Esta es la historia de un hombre nacido en el Carmen de Bolívar, que hoy trabaja en uno de los oficios emergentes con mayor crecimiento en Colombia, el bici-taxismo. Es el hombre más viejo de todos los que ejercen el oficio al sur de Cartagena. "Desde la tierra donde los hombres viejos tienen alma de marineros"
Por: Hernando Flórez participante del taller de "Cómo se escribe un periódico" que dirigió Miguel Ángel Bastenier
A ochenta metros parecen un cochecito extraviado en la carretera; a cuarenta, un juguete para niños de siete años; a veinte, una carpa detenida en el tiempo de una época lejana, y a cinco, un coche con chasis de plástico pedaleado por un hombre. En Cartagena hay más de mil y casi tres mil personas dependen de ellos para subsistir. Les llaman bici-taxis.
En el barrio Villas de la Candelaria, al sur de la Ciudad, quince de ellos recorren las calles diariamente. Comparten vías con más de treinta moto-taxistas: Los Maestros de la Bocina, cada tres metros dan un pitazo al viento. Son como una legión de motorizados entrenados para hostigar al caminante. En el barrio andan a veinte por hora convidando a medio mundo. Los más sofisticados llevan casco cerrado, gafas oscuras y mangas en los brazos. Cobran desde cinco mil pesos hasta el centro de la ciudad y en la avenida corren a más de sesenta; todos tienen el velocímetro averiado. Así son los de este barrio.
En la avenida principal que pasa sobre la entrada Villas de la Candelaria, se parquean los bici-taxis. El Flow, Bravo Rasta, El Terror y el Voy y Vengo, son algunos de ellos. Los conducen muchachos negros, altos, de huesos duros; muchachos negros, altos, de cuerpos robustos. Ninguno supera los 25 años, excepto Wilbert Martínez, tiene 43. No es negro, ni robusto, ni alto, ni de huesos duros; es delgado, más bien flacón y con tendencia a la calvicie. Lleva siete meses en el oficio y compró su bici-taxi por ciento sesenta mil pesos. Trabaja desde las siete y media de la mañana hasta las cinco o seis de la tarde. Al medio día va hasta la casa a almorzar. Es evangélico, va a la iglesia Adventista del Séptimo Día y no consume licor, ni va a discotecas "Nosotros no vamos a fiestas porque no es conveniente. Si el sábado vamos a culto y el domingo a una discoteca, entonces qué estamos haciendo. Dios mismo nos dice qué podemos hacer y qué no". Asegura con certidumbre fría.
Su cochecito tiene el chasis azul y amarillo. Delante, el sillín del conductor y atrás la banca para dos pasajeros, como todos. El sillín es marca Titanic, está forrado a mano con retazos rosados que se amarran por debajo. Frente al conductor, siete calcomanías de Jesucristo con una inscripción cada una. Corintios 4;16 - Juan 8;124 - Salmos 354, rezan tres de ellas. "Porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?" 1ª Corintios 3:3.
En Cartagena los bici-taxis son unos artefactos hechos de ruedas, cadenas y piñones; tubos, plásticos y espejos. Son unas carpitas ambulantes con espíritu de juguete, son triciclos que aspiraron a busetas, son unas góndolas sobre barro seco. Llevan parejas de adolescentes con sus recién nacidos, amas de casa cargadas de maletas, ancianos con décadas como esposos y jóvenes tranquilos como ovejas. Todos en este barrio han montado alguna vez. Todos, seguramente. "Aquí las que más montan son las mujeres, y cuando llueve es mejor porque la gente no se quiere mojar y solicita el servicio", cuenta uno de los quince bici-taxistas.
Cada recorrido cuesta mil pesos; cada carrito, al igual que en Cuba, Bogotá y México D.F., hace parte del paisaje natural de la ciudad y de la cotidianidad del lugar. En Europa es diferente, los bici-taxis son más sofisticados, tienen una batería que facilita el pedaleo y se les usa para el turismo. En Barcelona se ofrecen tures que cuestan de 6 a 45 euros. El Tour Gótico ofrece un recorrido por el barrio del mismo nombre; el Tour Gaudí, va por toda la Barcelona moderna, y el más costoso, el Oh Barcelona, pasa por el Raval, la Rivera, El Puente Viejo y las playas de la ciudad en 150 minutos. Berlín fue la primera ciudad europea en ponerlos sobre sus calles, la empresa Veloform los fabrica con materiales reciclables, les pone espejos, luces intermitentes y los diseña en un estilo futurista. Distintos a los bici-taxis cartageneros fabricados en el barrio Pozón por 600 mil pesos.
Londres los emplea de forma distinta. En 1998 la empresa Bugbugs, puso en circulación 18 bici-taxis en el West End. El 70% de los bici-taxistas son estudiantes universitarios, de los cuales 30% son latinoamericanos. Bogotá tiene tres mil bici-taxistas en 150 rutas. El oficio es rentable y dinámico " Vendo hermoso bici-taxi 2009, con cupo en Bosa, cuatro paraderos. $ 1.600.000 de ¡¡ contado!!", anuncia www.bogotaevisos.com. "Fábrica y venta de bici-taxis económicos ergonómicos ,familiares ,livianos. Suspensión delantera y trasera, completamente encapotado o techo medio. Personalizo, adapto al estilo del cliente Alquiler de bici-taxi para personas discapacitadas", promociona www.anunciosclasificados.com.co.
En Cartagena se les ve cargando tubos, tablas, canastas de cerveza. "Yo lo uso para hacer trasteos, hasta puertas he llevado ahí", cuenta Wilbert sentado en una silla plástica de la tienda Los Costeños, en Villas de la Candelaria. Habla con pausas, sin el afán de los costeños. "Es espectacular lo que el omega 3 hace en sus venas. Acaba consumiendo la cultura de la grasa, la cultura del pollo, la cultura que tanto se ve en Cartagena"dice otro enseguida- "Así esss, osea que póngase trucha, póoooongase omega" publicitan en La Reina, emisora de la f.m., sintonizada en el radio de la tienda.
Wilbert es tranquilo y pausado, casi divagante. Cuando están parqueados en la avenida, es de los pocos que permanece en su coche mirando a lado y lado en busca de clientes; los demás recochan en coches vecinos. En un día puede hacerse entre 18 y 30 mil pesos, según el día de la semana. "Para mí el mejor día es el domingo la mañana, al medio día y en la tardecita son las mejores horas". Los sábados no trabaja, asiste al culto de su religión. De ocho y media a doce de la mañana, siempre; de tres a cinco y media de la tarde, a veces. Va solo casi siempre, es el único evangélico de la casa. "Hay que seguir en la lucha para que sea el señor el que los lleve a sus pies". La "lucha" la libra por su esposa y sus dos hijos, quienes no practican ninguna religión.
En el barrio hay catorce bici-taxistas más; en los ratos libres algunos se parquean junto a las ventas de minutos a hablar por celular recostados en la banca de atrás; en las noches, otros se estacionan junto a las máquinas tragamonedas a jugarse unas fichas. También en las noches, un bici-taxista temerario suele conducir su coche sobre dos ruedas. Es un espectáculo de piruetas realizadas en la calle principal del barrio, por un negro de mirada seca. Le dicen Chapa y conduce un bici color naranja.
Bravo Rasta es el nombre del bici-taxi conducido por Jorge Cárdenas, quien asegura tener cuatro hijos y 19 años. Habla siempre con una mueca en la boca, con una risita asomada en la esquina de los labios. Anda con boina en la cabeza y canguro al cinto. Conversa con tres más. El menor le quita la boina y riendo baila tres pasitos de Reggae. Jorge queda expuesto, una melena esponjada le sale de la cabeza. Los otros dos se carcajean, alternan dos pasos de champeta y chocan la mano entre risas. "Yo con los muchachos me la llevo bien porque yo les digo cosas a lo bien y ellos también lo que no comparto con ellos es ese palabrerío maluco que tienen, cuando se ponen con ese desorden allá, yo me voy".
Cinco bici-taxistas bromean bajo el sol junto a sus bicis, hablan en esa jerga cartagenera que sólo entiende un nativo. El más joven de ellos, que no pasa de dieciséis, repite en medio del bullicio "Tiene más plata una puta que esa mondá. Tiene más plata una puta que esa mondá". Wilbert limpia el parabrisas del bici-taxi a unos siete metros detrás de ellos.
En enero comenzó en el oficio y su situación económica ha mejorado. Desde que salió del Carmen de Bolívar, el pueblo donde nació, ha trabajado en Barranquilla, Maicao y en Cartagena los últimos siete años. Ha vendido minutos a celular y pastelitos en canastillas. Ahora, junto a su bici-taxi explica: "Tengo unos recorridos contratados de niños que van al colegio. Eso da estabilidad y mejora las cosas, no es que antes fuera mal, porque Dios siempre lo tiene a uno bien, pero sí está mejor". Es un hombre divagante y calmado, escribí, religioso y convencido, diría "Si algún día le llego a poner nombre a mi bici-taxi, le pondría así al frente, en letras grandes, Dios es Amor " Por Hernando Flórez participante del taller de "Cómo se escribe un periódico" que dirigió Miguel Ángel Bastenier
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