Consultorio Ético de la Fundación Gabo
20 de Septiembre de 2016

Consultorio Ético de la Fundación Gabo

¿Qué debe hacer un periodista cuando las amenazas de muerte lo condenan al silencio o al destierro?
¿Irse?
¿Quedarse callado?
¿Esperar? Las tres posibles decisiones de irse, callar o esperar son respetables y ninguna está impuesta por una norma ética.
El periodista amenazado de muerte es la persona más sola del mundo, porque nadie le puede decir ni ordenar qué hacer. Es la suya, una situación límite en la que sólo están él y su conciencia. Entonces los valores éticos que se hayan cultivado son los que pueden dar la clave. Basta examinar la respuesta dada por otros periodistas a un reto similar. Aquí en Colombia está un ejemplo como el de Guillermo Cano, director del diario El Espectador, asesinado por los narcotraficantes. En otros países se recuerdan casos parecidos de periodistas que, amenazados, decidieron no callar, no huir, no esperar, porque para ellos la vida aparecía insoportable con un silencio o con una fuga a cuestas.
Esa fue su decisión personal, libremente aceptada, porque no hay quien pueda imponerla. Lo característico y lo grave de las decisiones éticas es que son personales, nunca impuestas son el resultado de un ejercicio de la libertad que, entre alternativas buenas, escoge la mejor.
Algunos se preguntan, desconcertados ante el ejemplo de periodistas que anteponen la verdad a la vida, si es propio de esta profesión ser héroes o suicidas. Es una dramatización innecesaria de algo que es tan sencillo como el caso de cualquier padre de familia que, viendo en peligro la vida de su hijo, instintivamente lo protege con su propio cuerpo, no por ser héroe o suicida, sino por ser padre. Su naturaleza paternal es la que allí se impone, lo mismo que en el caso del periodista que escoge la verdad antes que la vida es la naturaleza de la profesión la que en determinados casos, no siempre, se impone.

Documentación.

Creo que el periodista tiene que tomar su parte de responsabilidad por lo que pasa en el mundo, porque el entendimiento es tan importante. En mi caso trataba siempre de entender, y para entender a veces es necesario arriesgar la vida. Yo siempre he tratado el periodismo como una vocación, algo por lo que estaba dispuesto a dar la vida, porque a veces es necesario hacerlo para llegar al fondo de los acontecimientos o a los lugares en que estos ocurren. Para mi siempre ha sido este un argumento definitivo, porque, por distintos motivos, todos mienten sobre los hechos: la fuentes de información, los comunicados de guerra, la propaganda gubernamental, las Naciones Unidas, los discursos políticos. Ante todo eso sólo se puede anteponer: ¿usted lo vió? ¿Estuvo usted allí? ¿No? Pues yo sí, yo lo
Cuando estuve en Uganda, en el tiempo de Idí Amín, cuatro periodistas europeo-occidentales fueron muertos porque pensaban que teniendo credenciales eran inmunes los mataron inmediatamente. No conocían las leyes de la guerra.
Yo seguramente escapé de la muerte no sólo porque tuve suerte, sino porque trataba de entender esas reglas, porque soy hijo de la guerra. Tenía 7 años cuando empezó la Segunda Guerra Mundial, me eduqué en sus condiciones, que en Polonia fueron terribles. Para mí, entender la guerra, entonces, era algo que tenía en la sangre de hecho, me movía mejor en las situaciones de guerra que en las de paz, y por eso también trabajar como corresponsal de guerra fue algo normal. Mi experiencia de esos años me permitió entender que en la guerra no hay ninguna legalidad que sus únicas leyes son las de la vida y la muerte, en una situación muy brutal, muy elemental.

Ryszard Kapuscinski
Entrevista con Gilberto Meza de La Jornada. México. 1987.

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