyson, no puede ser que pongas a un personaje gringo a hablar como argentino’. Por eso también odio ver cine doblado en España, porque aparece Marlon Brandon diciendo ‘joder, puñete’. No me dobles al personaje, yo quiero al personaje, no quiero al intermediario entre el personaje y yo. Tiene que haber naturalidad”.
Una de las claves más importantes en el trabajo de reportería —compartió Salcedo Ramos— es interactuar con los personajes, no solo hacer preguntas. “Alma Guillermo Prieto tiene una frase que me encanta: ‘el periodismo se ha convertido en rehén del síndrome del entrecomillado’ Todo el mundo anda con una grabadora buscando una frase que pueda meter entre comillas, que sea impactante, pegajosa, que pueda funcionar bien en las redes sociales o en el titular del momento del programa radial. La crónica es un género para una persona que quiere ir más allá de la respuesta. La pregunta es inevitable y necesaria, pero cuando es la única herramienta que usas te limita el radio de acción. Si le preguntas a un personaje “¿usted es drogadicto?, el asunto se acaba cuando él dice ‘no’”, explicó el cronista.
“Si voy a escribir sobre Maduro —prosiguió el maestro—, necesito hablar con mucha gente de su entorno que me ayude a descifrar la personalidad de él y la vida que ha tenido. Procuraría estar allí mucho tiempo. Seguro que él no me va permitir el acceso, entonces necesito ir a lugares donde encuentre muchas voces de gente que lo conoce”.
II. Dame una acción
Durante los días del taller en Managua, Alberto Salcedo Ramos explicó a los periodistas que una de las principales dificultades a la que se enfrenta el cronista a la hora de escribir una historia es la de crear escenas. “Es un recurso que hay que optimizar”, dijo. Para él, la intuición es muy importante a la hora de construir una escena. “A mí me gustan mucho los narradores que son intuitivos, que son salvajes; el narrador que le hace caso a la historia, que es muy listo y muy inteligente”, afirmó.
Salcedo Ramos dijo que una clave importante a la hora de narrar y no aburrir es relatar acciones dentro de la historia. “Dame un acción, todo lo que quiero es una acción. Y en eso hay que aprender mucho del cine”, explicó.
Para reafirmar su recomendación el cronista recordó la escena inicial de la película Casino, del director estadounidense Martin Scorsese, cuando el actor Robert De Niro aparece en pantalla vestido con una chaqueta fucsia, pantalón blanco, y camina fumándose un puro. “Él viene narrando, diciendo ‘me llamo Fulano, mi vida es dura, no crean ustedes eso de que ser un gánster es fácil, esto de ser gánster es tremendo, esto tiene sus complicaciones’. Entonces ustedes ven un vehículo aparcado, él abre la puerta, se mete en el vehículo, bota el puro y cuando lo prende se produce un estallido y todo se va para el carajo. Entonces hay un flash back y aparece ya el Robert De Niro del pasado organizando su vida de gánster. Cuando Scorsese vuelve al punto principal del relato, cuando vuelve al presente y deja atrás el flash back, nos enteramos que Robert De Niro no murió, que se salvó. Entonces hay muchas maneras de contar, pero hay que privilegiar la acción, porque la acción es oro total”, narró Salcedo Ramos.
El maestro de la FNPI explicó que para construir una buena escena, el cronista debe de indagar mucho. “Si uno aguza el oído, si uno se queda ahí mucho tiempo, van apareciendo las escenas”, dijo. “Hay que buscar escenas que sean reveladoras del espíritu de la historia, es eso lo que hay que capturar. Uno se ha ido ejercitando y ha ido aprendiendo a buscarlas. Yo al principio no buscaba escenas, yo buscaba datos, buscaba información, buscaba que el personaje me respondiera unas preguntas, pero no puedes contar una guerra si no hay escenas, si no hay acción. Si eres enviado especial en una guerra tiene que haber escenas en tus crónicas”, explicó Salcedo Ramos.
“En una crónica de viajes —prosiguió el maestro— hay seres humanos, gente que conduce una lancha que te lleva hasta allá, gente que te vende la comida en el mercado, señores que te cortan la carne, botones del hotel que te atienden, taxistas que te atracan porque te cobran cinco veces más de lo que valen. Por ejemplo, cuando uno lee sobre Haití, lee que es el país más pobre del hemisferio Occidental. ¿Qué significa ser el país más pobre del Hemisferio Occidental? Sinceramente no significa nada, pero cuando uno va allá, uno entiende porque ve, porque ve acciones. Yo vi venta de ropa interior usada, brasieres con un mapa amarillo en la axila puestos al lado de pechugas tiradas en el piso, y todo eso lleno de moscas. Entrevisté a una señora que vende fritos en la calle, cambia el aceite en que fríe las empanadas cada mes de enero”.
III. No me canses
Entre las recomendaciones entregadas durante el taller Hacer visible lo invisible, Alberto Salcedo Ramos reveló un truco para que los datos “no sean tan cansones” para el lector. Dijo que los datos son importantes para darle fuerza a la historia, pero muchas veces pueden terminar “tragándose” el texto y aburriendo al lector. Entonces contó la decisión que él tomó cuando preparó la historia sobre las cifras de los heridos por minas antipersona en Colombia. “Llamé a Cine Colombia para preguntar cuántas personas caben en sus salas, para imaginarme cuántas salas de cine se podrían llenar con los heridos por minas. Es importante hacer que las cifras no sean una cosa muerta, que no sean solo datos, sino que también vida, que tengan metáfora”, explicó.
Salcedo Ramos explicó que él nunca piensa en cómo va a contar la historia en la que trabaja mientras todavía hace el trabajo de reporterismo. Dijo que un cronista antes debe “contarse” la historia a él mismo, es decir, pensar en cómo será escrita. Es una parte importante que tiene que ver con la toma de decisiones técnicas en la escritura del relato. Para explicar este punto, el cronista contó a los talleristas una anécdota sobre una crónica que realizó en Colombia sobre los mutilados por las minas antipersona:
“Un día recorrí la zona de Colombia –el Oriente de Antioquia- que tiene más afectados por minas antipersonas en el mundo, por encima de Camboya y de Afganistán. Había muchos amputados, gente sin extremidades. Hablé con tanta gente, vi tantas personas, y dije: ¿ahora cómo cuento esto? Tomé la siguiente decisión para contar esta historia de cincuenta páginas: que los capítulos impares fueran una crónica individual sobre un personaje víctima de la guerra, de las minas antipersonas, y todos los capítulos pares debían de ser un reportaje del fenómeno global en contexto. En los impares cuento el drama humano en primer plano, y en los pares doy la profundidad que da el reportaje. La crónica te da el drama en primer plano, pero te quita profundidad, te quita la mirada global”.
“Por ejemplo, esta historia comienza así: a sus once años Claudia Ocampo tiene claro que si no fuera porque a su padre lo despedazó una bomba ella jamás hubiera conocido a su ídolo, el cantante Juanes… A la niña le dedico el primer capítulo, porque ella vio morir a sus padres. En los capítulos pares meto datos, miren como meto la distancia: el avión acaba de aterrizar en el aeropuerto José María Córdoba, en el municipio de Ríonegro, cuarenta minutos después de haber despegado de Bogotá, son las once de la mañana de un lunes soleado, espero que la manda transportadora de equipaje empiece a girar, consulto el mapa de bolcillo, me encuentro a 38 kilómetros de Medellín, en este sector principia el oriente de Antioquia, la región colombiana más vulnerada por las minas antipersonales… Estoy contando un relato donde hay vida, porque hay acciones. Son trucos para que los datos no se vuelvan una cosa aburrida. Las fuentes me dijeron que los afectados por las minas son 6,637, entonces me digo que son 6,637 cristianos reducidos a un diagrama de barra en una hoja de cálculo. Pero si apeláramos a ciertas comparaciones, los áridos números nos servirían para establecer la magnitud del problema. Con esos damnificados se podría fundar una villa casi tan habitada como el famoso balneario de Punta del Este y seis veces más poblada que el Vaticano, también se podrían llenar hasta el tope veintidós salas de cine con capacidad para 300 espectadores”.
Los “mandamientos” de Salcedo Ramos
- Evitar al lector lo irrelevante
- Evitar el tono retórico en los textos
- Reflexionar sobre la historia antes de sentarse a escribirla
- Realizar un profundo trabajo de investigación: “No sé cómo contar una historia si no he terminado antes la investigación. Necesito tener la investigación completa antes de definir la estructura de la crónica. Soy cronista porque no quiero tener historias inconclusas, quiero la historia completa”.
- Buscar atmósfera, drama, identificar personajes, ángulos interesantes, los “conflictos de los personajes”.
- Conocer la realidad tanto como sea posible para poder contarla con autoridad.
- Se necesita testarudez. “En algunas historias me han dicho: ‘no sigas, Alberto, que te vas a estrellar’. Yo les digo que me dejen estrellarme, que yo me quiero estrellar”.
- Dedicar a la historia el tiempo que sea necesario para descubrir el ángulo que no se ha visto de un personaje. “Los autores de no ficción tienen que descubrir lo asombroso. La crónica es un género para quienes quieren ir más allá de la pregunta. Hay que ver la realidad más allá de lo que dicen los personajes”.
- Buscar un tema que sea tan atractivo para su comunidad como interesante más allá de su entorno.
- No pensar solo en que el tema sea atractivo, procurar también que sea útil.
- Escribir sobre lo que conoces, pero ¿qué importa lo que solo me importa a mí?
- No pensar solo en la historia, piensar también en el personaje. Respetar su dignidad, ponerse siempre en sus zapatos.
- El periodista que no investiga es como el atleta que no entrena: pierde en la competencia. Procura investigar el doble e incluso el triple.
- Desconfiar de una historia que no se pueda resumir en un par de renglones.
- Convencer al editor o ahorcarlo.
- Ir a Júpiter si es necesario. Hacer lo imposible. Defender su idea.
- Tener la decencia de dudar. Preguntarse siempre si el tema aporta algo de valor para la sociedad.
- Mantener la independencia: nada vale más que eso.
- Es legítimo que usted aspire a volverse millonario, pero preocupante que crea que puede lograrlo a través del periodismo.
- Definir sus prioridades. Como reportero necesita la independencia y la transparencia. Este punto no es negociable.
- Procurar tener siempre razones de peso para amar este oficio.
La voz de los talleristas
El último día del taller los periodistas expresaron su satisfacción por lo que consideraron una oportunidad no solo para aprender sobre cómo escribir crónicas, profundizar en la investigación periodística, sino por la posibilidad de intercambiar experiencias con colegas de otras nacionalidades en una región prácticamente desconocida para la mayoría de los talleristas: Centroamérica. Cabe resaltar que este taller se dio en el marco del encuentro de narradores Centroamérica Cuenta, que organiza en Nicaragua el escritor Sergio Ramírez.
“Aprendí más que en cinco años de universidad”, dijo Raquel Rivas, periodista española radicada en México. Rivas aprovechó el taller y la estadía en Nicaragua para investigar otras historias (historias de explotación, olvido e injusticia) que no son cubiertas para la gran prensa internacional.
“He aprendido a no tener miedo y a ver más allá de las preguntas tradicionales”, dijo el periodista salvadoreño Raúl Eduardo Benítez. “Alberto te hace las preguntas que te obligan a demandarte más como periodista”, agregó.
El joven periodista nicaragüense Wilfredo Miranda aseguró que el taller organizado por la FNPI le ayudó a “renovar la forma de contar historias”. Miranda aseguró que en los siete días de trabajo en la capital nicaragüense “hemos aprendido a experimentar con nuevas formas para contar”.
La periodista venezolana Valentina Oropeza –que en el taller realizó su trabajo de reporterismo en el barrio Hugo Chávez de Managua– valoró la importancia que Salcedo Ramos da al reporterismo incansable y la “inmersión”, así como los consejos a la hora de acercarse a las historias. “Alberto es muy generoso en cuanto a sus consejos e inspirador a la hora de recomendar formar proyectos personales”, dijo Oropeza.
En la última sesión del taller Salcedo Ramos trabajó con cada uno de los periodistas en las crónicas que escribieron tras el reporterismo en Managua. El maestro de la FNPI habló sobre la importancia de los editores. “Los buenos editores son necesarios, porque un buen editor te ayuda a quedar mejor frente a los lectores. Me gustan los editores minuciosos, que se fijan en las palabras”, dijo. En esa última sesión Salcedo Ramos entregó a los periodistas que asistieron al taller un consejo que pide a los maestros de la profesión para escribir crónicas: “Borren el primer párrafo”, dijo. “Últimamente, cada vez que leo una crónica, el primer párrafo es malo. Bórrenlo y sigan escribiendo”, aconsejó.
Perfil del maestro
Alberto Salcedo Ramos es considerado uno de los mejores periodistas narrativos de Latinoamérica. Es comunicador social y periodista. Sus crónicas han aparecido en diversas revistas de Colombia, México, Perú, Alemania, Ecuador, Venezuela, Francia, entre otras. Salcedo Ramos ha ganado, entre otras distinciones, el Premio Internacional de Periodismo Rey de España, el Premio Ortega y Gasset de Periodismo, el Premio a la Excelencia de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar (Colombia), entre otros. Salcedo Ramos es maestro de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano -FNPI.
Relatoría del Taller Hacer visible lo invisible
Impartido por Alberto Salcedo Ramos
Relatoría de Carlos Salinas Maldonado
Mayo-junio 2016
Managua, Nicaragua