¿Cómo narrar las “historias duras” de desigualdad social? Diez reflexiones de Ginna Morelo

¿Se puede evitar la revictimización en la construcción de una noticia? Ginna Morelo reflexiona sobre el desafío de narrar con ética, datos y enfoques innovadores para evitar reducir a las personas a 'personajes'.

Kirvin Larios

¿Cómo evitamos la revictimización de las personas si, al hablar de ellas y exponer un caso específico, se corre el riesgo de representarlas como ‘las víctimas’ de un relato?  “Tenemos que ir y tomar las historias, darles una categoría a las personas”, dice al respecto la periodista Ginna Morelo. ¿Pero se puede evitar la revictimización en la construcción de unos hechos? ¿Es inevitable convertir a la persona en personaje?

Durante los tres días del taller ‘Brechas y oportunidades: narrativas periodísticas para la equidad’, se escucharon este tipo de preguntas en las que resulta decisiva la ética del reportero que investiga, descubre unos datos, cuenta y le pone rostro a su narración. A veces la respuesta puede ser tan corta como tratar de hacer el mejor periodismo posible. A veces, simplemente, depende de la circunstancia, del tema abordado y de lo que, aunque suene cursi, pase por el corazón de cada periodista.

Se trata, dice Morelo, de “divertirnos contando historias duras, pero divertirnos haciéndolo bien”. ¿Cómo lo hacemos bien? Ésta es, quizás, toda la cuestión. En la Red Ética recopilamos algunas reflexiones destacadas de este taller dirigido por Morelo y organizado por la Fundación Gabo en alianza con el Banco Mundial. Preguntas, ideas y lugares comunes que se discutieron a lo largo de los tres días de esta actividad enfocada en la desigualdad social; un asunto que reclama la atención de los datos, pero también de nuestro sentido humano.

1. La gente ya tiene voz

Es costumbre en el periodismo decir que los periodistas le dan voz a la gente. Morelo afirma: “La gente ya tiene voz, tiene sus propios altoparlantes”. Lo que un periodista hace es conectar a las personas “con explicaciones, para subirle el volumen al fenómeno y que este sea comprend6ido”. En otras palabras: no es dar voz a quienes ya la tienen, sino prestar atención a lo que pasa y llevarlo a otros escenarios posibles.

 

2. No hace falta ser el héroe: la información empodera

Otro pensamiento recurrente es el que trata de vestir de ‘héroe’ al periodista que se encuentra en un contexto en el que otros –tal vez sus fuentes– pasan peligro, hambre o sufren por una calamidad. ¿Qué hacer? La respuesta puede ser personal y circunstancial. Lo que no es personal, y puede permitir trascender cualquier gesto rápido y eficaz  –sin dejar de ser profundamente humano–, es hacer un buen trabajo.

“Como periodistas, una forma de devolverle o retribuir algo a las comunidades es hacerlo bien. Que tu pieza esté tan bien hecha, tan bien puestos los datos, que estos sean capaces de explicar fenómenos de forma sencilla”.  Así, añade Morelo, con el conocimiento y la información, la gente puede “empoderarse”.

 

3. Tratar de que la historia trascienda 

Según Morelo, el ejercicio de construcción de una historia tiene cuatro formas discursivas de presentarse: la descripción, la narración, la explicación y la argumentación. “Una buena historia periodística tiene los cuatro elementos en una proporción importante”, dice. “Si nos basamos solo en lo testimonial, pero tenemos una ausencia enorme de datos, nos quedamos en la descripción de una situación, en echar un cuento. Eso suena chévere, pero tenemos que hacer que la historia trascienda”.

 

4. Mirar hacia atrás

“El periodismo de los datos permite que la ciudadanía pueda comprender de forma dimensional un fenómeno. Las historias de inequidad tienen que tener esa dimensión”, agrega.

Es crucial examinar los hechos, los datos históricos y traer patrones de comparación con los cuales establecer vínculos. “Todos los temas tienen conexiones, solo que el periodista tiene la obligación de detectar cuáles son”, añadió Morelo recordando a  Miguel Ángel Bastenier, otro periodista y maestro de la Fundación Gabo.

 

5. La comunicación rompe el verticalismo 

“Hay que entender la comunicación como un proceso inmerso en la construcción narrativa de una historia. Cuando lo vemos así, el proceso de comunicación rompe el verticalismo y obliga al ‘feedback’ de forma mucho más poderosa que el mismo ejercicio concebido desde quien reportea la historia y la traslada como diciendo ‘soy el todopoderoso’”, dice Morelo.

 

6. Combatir los sesgos con multidisciplinariedad

“Somos seres políticos. Eso no podemos cambiarlo. Vamos contra nuestra carga política al ejercicio periodístico”, dice Morelo.

Consciente de que los sesgos pueden determinar nuestro discurso, cree que la forma de resolverlo no es quitarse “la camiseta de periodista”, sino acudiendo a las distintas voces y campos del saber. Como maestra, por ejemplo, Morelo ha aprovechado para acercarse a economistas y revisar con ellos sus trabajos. Igualmente, considera necesario el trabajo con los sabios de las comunidades y no solo con los expertos o especialistas en una materia. El periodista debe “encontrar esas sinergias”.

 

7. Transformar la agenda

Uno de los aspectos en que más insiste Morelo es el de cambiar las agendas consabidas. Dice que una de las responsabilidades del periodismo es “precisamente instalar una agenda que vaya en contra de las agendas ya trasnochadas o instaladas en las regiones”. Agrega que los periodistas pueden participar de los cambios en las agendas: “Ningún tema muere; se transforma. Se convierte en algo más. Las agendas son cambiantes, transformadas por los periodistas”.

 

8. Más allá de la denuncia

Morelo pone el acento en la “capacidad asertiva” de los periodistas para “llamar la atención sobre un problema que aporta caminos”. Es decir, no quedarse en la sola denuncia de los hechos. “La denuncia por sí sola no necesariamente conduce a que la audiencia pueda ver el problema.  ¿Con la denuncia vamos a lograr empoderar a la ciudadanía sobre el conocimiento de lo que puede estar andando mal? Creo que hasta cierto punto. Luego hay que hacerle ver otras cosas”, dice.

 

9. En las historias hay oportunidad y esperanza, no solo pobreza

En los cubrimientos sobre desigualdad es frecuente asociar la pobreza con ciertos hábitos y estilos de vida. “A veces tenemos asentadas ciertas realidades desde nuestra imagen o de nuestra construcción de pobreza”, dice Morelo. Los relatos de desigualdad apuntan a eso: “un asunto agobiante”; consumimos piezas que nos hacen decir “esto no tiene futuro”.

Morelo considera que, sin dejar de ver el problema, “hay un ejercicio de exploración en otros lugares que podría ser el espejo en donde mirarnos”.

“El periodismo tiene la obligación de tratar de esos espacios para construir narrativas de oportunidades. La oportunidad no es que todo es positivo y cambió. Es que seamos capaces de mirar que hay otras formas de contar y de generar una transformación desde el periodismo. Si lo reconozco, pueden empezar a suceder cosas. Si no lo veo así, y me instalo en el discurso de la pobreza como desesperación, no veré qué hay más allá del túnel y las narrativas van a terminar aburriéndonos a todos”, agrega.

 

10. Cuidado al contar el dolor

Al representar a personas que han sido víctimas de algo, ¿es inevitable la revictimización? Morelo es consciente de que este tema crea puntos de vista encontrados. Dice que no puedes acrecentar la revictimización, “pero cada vez que cuentas la historia de la persona afectada la estás revictimizando”.

Los periodistas hacen “extractivismo”, afirma. “Tenemos que ir y sacar cosas para contar”. Y añade: “Tenemos que ir y tomar las historias, darles una categoría a las personas, hacer una fotografía de esas personas, y muchas veces nuestras decisiones pueden ser acertadas o no”.

La invitación es a ser precavidos al “magnificar” el dolor, la desigualdad, la tragedia o el drama. “Ser muy cuidadoso en pensar cómo queremos describir a nuestros personajes en las historias”. ¿Una alternativa? Buscar las mejores fuentes. Morelo puso como ejemplo el medio digital ecuatoriano GK, que para un trabajo sobre la Amazonía creó un “directorio de fuentes”, diferentes a las que solían citar los medios. El directorio fue una forma de oponerse a los discursos y análisis imperantes, y de diversificar el enfoque (y el sexo: casi siempre hombres) de las fuentes expertas. Al hacerlo, los resultados fueron “muy diferentes” y los trabajos “se salían de los lugares comunes”.
 

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