Este artículo es producto del proyecto 'Entre panas y parceros, ¿Cómo comunicar la inmigración en Colombia?', una iniciativa de la Fundación Gabo, con el apoyo del Programa de Alianzas para la Reconciliación (PAR) de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y ACDI/VOCA. Si te interesa profundizar y reflexionar alrededor de este tema, puedes participar en las distintas convocatorias para talleres en distintas regiones de Colombia.
El sociólogo y gestor cultural venezolano Tulio Hernández entró a Colombia para establecerse en este país el 13 de febrero de 2018 y hay una imagen sobre esa fecha que no olvida: “El día que yo llegué aquí el Puente Simón Bolívar, en el Norte de Santander, se abarrotó de punta a punta y El Espectador, El Tiempo y Semana publicaron la misma foto, con el mismo ángulo de los drones, con venezolanos desesperados intentando entrar a Colombia. Desde ese día decidí que voy a acompañar este proceso intelectualmente, comunicacionalmente y políticamente”.
Pasados tres años Tulio se ha mantenido fiel a esa intención de colaborar desde su experticia para poder aportar al proceso migratorio entre Colombia y Venezuela. Eso lo llevó durante el primer semestre de 2021 a dictar una serie de talleres, bajo el auspicio de la Fundación Gabo, la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y ACDI/VOCA, dirigidos a “contribuir a la formación intelectual, conceptual y ética de periodistas y comunicadores, necesaria para entender y comunicar responsablemente los fenómenos migratorios; y el venezolano en particular, desde una perspectiva humanista, democrática y de derechos humanos”, define el sociólogo Hernández.
Los resultados de esos talleres realizados con participantes de más de 10 departamentos de Colombia son un orgullo para Tulio: “En la práctica ha quedado instalada una red nacional de casi cien personas que deberíamos mantener y preservar como espacio de innovación colaborativa e intercambio permanente de experiencias”.
Con la realización de estos talleres el intercambio de conocimientos fue mutuo, pues desde su orilla Tulio explica que vivió “un gran aprendizaje al conocer de primera mano el activismo y la sensibilidad de tantos colombianos que trabajan por el tratamiento justo de los migrantes venezolanos, contra la xenofobia y por los Derechos Humanos. Fue un viaje intenso por la geografía humana de este gran país. Ahora lo conozco y lo quiero un poco más”.
La migración y el destierro
El diccionario de la Real Academia Española define el destierro como “pena que consiste en expulsar o hacer abandonar a una persona su país o el lugar donde vive, normalmente por motivos políticos”. Tulio es un desterrado venezolano desde mayo de 2017, fecha en la cual tuvo que despedirse de su país, ya que una orden privativa de libertad le acechaba. El presidente de ese país pidió que la justicia llevara a la cárcel a Hernández por una columna publicada en el diario El Nacional, en la cual reclamaba a los jóvenes que se defendieran de los ataques recibidos por parte del Gobierno Nacional, como reseña el diario El País.
Desde esa fecha Hernández dejó de impartir sus clases como profesor en el master de Gestión y políticas culturales de la Universidad Central de Venezuela y abandonó la vicepresidencia de Asuntos Públicos del Banco Occidental de Descuento. Además, se despidió de dos íconos importantísimos para toda persona que vive en Caracas: el senderismo por el cerro El Ávila y las constantes visitas a las playas de Mar Caribe, de las cuales las más cercanas están a menos de una hora de distancia en carro desde la capital de ese país, el hogar en Venezuela de Hernández.
Luego de su salida forzosa de Venezuela, Tulio Hernández pasó un mes en Bogotá y de allí siguió a España, en ese país cerró el 2017 y solo regresó a Colombia hasta febrero de 2018 por un contrato de trabajo. Luego, como Tulio mismo define “se fue quedando”.
“Mi vida en el destierro no solo la dedico a reflexionar sobre el exilio, hago docencia universitaria, colaboro con diversas publicaciones internacionales, llevo una columna semanal en el portal Frontera Viva y otra en La Gran Aldea, conduzco talleres sobre tratamiento informativo responsable de la migración y participo de una Asociación Civil llamada Ávila Monserrate Compromiso Democrático, dedicada a la defensa de los Derechos Humanos de los migrantes”, cuenta el venezolano sobre esta nueva etapa de su vida, de la cual recalca que el tiempo no le sobra y tiene como gran corolario “seguir denunciando los abusos de poder” que ocurren al otro lado de la frontera.
Una nueva visión sobre la migración
“Mi pensamiento reflexivo sobre la migración cambió exactamente igual a como cambiaron mis percepciones sobre el COVID–19 una vez que lo padecí en carne propia. Ya no es teoría externa, es experiencia dolorosa interior”: un símil entre coronavirus y migración termina de explicar el nuevo contexto de Tulio, ese en el que hay fuerzas externas que imponen las reglas de juego.
De esa “experiencia dolorosa interior” que es migrar, el sociólogo venezolano rescata que “ningún pueblo tiene ni tendrá el monopolio de la condición migrante ni el de la condición receptora. Nadie tampoco tiene el monopolio de la xenofobia y del racismo, ni el de la generosidad y la apertura”. Ejemplifica sus palabras Hernández con la doble experiencia que ha vivido: “Colombia era un país productor de migraciones y Venezuela un gran receptor de migrantes. Ahora todo es al revés. Los emigrantes somos nosotros y Colombia el país de auxilio”.
De este ir y venir constante hay algo que Tulio tiene claro sobre Colombia y su recepción a la migración venezolana: “Este país se va a convertir en un modelo ejemplar en el tratamiento democrático de refugiados, migrante y solicitantes de asilo. Estoy seguro”.