La guerrera del patrimonio republicano y mudéjar en Cartagena de Indias

La guerrera del patrimonio republicano y mudéjar en Cartagena de Indias

Una arquitectura única en Colombia, invisibilizada por intereses económicos, está desapareciendo. Atrincherada en su casona mudéjar, la señora Raquel Ochoa Covo cuenta sus luchas por preservar la historia del tradicional barrio de Manga.
Foto: Joaquín Sarmiento/FNPI.
Víctor Menco Haeckermann

Foto: Joaquín Sarmiento.

El olor a jazmines y mangos traspasa los calados, las rejas y las celosías hasta inundar toda la Casa Covo, en la isla de Manga, Cartagena de Indias. En el patio trasero, Raquel Ochoa Covo, de 72 años, observa fotografías en blanco y negro. Frente a una fuente de azulejos construida por su abuela, recuerda su infancia, cuando corría por los rincones de las antiguas casas de estilo republicano y mudéjar: “Esta niña que está aquí soy yo”, jugando en la casona de sus tíos, que ya no existe. Como la mayoría, fue “demolida” para dar paso a los edificios residenciales. Pero la señora Raquel, su esposo y una hija, se resisten a abandonar la suya, declarada Patrimonio Nacional. Encuentra aquí más imágenes de este trabajo

A pedido del abuelo de Raquel, Víctor Covo Iglesias, la casona mudéjar, que cuenta con 2.700 metros cuadrados, se terminó de construir en 1919 al pie de la Tercera Avenida. La fachada blanca se destaca por sus detalles orientales: en el filo del techo, una cresta de pequeñas torres piramidales babilónicas; los calados en forma de estrellas de cuatro puntas; y las columnas delgadas unidas por arcos con lóbulos. A los lados, se reparten árboles de mango, níspero y caimito por pasillos que conducen al traspatio. En el jardín frontal, de forma laberíntica, sobresalen plantas colgantes. Son detalles que le han permitido, a la Casa Covo, a aparecer en libros y hasta ser escenario de una telenovela.

“Si se me llega a dañar algo de esta casa, no tengo cómo reemplazarlo porque son cosas que ya no existen, por lo menos en Colombia”, confiesa la dueña. Inspirada modestamente en la Fuente de los Leones de la Alhambra, la fuente del patio interno ya no borbotea junto al canto de los pájaros. La tubería, que es de hierro, se ha oxidado. Y para arreglarla, debe romper el piso, pero tampoco ha podido conseguir las baldosas con los mismos arabescos, pues su abuelo las trajo, al igual que otras cerámicas, de Sevilla, España.

Herencia andaluza de Manga

Aunque su construcción empezó años antes, el barrio de Manga fue fundado en 1904 cuando se determinó que era seguro vivir fuera de las murallas. La mayoría de las casas, así como puentes, iglesia y cementerio, era un testimonio de la naciente República de Colombia y, a pesar de la Independencia, sus innegables lazos culturales con España. De allí que el estilo neoclásico terminara llamándose ‘republicano’.

Por su parte, dos casas mudéjares, la Román y la Covo, fueron construidas por el español Alfredo Badenes. Tres casas más, ubicadas en el Callejón de los Besos, se inspiraron en ese mismo estilo, pero solo queda una. Otras dos similares figuran afuera de Manga: la casa de Elena Pombo de Vélez (donde funciona una universidad), en el Pie de la Popa; y la casa Galicia, en la avenida Pedro de Heredia.

A pesar de su belleza, la arquitectura de Manga no ha entrado a la agenda turística de la Heroica, pues se prefiere el centro amurallado por su comodidad. Ni las esculturas del cementerio ni las tumbas de los próceres y el único presidente negro que ha tenido Colombia han servido para salvarla.

La presencia de la arquitectura mudéjar (mezcla de española y árabe) en Hispanoamérica se debe a la dominación musulmana de Andalucía, España, desde 711 hasta 1492. Según el historiador Leopoldo Villadiego, incluso los estilos colonial y republicano de Cartagena tienen influencia árabe. Lo anterior se comprueba con solo ver el sincretismo de la Casa Covo, donde el arte del Islam armoniza con el del cristianismo y el judaísmo, como en Toledo, España: la imagen de yeso que representa a la Virgen María tiene, a sus espaldas, frisos con versos del Corán que, en palabras de la propietaria, “alaban a Dios”; mientras que en una de las habitaciones cuelga una lámpara con una media luna, una estrella de David y una cruz. “No tengo ascendencia árabe, que yo sepa —afirma—, pero, imagínate, fueron más de setecientos años de dominio musulmán en España”.

De Manga a “Mangattan”

La señora Raquel, cuya sensibilidad artística la ha llevado a incursionar en la pintura, es conocida como una activista del patrimonio arquitectónico en los periódicos locales y como ‘la historiadora de Manga’ en Asomanga (la asociación de vecinos). En su tableta, tiene una colección de fotos sobre el antes y el ahora de las casas palaciegas: ruinas, baldío o edificio. “Esto se ha convertido en Mangattan”, sentencia.

Una vez la detuvo la Policía, “porque no entendía qué hacía tomando fotos de las viviendas”. En otra ocasión, pidió permiso para entrar a una construcción a hacer lo mismo. “Es que soy la dueña de uno de los apartamentos que van a construir y me gustaría tener un recuerdo de los avances”, les dijo a los constructores. “Y ellos me creyeron”, agrega. Pero si ella no descansa, la contraparte menos. Hoy la imagen de su casa es usada por agencias inmobiliarias que, en Internet, promocionan Manga como un destino ideal para comprar apartamento debido a su comercio, ubicación estratégica e historia.

Además, atesora un cuaderno donde guarda antiguos planos con las casas que deberían ser Patrimonio Nacional y las que han desaparecido. Siguiendo el número asignado a cada lote, se puede buscar, en el cuaderno, el listado de los primeros dueños y arquitectos de la casa. “Ella tiene más información en ese cuadernito que el Instituto Agustín Codazzi, en cuanto a la distribución de las manzanas”, bromea Julio Romero, quien hasta hace algunos meses fungió como director de Asomanga y ahora es presidente de la Junta de Acción Comunal del barrio.

En los cálculos de la señora Raquel, más de cien casas engalanaban el vecindario extramuros. De ellas, queda una veintena. Trece han sido declaradas Patrimonio Nacional. Una de las trece, Villa Miriam, fue demolida sin que a nadie le importara. La tragedia es más desgarradora: “muchas familias las dejaban abandonadas y les echaban agua a escondidas con el fin de que se cayeran porque el mantenimiento de una casa de ese tipo es muy costoso”, explica el historiador de Cartagena Alfredo Pérez.

La activista cuenta que, en algunas casonas que ha tomado el gobierno como oficinas, las antigüedades están desapareciendo: “Yo cuando voy allá les advierto: ¡Si se roban una lámpara, los denuncio! ¡Tanta historia y todo perdido!”. También recuerda que en una casona del Cuarto Callejón de Manga vivieron los padres del Nobel de Literatura Gabriel García Márquez, quien, según su hermano Jaime García Márquez, seguramente la usó para recrear el escenario de El amor en los tiempos del cólera.

“Los estudios que la señora Raquel ha hecho nos sirvieron, en el 2016, para poder adelantar debates en el Consejo de la Ciudad —cuenta Romero—. Dieron pie a la revocatoria de un decreto que les había quitado las exoneraciones de impuesto a las casas patrimonio”. Y la pone a ella y a su esposo como ejemplo: “Doña Raquel y el almirante Serrano son unos héroes con solo mantener esa casa”.

El último suspiro

Durante más de diez años, la señora Raquel se ha enfrentado a los gremios económicos y a la élite política cartagenera, dentro de la que hay, paradójicamente, algunos descendientes de la diáspora árabe que llegó al Caribe colombiano a partir de 1880. “Aquí en mi casa he tenido sentados a un alcalde, una ministra de cultura y concejales. Los políticos me alaban la casa, pero, con el paso del tiempo, todo se queda en promesas”.

Dicho esto, muestra una imagen donde ella, rebosante de juventud y con el cabello largo, camina junto a un dirigente local cuyo nombre ella se reserva. Cuenta que aquella vez llevó a ese señor a ver una obra, pues violaba las normas de no construir edificios a menos de 100 metros de una casa patrimonial y de más de 3 pisos. Como si fuera poco, otra fotografía muestra que el aviso del gobierno local autorizaba la construcción de 17 pisos, pero iban por 22. Y lo peor: la firma del curador de la obra corresponde a la misma persona que debía inspeccionar la construcción del edificio desplomado en el barrio Blas de Lezo, lo cual habría prevenido la tragedia donde murieron veintiuna personas.

Ahora, el Alcalde de Cartagena está suspendido por las irregularidades en las construcciones, y la justicia comenzó a ordenar demoliciones. “Es una lástima que estas cosas tengan que pasar para que le presten atención al tema”, opina la activista. Cuando se enteró de que detrás de su casa habían puesto un vallado, le advirtió al mismo dirigente de la fotografía: “Como me hagan un edificio allí, sales de este puesto”, pero se ríe al reconocer que ella no tiene ningún poder. A su edad, ha tomado la determinación de no seguir en la lid, en parte, por razones de salud: “Hace dos años me dio chikungunya, y desde ese entonces he quedado afectada de las piernas y los brazos. Ahora estoy yendo a terapias tres veces por semana”.

De este choque con los poderosos, la señora Raquel, quien por un momento deja entrever a aquella joven rebelde que fue, afirma con una convicción inquebrantable: “Yo no tengo miedo de nada, yo ya soy mayor. Estoy defendiendo esto para las futuras generaciones, aunque ya ellos no van a ver lo que hubo en este barrio”, y recalca con tristeza: “No van a verlo”.

“Cuando yo voy camino a la iglesia, digo: ‘Aquí vivía este, aquí vivía este otro’…”. Ante la posibilidad de que su casa desparezca algún día, dice mirando hacia otro lado: “Ya para ese entonces no estaré por acá. Puede que así sea, porque, ¿con qué dinero se mantienen estas casas? Yo, a mis hijos, solo les digo que la quieran, que aquí pueden venir a jugar mis nietos”. A pesar del pesimismo de ‘la historiadora de Manga’, el líder comunal sostiene: “Quienes hemos seguido sus pasos, estamos interesados en que se nos escuche. Tanto es así que las juntas de acciones comunales de Manga y Bocagrande vamos a emprender un proceso judicial que impida que se siga destruyendo el patrimonio de nuestras comunidades”.

“No quiero que el artículo me alabe mucho”, pide después de ser entrevistada. Pero su petición es imposible de conceder. A diferencia de la leyenda sobre el último sultán de Granada, Boabdil, a quien su madre reprendió por haberse rendido a España antes que morir, la señora Raquel se ha ganado un lugar honroso en la historia que tanto ha protegido. “No llores como mujer lo que no pudiste defender como hombre”, le dijo la madre del sultán a su hijo. Esta vez, la señora Raquel Ochoa Covo tiene derecho a dejar escapar sus lágrimas.

 

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