Hacer periodismo de soluciones desde el corazón de las comunidades indígenas bolivianas

Hacer periodismo de soluciones desde el corazón de las comunidades indígenas bolivianas

Entrevista con los ganadores de la Beca de Periodismo de Soluciones - Edición Especial, Santiago Espinoza y Sergio De la Zerda, de Bolivia, que hacen posible una cobertura de comunidades indígenas necesaria y responsable.

Santiago Espinoza y Sergio De la Zerda, dos periodistas de Cochabamba ganadores de la Beca de Periodismo de Soluciones - Edición Especial. Foto: Cortesía
Andrea Jiménez Jiménez

Esta entrevista es el resultado colateral de una de las publicaciones más interesantes y fascinantes que ha dejado la Beca de Periodismo de Soluciones - Edición Especial 2020. Desde Bolivia, Santiago Espinosa y Sergio De la Zerda abordaron una solución nacida, literalmente, de las entrañas de su tierra. Con el reportaje especial multimedia Jarabe indígena contra el coronavirus y el olvido estatal, se acercaron a una de las comunidades indígenas bolivianas, cuya medicina tradicional es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, y contaron las posibilidades y limitaciones de esta posible cura para el covid-19.

Con inconvenientes en contra, como la cuarentena estricta y la crisis política que actualmente atraviesa Bolivia, con su gobierno transitorio, pudieron plantear un panorama general de un jarabe que si bien no es una medicina comprobada para atacar una pandemia de tales dimensiones, sí ha sido un resultado eficiente para una comunidad que ha crecido creyendo y viviendo estas soluciones a lo largo de la Historia.

 

¿Qué tan habitual es en Bolivia la cobertura de las comunidades indígenas? 

Lamentablemente, la cobertura periodística sobre pueblos indígena es escasa, muy escasa, al menos en cuanto a la oferta mediática más tradicional. Pese a que en Bolivia hay una larga tradición de radios mineras y comunitarias, la agenda indígena pocas veces trasciende más allá de las fronteras territoriales, culturales y temáticas que imponen los medios de mayor alcance en las grandes ciudades. En prensa y televisión la oferta es prácticamente nula, menos aún en idiomas nativos. El mundo indígena sigue siendo objeto de miradas folclorizadas y folclorizantes, antes que de una cobertura periodística más rigurosa.

Las radios comunitarias suelen tener agenda propia, con reporteros pertenecientes a las comunidades indígenas, pero su penetración en la agenda mediática más influyente, la que orienta la toma de decisiones políticas, sigue siendo muy limitada. Urge que los medios más mainstream incorporen en su agenda asuntos y fuentes de comunidades indígenas para alentar un periodismo más intercultural, acorde a una sociedad pluricultural como la boliviana.

¿Cómo llegaron a conocer esta acción preventiva de una comunidad tan alejada geográfica y estatalmente?

De la experiencia de Charazani, cuna de la cultura kallawaya, teníamos ya referencias porque hace unos años realizamos un reportaje sobre su proyecto de autogobierno, eso que en Bolivia se ha dado en llamar la autonomía indígena. Viajamos a ese municipio rural de La Paz, efectivamente alejado de la capital política de Bolivia, y trabamos contacto con autoridades locales y otras fuentes, indígenas y no indígenas. La otra referencia que teníamos de Charazani es su conocida vocación por la medicina tradicional, que ha sido reconocida como patrimonio inmaterial de la Unesco. Es sabida su contribución a la cura de la malaria, durante la construcción del Canal de Panamá, mediante el uso de la quinina, así que esa ya era una llamada de atención para nosotros. Y lo que nos convenció de que ahí había una historia en torno a la respuesta a la pandemia de coronavirus fue una breve noticia difundida en una red de medios comunitarios que precisamente daba cuenta de la estrategia local para contener la penetración de la enfermedad.

Este era uno de los temas ganadores de becas más complejos: trata una posible cura en medio de una pandemia. ¿Tuvieron algún temor al proponer un abordaje tan singular y con tantas posibles aristas y prevenciones desde la ciencia?

Sabíamos que la posibilidad de encontrar durante nuestra investigación una cura indígena para el coronavirus era muy remota, pero sí confiamos en el conocimiento ancestral de la cultura kallawaya para desarrollar sus propios procedimientos terapéuticos para enfrentar una pandemia de la magnitud del coronavirus, a sabiendas de que su desconexión del Estado boliviano, de la medicina científica y del mundo occidental era por de más evidente. Para nosotros, más que la ilusión ingenua de acompañar y reportar el hallazgo de una “solución” a la pandemia, nos movió el interés de rastrear y compartir los modos locales de una nación indígena para sobrevivir con sus propias armas a una enfermedad que amenazaba con extinguirla, como a toda la humanidad. La vocación de sobrevivencia vital y cultural del mundo indígena es algo que periodísticamente nos motiva y de la que aprendemos.

¿Cómo fue el acompañamiento del tutor de la Red de Periodismo de Soluciones y la Fundación Gabo para dar con el resultado final?

El acompañamiento del tutor de la Red de Periodismo de Soluciones, Gregory Scruggs, y el de Fundación Gabo, representada por Emmanuel Upegui, fue ideal y estamos agradecidos. Nos dieron líneas técnicas para el desarrollo del trabajo y fueron muy útiles sus consejos de edición en la parte final. Adicionalmente, fueron muy comprensivos con nuestra situación, en tanto durante el tiempo de desarrollo del reportaje Bolivia se convertía en uno de los epicentros mundiales de la pandemia (de hecho, somos el cuarto país del planeta con mayor letalidad en relación a su población). Se preocuparon primero por nuestra salud y después por el trabajo, y eso, reiteramos, lo agradecemos mucho.

El volumen de información que manejaron fue importante, y debieron compactarlo en un reportaje multimedia con fotos, gráficos, videos y texto. ¿Cómo decidieron qué tipo de información iría precisamente en un lenguaje determinado?

La cantidad de información de la que disponíamos fue en verdad amplia, pero harto coadyuvó tener un enfoque claro desde el inicio. En cuanto a contenido, ese fue el filtro por el que pasó todo el material que logramos. En cuanto a forma, tratamos de utilizar todo aquello que haga referencia a las particularidades de la cultura kallawaya y cómo esta afronta la pandemia, por supuesto que no como elemento exótico, sino como como clave de identidad y conocimiento de nuestros pueblos indígenas.

De 1 a 10,¿qué tan difícil fue el acceso a la comunidad indígena y, en general, el desarrollo del tema en su totalidad? 

Podríamos decir que 9, pero no por la comunidad indígena en sí, sino por las duras restricciones de la cuarentena rígida que impuso el Gobierno transitorio boliviano, que en la práctica estableció durante varios meses un Estado policial, con toda la burocracia además que ello implicaba para poder tener permisos de tránsito. Dos cosas fueron de lo más complicado: llegar hasta la comunidad, lo que solucionamos apelando a un trabajo colaborativo y remunerado con un reportero de la propia población, Ronal Cruz, a quien por ello consideramos coautor del reportaje. Lo segundo difícil fue acceder a fuentes gubernamentales pues, como tal vez saben, Bolivia además de enfrentar al coronavirus está sumida en una aguda crisis política desde octubre del año pasado, lo que hace que muchas vías de llegada institucional hayan desaparecido o se hayan modificado.

Ustedes trabajan actualmente en un reportaje aún mayor sobre la realidad de Charazani y otros dos pueblos indígenas bolivianos de la mano del Pulitzer Center. ¿Cómo llegaron a esta alianza y cómo vislumbran este trabajo? ¿Tienen contemplado de nuevo aplicar el enfoque de soluciones?

En efecto, trabajamos en un reportaje más ambicioso que este, ahora tomando en cuenta, además de Charazani, a otras dos poblaciones indígenas bolivianas que por otro lado tienen la reciente particularidad de tener gobiernos autónomos: Charagua (Santa Cruz) y Raqaypampa (Cochabamba). Para esa labor patrocinada por el Pulitzer Center igualmente mediante un fondo concursable al que accedimos, deseamos también cotejar la situación de los pueblos indígenas quechua y guaraní, que respectivamente compartimos con Perú y Paraguay, países en los que hemos contactado reporteros que ya están elaborando materiales especiales para nosotros. Estamos concluyendo ya el trabajo de campo, y hemos visto aristas muy aprovechables desde el periodismo de soluciones que con certeza concretaremos, sin embargo, acá seremos un poco más ambiciosos y nos plantearemos una suerte de radiografía de situación de los pueblos indígenas en nuestro país y en los vecinos. Esperamos tener éxito.

¿Qué tan familiarizados estaban con el periodismo de soluciones antes de este reportaje y cómo se sienten al respecto ahora?

Del periodismo de soluciones teníamos noticias más por lecturas que por práctica, así que esta primera experiencia, al menos consciente y orientada, de un trabajo de este tipo fue todo un aprendizaje. Puede que, de manera intuitiva, antes hayamos desarrollado trabajos con algunas cualidades propias del periodismo de soluciones, pero esta beca de la Fundación Gabo nos permitió encarar una pieza deliberadamente guiada por esta filosofía de trabajo.

Estamos haciendo investigaciones similares sobre otros pueblos indígenas bolivianos y su respuesta a la covid-19, en las que, desde luego, pretendemos aplicar la metodología y la filosofía incorporada tras esta primera grata experiencia con el periodismo de soluciones.

 

Sobre el proyecto de periodismo de soluciones en América Latina

La Fundación Gabo y la Red de Periodismo de Soluciones (SJN, por sus siglas en inglés) trabajan en alianza en un proyecto que busca formar e incentivar a los periodistas de América Latina a la aplicación del periodismo de soluciones, enfoque que busca investigar y narrar historias que aborden las respuestas que dan o podrían dar los ciudadanos e instituciones a problemas sociales en la región.

El proyecto, apoyado por la Fundación Tinker, contempla la difusión y apropiación de herramientas y guías, así como la realización de actividades de formación como talleres, seminarios virtuales y el desarrollo de espacios aprendizaje en las redacciones de algunos medios de comunicación de la región interesados experimentar con esta modalidad.

 

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