Dos historias, un país. Las periodistas Claudia Jardim, de Brasil, y Catalina Lobo-Guerrero, de Colombia, viven, ambas, en Caracas. Una por diez años, la otra por algo más de dos. Y ambas tienen, también, dos historias vibrantes para contar sobre Venezuela: una larga década de cómo cambió el país con Hugo Chávez y los símbolos y la construcción del poder en el país. Esas dos ideas sirvieron para surgieran varios aprendizajes durante esta sesión del Taller del Libro Periodístico de Martín Caparrós para la FNPI en la Feria Internacional del Libro de Oaxaca. La discusión de ambos proyectos abrió numerosas ideas, pero, sobre todo, el modo en que se aproxima el autor a temas larger than life, poderosos y amplísimos, y el modo en que el mismo autor construye el relato, su lugar, su mirada. Al inicio, dijo Jardim: "Me llama la atención que hay una pauta que los periódicos y agencias esperan de un corresponsal que envían a Venezuela: deben ir a corroborar lo que ellos creen que es el chavismo, y no saben si es verdad. Ahí se dibuja esta Venezuela caricaturizada, conformada por una masa de ignorantes que siguen a un populista mesiánico. Es una visión reduccionista. Yo quiero evitar, en línea con lo que decía Rodolfo Walsh, aquello de que entre la ignorancia y el prejuicio se construye la caricatura de un proceso, en este caso Venezuela". Luego dirá Lobo-Guerrero: "En Venezuela tienen esta expresión de ser la tapa del frasco, y eso es como sentirse muy importante, el centro, la última Coca-Cola del desierto. Cuando murió Chávez yo tuve esa especie de epifanía: él era la tapa del frasco. Pero ahora que la tapa había volado, ¿de qué está hecho lo que está dentro, qué conforma la Revolución Socialista Bolivariana del Siglo XXI? Quiero comprender, entender el proceso". Proyectos totalizadores como el de Hugo Chávez, que cambió completamente la dinámica de Venezuela, parecen inspirar libros igualmente ambiciosos y de voluntad absoluta. Pareciera que poner una luz breve sobre un ángulo, un matiz, un segmento que permitieron narrar no alcanzase para retratar el proceso político de la Venezuela de la última larga década. Varios temas de la charla: 1. Un libro ha de ser un proyecto ambicioso, pero realista. Los libros toman tiempo de producción, mucho tiempo de escritura y tantísimo de reescritura, edición, reenfoque. La cobertura de un gran tema puede ser realizada a partir de un buen ejemplo básico, primario. Pero es preciso acotar el marco de lo relevable. 2. En grandes historias, como los procesos políticos de larga trayectoria, la coralidad es tentadora (da amplitud, color, matiz) pero es igualmente compleja, pues también puede hacer perder la historia en una maraña. Un árbol precisa un tronco y que se le poden las ramas para mantenerse fuerte; el exceso de ramas -tramas, subtramas, múltiples personajes y focos- puede llevar a ese árbol (ese libro) a convertirse en una maraña difícil de observar. 3. Por lo mismo, las grandes (largas, complejas) historias conllevan el riesgo de volverse un rompecabezas de piezas que no encajan. 4. El autor que encare un tema debe aprovechar sus ventajas competitivas: qué tiene que nadie más posea. Acceso, profundo conocimiento de un tema, su propio talento. Es preciso elegir lo que les apasiona y gusta: no escriban historias con las que no se sientan cómodos. "Es bueno interesarse por los temas, pero no hay que dejar que los temas nos ganen", dice Caparrós. "Es bueno mantener la irritación por las injusticia pero es contraproducente la indignación holística al encarar un trabajo". 5. En ocasiones, construir el foco de una historia es elegir uno, casi con una epifanía. Pero en otras pasa por desechar ideas menos sólidas entre un paquete de enfoques posibles. Con una hipótesis clara, como en libros amplios en materia temática o que cubren largos procesos, reducir el campo: temas que agrupen temas menores; periodos de tiempo más corto; historias transversales que corten el proceso. 6. El punto es que el foco (en un libro, en una historia) es decisivo, y encontrarlo es un lío. "El problema es que cuando uno lo busca, a mí me pasa que en un momento X es tal, y me obnubilo con eso", dice Caparrós. "De modo que pienso todo en base a esa hipótesis, pero mientras doy prioridad a esa hipótesis, desdeño otras tan buenas o mejores. Ese lío siempre nos acompañará". 7. El tono, otra vez, ese animal esquivo: el tema volvió por un tercer baño en el taller. Evitar el panfleto, evitar ser -hijos de Nietzsche- el vomitivo tibio autor; tener, igual, cierta distancia. "Cada palabra importa: contribuye a construir eso que llamamos, desorientados, tono. La palabra mueve ritmos, hace alianzas y choques con las otras-, dice Caparrós. "No queremos reducir lo complejo a lo ínfimo pero sí queremos no complicar lo simple. Las palabras son unidades de sentido pero su sucesión forma unidades de sonido. Hay textos que suenan mal, que no encontraron su música. Hay que buscar las combinaciones que suenen: un idioma se construye en sus poemas".