Cuando se aprovechan de modo inteligente y humilde, los errores se convierten en una escuela para el periodista, por eso se puede decir que el periodismo se aprende a partir de los errores y no de los premios de periodismo. El acierto envanece y ensoberbece y, por tanto, separa de la realidad, el error muestra las limitaciones y señala los objetivos concretos para mejorar y crecer. Las críticas de los lectores por los errores que encuentran en los medios son formas de reclamo. Ellos tienen el derecho a una información de calidad y manifiestan su rechazo cuando encuentran errores en los datos o en la forma de comunicarlos; por tanto es de buen talante profesional agradecer y tener en cuenta esas críticas. El uso de esos errores por parte de otros periodistas, como parte de un ejercicio autocrítico gremial, es una práctica saludable que reafirma el propósito de mejorar todos los días a partir del aprendizaje que proporciona el error; pero cuando el error de los otros se utiliza como arma contra la competencia, se agrega un error al error. Es una práctica innoble y mezquina apoyarse en la debilidad del otro para ganar en una competencia comercial; además, es de una abominable arrogancia asumir el papel de juez de los demás en materias en que uno mismo puede o podrá ser culpable. La crítica de errores que podría servir a todos para mejorar, utilizada con la finalidad de una competencia comercial, degrada la práctica y a quien la hace. Documentación. Un deber consecuencial derivado del deber de responder es el de rectificar. Hay que recordar que informar es hacer las cosas rectas y si, por cualquier motivo, se han torcido, han de ser objeto de rectificación. Esta enmienda se entiende como autorrectificación cuando corresponde al deber de autorrectificar espontáneamente. Este deber se cumple tomando conciencia del error para, en forma libre, decidir y poner en práctica la autocorrección. Este proceso de toma a conciencia de los posibles errores en la información difundida por parte del periodista es equivalente a la autocrítica, por lo que también puede derivarse esta última de ese deber ético de rectificar espontáneamente, sin que se haya pedido o exigido de acuerdo a las normas legales. Sin la revisión de lo difundido, sin la confrontación de lo divulgado con los datos o hechos que fueron base de la noticia, sin la comprobación de los errores o fallas, no hay posibilidad alguna de autorrectificar; de lo que se deduce que para cumplir el deber de rectificar espontáneamente el propio periodista debe reconocer su error. En otras palabras debe autocriticar su propio trabajo. La autorrectificación se está transformando en una práctica cada vez más común. Como se señala en un estudio de Alicia Shepard, el argumento es el siguiente: nuestra producción diaria de noticias debe cumplir cada vez más horarios de cierre más estrictos. Los errores son inevitables. Pero ya no pretendemos ser infalibles, porque no lo somos. Es crucial para nuestra credibilidad admitir que cometemos errores todos los días. Pero al mismo tiempo, que estamos dispuestos a corregirlos. Mario Urzúa: Periodismo y ética: temas actuales. Centro de estudios bicentenario. Santiago de Chile. 2005 p. 44, 45.