"El periodista debe enriquecer la conversación nacional sobre el patrimonio"

"El periodista debe enriquecer la conversación nacional sobre el patrimonio"

Durante su intervención en el Seminario Iberoamericano de Periodismo y Patrimonio Cultural, que se realiza en Palenque, Chiapas, México, el periodista puertorriqueño Héctor Feliciano, maestro de la FNPI, se refirió a los retos que enfrentan los periodistas que cubren el área cultural, específicamente los temas relacionados con el patrimonio. Esta fue su presentación: Habría tanto que decir sobre el tema que podríamos pasar horas aquí. Prefiero limitarme a unas cuantas observaciones sobre el papel del periodista ante el patrimonio y desarrollarlas. Sabemos que el que mucho abarca, poco aprieta.  

En algunos países, y no es ciertamente el caso de México ni de España, existe aún solo una leve conciencia de lo que es patrimonio histórico.  No existen allí grandes partidas asignadas del presupuesto y, sobre todo, en las sociedades civiles de estos lugares no se ha visto desarrollado el deseo de protegerlo y de comprenderlo como elemento fundador y esencial del imaginario cultural.
    
En esos países, el periodista tiene, más que nada, una tarea sencilla ante si, que es  contrastar y jugar un papel central en el refinamiento del conocimiento de sus lectores, no como maestro o profesor que lo sabe todo y que trae la palabra santa sobre el patrimonio impartiendo lecciones a diestra y siniestra, - si se presenta así ante sus lectores, solo jugará un papel de arrogante o de payaso ignoramus-, su verdadero papel será, pues, como acompañante de su lector: explicando, describiendo, ampliando cada vez más el horizonte de sus lectores y el suyo propio.  

 En otros países, y ahí incluyo esta vez a México, a España, a Colombia, a Argentina, en los que el tema del patrimonio tiene una establecida tradición, el periodista tiene unas tareas, acaso más complejas que exigen mucho trabajo.

Su deber y objetivo tendrá que ser el de enriquecer la conversación nacional sobre el patrimonio. Enriquecer en el sentido más amplio de la palabra, que incluye hasta poner en su propio contexto y cuestionar a aquellos que manejan el patrimonio del país.
    
Lo primero por hacer será evitar copiar los comunicados de prensa que se le envían. Evitando ridiculizarse convirtiéndose en un papagayo de la administración. Buscando sus fuentes propias e independientes.  
    
Profesionalizarse será, pues, la primera de sus tareas, tomar distancia profesional con los dirigentes del patrimonio, lo que no quiere decir distancia antagónica permanente; tiene que hacer su propia reportería, leer, capacitarse, exigirse.

El periodista tiene que ser un puente y un mediador, pero si va a ser un puente y un mediador tiene que ser un puente y un mediador independiente.
    
Y, una vez superada esa fácil y cómoda tentación de repetir lo ya escrito o dicho, nuestra tarea consistirá en poner en contexto lo que ocurre, en explicar y describir los temas a nuestros lectores, recordándoles y considerando lo que está en juego, pero también aportando a la opinión publica nuevos temas de debate, nuevas complejidades, nuevos enfoques.
    
Es decir, debemos traer otros insumos a cualquier conversación o diálogo sobre el patrimonio. No nos podemos ver como el relevo de los comunicados de prensa de las instituciones, como el brazo escrito del gobierno.

Hay que incluir a otros expertos o personas que confirmen o expandan cualquier debate sobre el patrimonio, enfoques que vengan a explicar detalladamente o a ampliar el contexto de las medidas o decisiones tomadas por nuestras instituciones.
    
Habrá que recordar al lector la lucha permanente y subterránea en nuestros países entre la centralización y el regionalismo, recordar las dos posiciones y sus posibles consecuencias para el patrimonio.

El periodista puede fortalecer todo debate recordando a los lectores que, casi siempre, existen otras formas de hacer las cosas y que no siempre se trata de un debate entre peritos, sin consecuencia para nosotros, y en el cual no tenemos nada que aportar.  

Debemos recordarnos constantemente que el patrimonio tiene que ser un diálogo nacional y permanente y no un monólogo o un diálogo exclusivo.
    
Nuestro papel deberá ser el de llevar ese diálogo un poquito mas allá. Debe explicar, igualmente, que el patrimonio no es siempre ni solamente lo que se dice que es y que otros pueden considerar patrimonio lo que otras instancias dirigentes no lo consideran.
    
Por ejemplo, en una discusión sobre legislación pendiente, el periodista puede jugar un papel importante de eslabón entre partes encontradas de la sociedad, pero además, puede agregar al propio debate nuevos elementos, ya sea incluyendo a otros, nuevos expertos o, aprovechando los medios que la mundialización pone a nuestra disposición,  realizando comparaciones con la legislación de otros países y describiendo sus consecuencias ya conocidas. Así ayuda a ampliar el debate mas allá de lo que pensaban los políticos o las instituciones mismas, creando cada vez un verdadero debate nacional profundo sobre el patrimonio como prioridad  de la nación.

Otro ejemplo sería el de explicar a los lectores por qué debemos insistir para que países como los Estados Unidos firmen y ratifiquen todos los convenios internacionales de la UNESCO.
    
¿Por qué deben hacerlo? pues porque al no ratificarlos, los Estados Unidos halan naturalmente hacia su mercado de arte los objetos precolombinos o coloniales saqueados en muchos de nuestros países. Es la fuente del consumo de arte mundial.

De ese modo, el periodismo podría comenzar a explicar por qué el mercado internacional del arte, junto con el de la droga, no tiene regulaciones planetarias.  

Con todo ello, ayudaremos a enriquecer no solo a la sociedad civil en sus ideas sobre el patrimonio sino a los propios organismos estatales que se ocupan del patrimonio, familiarizándolos y poniéndolos en contacto con otras ideas que se están gestando en el propio país o que están implantándose en otros países o con consecuencias ya previstas.

Pero, además de añadir, el periodismo, en su independencia, en su profesionalización, deberá fiscalizar e investigar dentro del mundo del patrimonio. Para ello, tiene y debe tomar distancia con el objeto que le interesa.

Tiene que ayudar a abrir las ventanas y las puertas de las políticas patrimoniales, ayudar a que la casa tome aire, enseñarle a las instituciones a compartir información, a debatir abiertamente con la opinión publica a beneficio del mayor número posible de gente en la nación.

El periodismo tiene que tratar el mal uso de fondos, o la corrupción misma, siempre dentro del respeto a las instituciones del Estado.

Tiene que intentar conocer los canales por donde transitan los objetos saqueados, las complicidades que existen en el propio país, pues existen, y anunciarlas a la opinión publica para que se haga lo necesario.

Estos últimos temas presentan grandes dificultades, pero es necesario emprenderlos, para bienestar del patrimonio nacional.    

Claro, absolutamente todo lo dicho desde el principio de mis comentarios implica trabajo y exigencia por parte del periodista, implica capacitación y profesionalización de los periodistas, pero eso es otro tema, para otro día,  para otro debate.

Implica profesionalizar y capacitar al periodista cultural, para que no siga considerando a nuestra especialidad como una hermana o prima sin consecuencias de la sección de viajes o de la sección del hogar de nuestros medios informativos.  

Héctor Feliciano

 

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