Por María Mansilla Esta mañana, Gabriela Polit comparó al cronista con un ratón. "Como entrevistadores, con mucha intuición tienen que olfatear por dónde meterse dentro de la casa del personaje", dijo, invitada a reflexionar sobre los resultados de la entrevista colectiva hecha ayer a un ex narcotraficante, hoy abogado. Alarcón reforzó la idea: reconoció qué difícil puede ser abordar a alguien de la misma clase. "Como recién empieza a ser retratada, la clase media es un terreno virgen. No la vemos porque estamos con orejeras siguiendo el meollo de lo criminal. Hay una cuestión que tiene que ver con los consumos y la relación con el dinero que es interesante, que genera una doble moral." Volviendo al método, sugirió un trueque para no fracasar con las re-preguntas: preferir el "cómo" versus el "por qué".
A la tarde, taller de escritura: lectura y edición en equipo. Hubo muchos recursos para abandonar la corrección periodística y dejar salir al cisne negro, que de eso se trata el género. Reconocer las frases-guía que llevan a un tono. Borrar los "adjetivos sicarios" y las palabras burocráticas. Reconocer a las musas traidoras. El maestro advirtió: "No alcanza con darles un Decálogo de Consejos Técnicos y Estilísticos. Lo más importante es el cambio de posición. Tiene que ver con el uso del tiempo, el compromiso con la lectura, la autocrítica permanente y la posición política que tenemos con los temas que trabajamos." Notas relacionadas Así comenzó el Taller de Crónica: narrativas de la narcocultura en América Latina "Narrar el crimen es narrar a una sociedad"