“De todo lo que he visto que han escrito, puedo darme cuenta de que van por buen camino y no estoy buscando votos para ningún cargo”, dijo Alberto Salcedo Ramos al comenzar el cuarto día del Taller de crónica periodística que organizan la FNPI-Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano y la Fundación PROA.
Las historias están en marcha. El taller se convirtió en una redacción conducida por un maestro de la crónica que se ha calzado el saco de editor para revisar en detalle los textos en proceso. Cada uno de los 15 talleristas pasó por la mesa del maestro. Todas las historias transcurren en el barrio de la Boca.
Puesto en “modo editor”, Salcedo Ramos combinó la exigencia con la motivación. Sus comentarios ante cada texto fueron desde un cuestionamiento al enfoque hasta detalles mínimos de estilo. Cada tanto interrumpía la clínica individual, levantaba el mentón y decía: “A ver, me oyen todos. Tomen mis comentarios y avancen. No se desanimen nunca. Tengo 54 años y yo también sigo padeciendo el ‘lápiz rojo’ del editor. Hace poco envío una crónica a un editor ¡y el man me puso a penar! Y tenía razón. El primer borrador, como dice Leila Guerriero, es un mal necesario”.
Por la mañana o por la tarde, cada tallerista de Argentina, Uruguay, Venezuela, España, Chile, Bolivia y Perú tuvo su clínica individual con el autor de La eterna parranda. Algunas advertencias del maestro:
-Cuidado con los recursos estilísticos. Si confunde, no funciona. Todo recurso estilístico que confunde al lector, es malo para el texto.
-Cuidado cuando nos largamos a narrar y narrar. No nos quedemos solo en la escena. Hay que abrir el lente y ver el contexto.
-Cuidado con quedarse pegado al detalle. Hay que vincular el detalle que narro con algo que esté más allá.
-Cuidado con olvidar los datos. Narrar sin datos ni información es un puro ejercicio literario.
Como buen barranquillero, Salcedo Ramos hace un culto a la oralidad. Además de gran cronista, es un gran contador de historias. Combinó correcciones y consejos con un extenso anecdotario personal. También hubo lugar para el humor: de tanto en tanto, el maestro hablaba imitando las tonadas de cada país o región (el porteño, el español y el venezolano le salieron a la perfección).
La dinámica del taller le permitió a Salcedo Ramos reflexionar sobre las relaciones entre el cronista y el editor. “El mejor aliado de quien escribe es el buen editor”, dijo. “Quedan pocos editores buenos porque muchos se han convertido en meros correctores gramaticales o de estilo”. ¿Y qué es un buen editor? “El que saca lo mejor de ti. El que te ayuda a potenciar tu propia voz. El que no te viene con el cuento de ‘deja tu ego a un lado’ pero después resulta que es él quien no puede dejar de lado su propio ego”.
“Ustedes mismos deben ser sus primeros editores”, recomendó Salcedo Ramos. Y citó un consejo de la escritora Dorothy Parker: hay que leer los textos propios como si leyéramos un texto escrito por nuestro peor enemigo. “En la primera versión de un texto –dijo el maestro- uno pone a jugar su talento. En la segunda versión, importa más el oficio”.
El cuarto día de taller llegó a su fin. Los talleristas ya tienen párrafos escritos y reescritos. Algunos llevan un par de páginas. Las historias no se detienen.