Por: Héctor Andrés Gaitán García, participante del Taller Cómo se escribe un periódica que dictó Miguel Ángel Bastenier María Cristina, de 24 años, es una de los centenares de artesanos que están regados por toda Cartagena. Cuando la conocimos su puesto estaba frente a la Plaza de la Aduana, una semana después había desaparecido. Nos contó que lleva tres meses en la ciudad y que todos sus días sueña con viajar hacia el sur para conocer Chile y Argentina.
Esta paisa, nacida en Yarumal, lleva 10 años caminando por toda Colombia tratando de exorcizar los demonios que le dejaron una infancia de abandono, una adolescencia marcada por los abusos y una juventud llena de resentimientos y excesos, que se notan en su cuerpo ultradelgado y su incapacidad para dejar las manos quietas un solo segundo.
María se volvió artesana a los 14 años, luego de que un tipo la violó en su pueblo en una trocha sin nombre. "Nunca tuve mamá y mi papá era alcohólico, me crió una abuela loca que me golpeaba porque las gallinas no ponían huevos, todo eso me llenó de rencor, maldije a Dios y me entregué al vicio y a la calle, conocí a un artesano y me volví su mujer", recuerda.
Diez años después, María asegura que está harta del mundo de los artesanos y piensa que los turistas y los 'niños ricos' que los ven como unos héroes que luchan contra el sistema no son más que unos "idiotas que no saben de lo que hablan".
La 'Paisa', como apodan a María, no se parece a sus compañeros de oficio, se viste bien y usa perfumes de marca que compra a crédito. Sus gustos "burgueses" la han enemistado con muchos de sus 'parceros', que la consideran "una faltona porque traicioné la filosofía de los artesanos, que se basa en el anticonsumismo".
"La mayoría de los artesanos ven a los clientes como unos simples 'marranos' a los que hay que venderles baratijas los más caro que se pueda. Además, la mujer de un artesano es como si fuera su esclava y no tiene ninguna capacidad de decisión dentro de la comunidad", cuenta María mientras se toca el inmenso tatuaje de una flor multicolor que tiene en el hombre derecho.
La conversión de María empezó hace cinco años cuando subió al cerro de Monserrate en Bogotá buscando la curación de una enfermedad venérea que ningún antibiótico había podido exterminar, y que la 'Paisa' agarró en un control médico gratuito donde el ginecólogo uso la misma espátula metálica con todas las mujeres.
"Tenía catorce años era adicta al basuco y esa enfermedad no me dejaba vivir, lloraba día y noche y mis pensamientos eran cada vez eran más oscuros, detestaba a Dios y estaba llena de resentimientos", cuenta.
María recuerda que subió descalza los 3.151 metros de altura que tiene Monserrate, llevaba un vaso de agua en la mano y cuando llegó al Santuario, "sin derramar una gota", se arrodilló y se arrastró hasta el altar, donde empezó a llorar sin parar. Jura que una voz le dijo que se bebiera la mitad el agua y sus penas serían consoladas.
"Dios me curó, es como si me hubiera dicho yo sí existo y la prueba es lo que te va a pasar. Luego de eso deje el bazuco y me vine para la Costa. He recibido propuestas para montar un taller formal, pero me da miedo no ser capaz de responder a las expectativas que la sociedad tiene de mi y que mis demonios me vuelvan a dominar"; dice esta artesana, ex drogadicta y con gustos de peladita puppy.
Por: Héctor Andrés Gaitán García, participante del Taller Cómo se escribe un periódica que dictó Miguel Ãngel Bastenier
Etiquetas: