El premio Nobel de literatura colombiano regresará a la ciudad donde construyó la única casa que hizo en su vida, a la que en 1948 le dio la oportunidad de trabajar en lo que amaba, pero que también -como él mismo contaba- en un principio lo discriminó por su colorida manera de vestir o su origen pueblerino.
Aunque será una sorpresa que ocurrirá dentro de dos semanas, todos empiezan a murmurar sobre eso. De lo que no saben. De un supuesto submarino, hidroavión o tanque de guerra; de lo que se cocina desde hace días tras los muros que encierran los enormes patios de dos casas del barrio La Cruz, al sur de la ciudad. Lo que casi nadie ha logrado develar es que al medio día del próximo sábado 12 de diciembre gruñirán intempestivamente hasta quedarse sin aliento, una y otra vez, las cornetas de un enorme barco de vapor sobre la corriente expedita y espesa del Río Magdalena, el más largo e importante de Colombia.