"Hemos pasado de un oficio gregario a uno más solitario. Que no hagamos esfuerzo por participar de los medios, de esas redacciones, es un dato fuerte sobre la época. Contra esa forma de la nostalgia está la idea de encontrarnos acá y por unos días simular que podemos hacer aquello que las redacciones ofrecieron". Con esta reflexión de Martín Caparrós, se abrió la discusión sobre dos proyectos de libros que intentan capturar el pasado para entender el presente. Ver ese pasado como un testimonio de época, de lo que somos. Decía William Faulkner en Requiem for a Nun: "El pasado nunca muere. No es ni siquiera pasado". El primer proyecto se ocupa de la dictadura de Luis García Meza, en los ochenta, en Bolivia, y el rol de su papá, un coronel que intenta derrocarlo bajo la idea de que el dictador ensuciaba el nombre de las fuerzas armadas. Dice Lanza: "Hacer un libro es dejar una constancia escrita de un hecho histórico. Quiero que sea un libro de consulta. La particularidad de este libro es que su mirada es más amplia, porque siempre están los buenos y los malos, y no es así. Los militares siempre fueron los malos y los civiles los buenos y yo quiero mostrar el conflicto. En Bolivia esta relación ha sido compleja, no en blanco y negro. Fue promiscua". El segundo proyecto escribe de música para camaleones. México, en cincuenta años, pasó por los años de todo el poder del PRI, la pérdida de poder del PRI, Timbiriche, Televisa en todas partes (y todo el mundo), el EZLN, un tratado de libre comercio, fútbol malo, fútbol más o menos bueno, migraciones, crímenes, chiles a mansalva. Una vida. Castro Trejo tomó una canción por año para graficar, en ese año, porqué esas músicas fueron algo memorable. Es, antes, un libro de melómano y, luego, un libro de periodista. "Yo no hice nada de reportería, soy el peor, pero en la noche me di cuenta: llevo 25 años de reportería: toda mi vida", dice Castro Trejo. "Había acabado mis estudios en Inglaterra y tenía meses libres. Una tarde escuchaba música mexicana y de repente suena "Mr. P. Mosh", de Plastilina Mosh: la canción más rara de México, como si fuera rock post TLC. Me quedó eso y en dos semanas de obsesión empecé a sacar un torrente de canciones que me llamaban la atención año por año. Cada tontería que leía me llevaba a algo y terminaron dándome un corpus. Estaba tan obsesionado que tenía que salirme de la ducha para anotar las ideas en la computadora al otro lado de la cortina". En la conversación sobre ambos proyectos surgieron estas ideas, a modo de pequeños apuntes: - En ocasiones, el autor cree estar en el tono pero está tan metido dentro de la historia que pudo haber perdido el foco, el fono, la frescura o la historia entera sin darse cuenta. Rebotarlo con otros. - Construir escenografía, posiciones, roles. Nos dan información sobre personajes, ambientes, necesarias como lectores para ubicarnos. - El texto en primera persona implica intimidad. Profundidad para el relato. La voz personal ha de estar muy marcada. - Cuando se escribe sobre un personaje cuyo perfil es crítico para la historia, su vida debe estar ahí. El perfil requiere mostrar las contradicciones de las personas, lo bien que huelen y sus gases. No puede no tener carne, sangre, sudores, besos, broncas, un día feo en el trabajo, alguna abulia. Debemos poder ver el personaje, entenderlo. Un personaje no es unidimensional. - Cuidado con el discurso técnico y de experto: suelen ser alambicados y en alguna medida elitistas, y producen confusión. - Los libros (bah, cualquier texto) exigen cuidado con las palabras. No son piedras para tirar al río porque sí. Las palabras no son inocentes. Tengan cuidado, foco, precisión en el uso. - Si vas a enunciar, muestra: la máxima del periodismo narrativo es mostrar más que decir (show, don't tell). Si enuncias algo, explícalo, detállalo, muéstralo. - Cuando se trabajan textos personales, las búsquedas propias, tan privadas, dejan de serlo: deben ser públicas. La búsqueda de respuestas del autor se convierte en parte explícita de la narrativa. - No pasen de puntillas por los temas importantes. Deben darles espacio, desarrollo, profundidad. - Usar las historias, los casos, como excusas para evocar algo más. - La elección de un tema es personalísima. Temas universales conectan más con los lectores. - Sean creativos en la elección de fuentes y su tratamiento. No escriban la misma historia una y otra vez. No saturen. La repetición de estrategias narrativas no debe verse: la carpintería va debajo de las paredes. - Cuando escribas un libro, te vas a cansar en medio. No te detengas, no te agotes. Si lo dejas, prueba volver luego, más tarde. Incluso mucho más tarde. Y al final, algunas preguntas sueltas a Martín Caparrós: -¿Cómo se te ocurre un libro? -Se me ocurren temas y tomo nota. Si insisten en quedarse, tal vez pienso que pueden ser para un libro. A mí lo que me pasa cuando trabajo en un libro es que hay un momento en que pienso estar harto del libro, y tengo ganas de empezar a trabajar en otra cosa. En general, los termino cuando ya no soporto más no trabajar en otra cosa. Ahora estoy en una especie de desilusión amorosa porque el libro que iba a trabajar, no me salió. -¿Cómo sabes que no te salió? -No sé, no puedo avanzar por donde querría, qué se yo. Pasa. Tengo como diez libros enterrados. Pero a veces resucitan. Un día que estaba desesperado sin saber qué hacer, me puse a mirar los textos de Comí y le encontré la vuelta, pero llevaba tiempo sin resolverla. Es raro porque si uno decide emprender un proyecto de estos tiene que ser consciente de que se pasará un tiempo dedicado a eso. Me parece que uno se da cuenta, no es un análisis: es una especie de existencia involuntaria. Se te ocurren cosas y no podés dejar de pensar en eso.