José Salgar se inició en el periodismo hace 80 años. Todo ese tiempo estuvo ligado a El Espectador, en el que comenzó su carrera a los trece años, contratado para fundir las barras de plomo para los linotipos, cuando las páginas se armaban con letras de ese metal. Desde entonces y hasta 1999 ocupó todos los cargos posibles en la redacción de El Espectador , incluyendo la jefatura de redacción por décadas. Fue dos veces director encargado, una de ellas con motivo del asesinato del director titular, Guillermo Cano, en diciembre de 1986 cuando el periódico se aproximaba a cumplir 100 años. También fue director durante quince años de El Vespertino, un diario noticioso para Bogotá de la misma casa editorial. Su columna, "El hombre de la Calle", se publicó sin interrupción por 35 años.
En 1983 le fue otorgado el Premio Simón Bolívar a la vida y obra de un periodista. Ese mismo año ganó el premio del Círculo de Periodistas de Bogotá, del que fue socio fundador y Presidente Honorario. También le ha sido concedido el premio Mergenthaler de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).
Entre 1997 y 2000 fue decano de la Escuela de Comunicación de la Universidad Sergio Arboleda, a la que estuvo vinculado durante los años siguientes como asesor. También fue asesor de El Espectador en su fase de semanario.
José Salgar nació el 21 de septiembre de 1921 en Bogotá. En su primer matrimonio, con Cecilia Vargas tuvo 4 hijos. Estvo casado en segundas nupcias con Inés Hurtado Valencia, con quien tuvo dos hijos.
¿Por qué premiarlo en la modalidad homenaje? José Salgar fue uno de los periodistas más respetados y queridos en Colombia porque dedicó sin descanso toda su vida al periodismo, desempeñando con indiscutible profesionalismo todas las posiciones posibles de la sala de redacción, sin perder jamás la humildad ni la pasión por el oficio. Es reconocido como maestro de varias generaciones de periodistas, quienes recibieron sus lecciones en la práctica cotidiana, impartidas con la sencillez y rigor de un buen jefe de redacción.
En un país como Colombia, donde la puerta giratoria entre el periodismo y el poder político siempre ha estado abierta, es todavía más significativo que Salgar no haya cedido a ninguna tentación de figuración pública y mantenido siempre un compromiso sin fisuras con el periodismo independiente.
El Espectador, su casa editorial, fue un medio que a lo largo del siglo XX se identificó como símbolo de independencia e integridad periodística, porque ejerció la libertad de expresión sin dejarse intimidar por el poder represivo de los gobiernos autoritarios, el poder coercitivo de los monopolios económicos ni el poder criminal del narcotráfico.
El Mono Salgar, como le llamaban con afecto sus colegas, fue un ejemplo de trabajo periodístico constante y de calidad, labor pedagógica en la sala de redacción, compromiso con una información que respeta al lector y con un profundo sentido social. Hecho a pulso, transitó por sus méritos todos los escalones del periodismo.