La primera vez que fui a San Basilio de Palenque, hace alrededor de tres años, conocí un tambor muy grande, tan grande que doblaba en tamaño al tambor alegre. Alguien me dijo que sonaba tan fuerte que su sonido alcanzaba a llegar hasta otros pueblos. “Este es el tambor pechiche”, dijeron. Pechiche en la costa quiere decir mimado, consentido, el pechiche de la casa. “En la casa siempre hubo pechiche… yo no sé quien lo hizo” dice Tomás. Ese era el pechiche que yo había visto, en toda la puerta de la casa de Graciela Salgado, quien para ese entonces ya había muerto. En ese momento preferí contemplarlo, pero desde hace un tiempo tuve la curiosidad por indagar sobre ese tótem de metro y medio hecho de madera y cuero de chivo.