“La dramaturgia es una forma de la literatura y del cine aplicable también a los géneros narrativos del periodismo”. Con esta frase, Alberto Salcedo Ramos abrió la tercera jornada del Taller de crónica periodística que dicta en Buenos Aires, organizado por la FNPI y la Fundación PROA. Los 15 participantes ya tienen su reporteo avanzado. Ha llegado la hora de escribir, y cómo construir una buena escena es el quid de la cuestión.
Pero, ¿qué es en definitiva la famosa escena de la que todos los cronistas hablan? La escena es expresión mínima de la dramaturgia. Es una estructura narrativa compuesta por una unidad de tiempo, acción y lugar. ¿Y porqué narrar a través de escenas? “Porque es una manera de hacer visibles a los personajes, de acercarlos a los lectores”, dijo Salcedo Ramos.
Toda escena contiene un tiempo (lo que dura), un espacio (el lugar donde transcurre) y una acción. Cada escena tiene también un ritmo propio. En la escena el personaje entra en acción, interactúa con otros personajes y con el espacio. La dramaturgia se consolida con base en verbos conjugados, es decir, acciones.
El lector conoce al personaje a través de la escena. Una escena bien narrada logra capturar el momento en que el personaje revela su personalidad. Un repaso por la crónica Un fin de semana con Pablo Escobar, del maestro colombiano Juan José Hoyos, es el primer ejemplo que Salcedo proyecta sobre una pared. “Hoyos no dice ‘Escobar era un delirante que quería dominar a la naturaleza’. Lo muestra a través de acciones, con Escobar observando sus pájaros durmiendo sobre las ramas y contando cómo contrató a cien trabajadores para que todos los días subieran a las aves a esos árboles. ¿Qué es lo que hace Hoyos con esta escena? Mete al lector en la psiquis del personaje”.
Salcedo Ramos fue del Muhamad Alí de Gay Talese al Capablanca de Cabrera Infante. Personajes en acción, repitió el maestro como un mantra durante buena parte de la tarde. Pero también advirtió: “Hay que saber usar las escenas. No se trata de acumular todo lo que hace el personaje. Si se usa mal la escena, se debilita la historia. Cada escena debe decir algo del alma del personaje”.
Después llegó el momento de las clínicas individuales. Cada tallerista se sentó con su computadora frente al maestro. Algunos tienen un párrafo para mostrar, otros más de dos páginas. “¿Pero fuiste a su casa?”, preguntó Salcedo a uno de sus alumnos. “¿Y qué esperas? Ve a su casa, muéstrale al lector cómo vive ese hombre”. “¿Y qué es todo eso que tienes anotado en esa libreta? Cuéntame”, le dijo a una tallerista porteña. “Olvidaste los datos. Muy bonito ese párrafo, ¿pero por qué es importante ese personaje?”, le advirtió a otro joven cronista.
Las últimas horas terminaron en modo “consejo de redacción”. En la terraza de la Fundación PROA, con una hermosa vista de los puentes y el Riachuelo, los talleristas tecleaban a velocidad mientras pasaban uno a uno a sentarse con el maestro. Quedan dos días por delante y el objetivo es llegar al sábado con una historia terminada, avanzada o con algunas escenas escritas y reescritas.
“Quiero verlo en acción, muéstrame al personaje en acción”, dijo el maestro por última vez cuando la noche caía sobre Buenos Aires.