Una reina caribeña que no usa mini falda

Una reina caribeña que no usa mini falda

Daniela Cepeda es la reina del carnaval de Barranquilla 2013, y la mayoría de la ciudad no entiende el porqué. Es muy flaca, no tiene curvas y no usa trajes cortos. ¿Puede una chica así ser la reina de una de las ciudades que tiene las mujeres más esbeltas y sensuales del mundo?
Daniela Cepeda Tarud, Reina del Carnaval, bailando en la lectura del Bando. Joaquín Sarmiento/Archivo FNPI
María Jesús Zevallos

En Barranquilla, esa ciudad del Caribe colombiano, el sol broncea hasta en la sombra, la ropa escasea en los voluptuosos cuerpos femeninos y los suéteres son algo que solo se ve en las películas. En Barranquilla, también, se celebra el segundo carnaval más grande del mundo –después del carnaval de Rio–, y su reina, la gran soberana, debe encarnar la totalidad de esa belleza exuberante, curvilínea, carismática y sexual de la barranquillera promedio. Pero Daniela Cepeda Tarud, la reina de este año, parece tener problemas para complacer a sus súbditos.

«¿Tú conoces a Shakira? ¿A Sofía Vergara?», me pregunta un amigo colombiano, con la indignación con la que uno habla de un político corrupto. «¡Esas son mujeres barranquilleras! A esta chica le faltan curvas, le falta carne. No representa el carnaval». Daniela Cepeda tiene veintitrés años, cincuenta kilos de peso, piernas delgadísimas, un título en Derecho, un padre político [presidente del Partido Conservador Colombiano], una sonrisa dibujada en su rostro desde que la nombraron reina en agosto de 2012 y un interés muy grande por hacer que los barranquilleros se interesen tanto en la cultura como en la diversión del carnaval.

«Creo que todas las barranquilleras tenemos el sueño de ser reinas», comenta la Daniela Cepeda, con esa sonrisa inmensa de miss universo que no se le borra del rostro ni por un segundo. La reina es sensata y recatada. Su habitación, que aún conserva en la casa de sus padres, es blanca, inmaculada. El color sale de las dos almohadas rojas en forma de corazón y de los muebles también rojos, al costado del ventanal. Es una habitación adolescente, pura. En otro ambiente de la casa, se ven los más de veinte vestuarios que usa para sus presentaciones. Daniela Cepeda parece tener a todos los personajes –masculinos y femeninos– del carnaval en ese cuarto: a las marimondas, al hombre caimán, a las negritas Puloy. Muchos de los trajes son enterizos o pantalones. Las faldas, de ser cortas, suben únicamente hasta cuatro dedos por encima de su rodilla, algo insólito para una reina de este carnaval. Más aún siendo la sucesora de Andrea Jaramillo Char, la reina del carnaval de 2012, una mujer risueña y curvilínea, muy amada hasta el día de hoy y recordada por su carisma, su talento para el baile, sus piernas y sus minifaldas brillantes.

Daniela Cepeda ha querido ser reina desde que tenía cuatro años, cuando vio, en Cartagena de Indias, la celebración del carnaval de esa ciudad. Daniela miró a sus padres con ese rostro pálido y los ojos marrones e inocentes que aún conserva, y les dijo que ella también sería reina. Pero solo del carnaval. «No he participado en ningún certamen de belleza. ¡Ni participaré!», me dice, y arruga la nariz como si hubiera chupado un limón. «El ser reina del carnaval es totalmente diferente. Es sobre historia, sobre cultura». En el reinado del carnaval, según Daniela, no importa la belleza. Aunque el resto de Barranquilla sí necesite una mujer de físico increíble en el trono.

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«En Latinoamérica no eres nadie si no tienes curvas», dijo la actriz Sofía Vergara a la revista Allure el año pasado durante una entrevista. «¡Es verdad!», exclamaron a coro los compañeros de trabajo –todos hombres– cuando leí esta frase en voz alta. Para ser alguien en Latinoamérica, necesitas curvas. Y Daniela Cepeda no las tiene.

Es fácil entender la razón del desencanto hacia las mujeres delgadas, planas, sin los volúmenes necesarios para acaparar las miradas masculinas y la envidia de las féminas. La delgadez en Latinoamérica parece ser una condena. Una maldición. Una mujer latina delgada, entonces, es una mujer incompleta, como una japonesa sin los ojos rasgados. Es una mujer que constantemente deberá someterse a las comparaciones con rasgos determinantes de la mayoría. Esos que hasta crean un sentido de identidad. Es tal vez por esto que Daniela Cepeda no usa minifaldas en sus presentaciones. No las necesita. Dice que, de su vestuario, lo único importante es el pedazo de historia que representa. ¿Cómo entonces sobrevive al carnaval una reina sin curvas y que, sobre todo, no se atreve a mostrar un poco más las piernas?

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Hoy es la lectura de mando de la reina. Es el primer evento oficial del carnaval, en el que ella le leerá a sus súbditos –los barranquilleros– los mandatos que se tienen que obedecer durante la celebración. Daniela ha estado bailando hasta ocho horas diarias desde setiembre de 2012, cuando las actividades del reinado se hicieron constantes. Daniela Cepeda baila. Mucho. Le gusta bailar. Le gusta ser reina. Los movimientos exagerados en su cuerpo delgado y plano revelan una torpeza cándida, aceptable en una niña que imita a la reina, no en una reina. «¡Una reina que no sabe bailar no puede ser reina!», me había dicho un taxista barranquillero, ese mismo día, al recogerme de la casa de Daniela. «Ella es muy bonita, pero muy aburrida. Baila como Olivia, la de Popeye, ¿Sabes?».

Daniela Cepeda es la reina de un año en el que se celebran dos momentos especiales para la ciudad: el bicentenario de Barranquilla y el que esta sea escogida como Capital Americana de la Cultura. También, se cumplen diez años desde que la Unesco la nombrara Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad. Y eso Daniela lo tiene muy presente. Desde que la nombraron, ha creado un canal de YouTube que se llama Sígueme el Paso, en el que la reina, en veintitrés videos diferentes, explica la historia e importancia de las diferentes expresiones culturales que se presentan en el carnaval. En estos videos sale ella vestida de cada uno de los personajes del carnaval, bailando y reseñando la historia de dichos personajes. Daniela no tiene por qué hacerlo, pero encuentra importante que la gente sepa el porqué de las celebraciones. Mirtha Buelvas es historiadora colombiana y asesora de la Fundación Carnaval de Barranquilla. Buelvas –una mujer pequeña y morena, de nariz prominente y robusta– entrevistó a todas las candidatas por petición de la fundación, algo que usualmente no se practica. «Daniela sabía todo», explica la historiadora. «Sabía cosas que yo he escrito, que no recordaba haber escrito; tiene mucho conocimiento de historia y de cultura». Pero Buelvas no está del todo segura si eso es algo deseado o incluso necesario. «La reina no tiene que saber de historia, tiene que saber ser reina», comenta, con la misma sonrisa cómplice del pueblo que parece no aceptarla por completo.

«¿Ves esa falda?» Me pregunta otro amigo barranquillero, refiriéndose a uno de los ocho vestuarios que Daniela Cepeda usa en esta lectura de bando. Es un vestido dorado de flecos que llega hasta las rodillas de la reina. «Esa falda debería estar acá», dice, y toca con el borde de su mano la parte alta de mi muslo, con la frescura del caribeño colombiano. «No, si esta chica no sabe qué hace», dice, mientras Daniela Cepeda es vista por cerca de 12 mil personas en ese estadio y baila con los casi quinientos bailarines que suben al escenario durante lo que dura el espectáculo. Los bailes terminan. La reina sale con un vestido azul a leer el bando del carnaval:

Primero. Que se declare a Barranquilla, por historia, memoria, cultura y sabrosura, Capital para Siempre de la República Independiente del Mar Caribe.

La gente aplaude, grita. El bochinche comienza. Las quejas cesan y el respeto a la reina se hace evidente. El orgullo por la ciudad puede más que aquella decepción física. El trabajo de esta soberana, después de todo, parece haber dado frutos. Aunque, para el estándar monárquico del Caribe, Daniela Cepeda no sepa mover bien las caderas.

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