Entrevista a Eduardo Ulibarri realizada por Antonio Díaz Oliva durante la Mesa redonda Periodismo de opinión y la agenda del desarrollo para 2030, organizada por CAF, la FNPI e IAD. Me gustaría que comenzáramos hablando del columnista, ¿cómo definiría esta corriente dentro del periodismo? Los columnistas somos una subespecie entre los periodistas de opinión. Nos caracterizamos, en mayor o menor medida, por la regularidad de nuestras publicaciones (o posts), el desarrollo de una voz y estilo propios, la apuesta por un rango acotado temas y, gracias a todo esto, el desarrollo de una gran impronta individual en lo que decimos y planteamos. Desde ella se generan afinidades muy cercanas, u hostilidades muy marcadas, de parte del público. El periodismo de opinión, principalmente desde la regularidad de las columnas, es un periodismo de autor, rango compartido, cada vez más, con los cronistas contemporáneos de América Latina. ¿Y cuál es la función de los columnistas? No creo prudente hablar de "la" función de los periodistas de opinión como un conjunto homogéneo, pero sí me atrevo a decir que su mayor relevancia surge de la capacidad que tengan para aportar, con regularidad, inteligencia, amplitud de miras, estilo eficaz, voz propia y buen sustento, ideas, visiones, críticas y luces, y de introducirlas eficazmente en esa gran cacofonía de voces que llamamos "debate público". Si lo hacemos bien, no solo añadiremos nuevas capas de pensamiento, relieves e ideas a una discusión a menudo plana; también, y quizá tan importante como lo anterior, podremos brindar pistas al público, que lo orienten en la jungla de medios e ideas dentro de la cual todos estamos inmersos. ¿Dónde está la clave principal del periodismo de opinión: comentar sobre la agenda que otros definen; generar agenda propia; o combinar ambas dimensiones? En el mundo tan diverso del periodismo de opinión, cualquiera de las posibilidades que planteas es perfectamente legítima, y con frecuencia coinciden en un mismo autor o autora. Para evaluar el desempeño en cada una de esas opciones de abordaje, recomiendo seguir la guía de Goethe en relación con los fenómenos artísticos: ¿qué se proponía hacer el creador?; ¿lo hizo bien?; ¿merecía hacerse? Si los resultados son consecuentes con la intencionalidad y, además, están bien argumentados y articulados, es probable que estemos ante un buen artículo de opinión, al margen de su origen temático o móvil personal. Planteada esta visión un tanto relativista, sin duda tengo preferencias, y trato de ser fiel a ellas. ¿Cuáles son esas preferencias? Me inclino porque en periodismo de opinión nos ocupemos de agendas relevantes, al margen de si son propias o ajenas. Esta relevancia, así como su pertinencia para una realidad de tiempo, lugares y personas específicas, es el punto de partida esencial. A veces la agenda nos "llega"; en otras ocasiones debemos buscarla y desarrollarla. No debemos desconocer al público, porque, en última instancia, es nuestra razón de ser, pero desaconsejo tratarlo con condescendencia ("aprendan lo que este aspirante a sabio dice") o con sumisión ("me pliego a sus gustos pasajeros para generar satisfacciones y tráfico inmediatos"). ¿Puede el periodismo de opinión marcar pauta? Puede, sin duda, aunque no siempre lo logra. El periodismo de opinión que se limita a "leer" (a veces distorsionar) los hechos desde un aparataje dogmático y conceptual ajeno al razonamiento riguroso y la transparencia de las ideas, difícilmente marcará pauta. A lo sumo impulsará consignas y, con ellas, a los seguidores que ya existan para ellas. El que sí puede marcar pautas de relevancia social que, a la vez, generen valor a los propios medios y autores, es ese periodismo que se libera de los simplismos, indaga a profundidad en los hechos, busca conexiones, explora impactos, salta sobre la pequeñez de los cotos cerrados, desarrolla puntos de vista sustentados por elementos fácticos verosímiles, rechaza los prejuicios y logra estructurar mensajes que no solo iluminen, sino que atrapen, y que no solo generen otras voces y pensamientos, sino que logren hacerlo con un sentido de la estética estructural y estilística que, en última instancia, es también parte de nuestra ética. En el contexto de la mesa redonda realizada en Washington DC, desde el inicio se tocó un tema clave: el volumen de información de la agenda de la ONU para el 2030. ¿Qué debe o puede hacer un periodista de opinión frente a documentos como el de la ONU? Lo primero es conocer y entender los documentos, como debemos preocuparnos por conocer y entender los hechos. Lo anterior puede sonar a lugar común, pero no lo es, porque existe una renuencia bastante generalizada, de parte de los periodistas, a analizar documentos largos y complejos, y los vinculados con la Agenda de Desarrollo 2030 tienen ambas características. Recordemos que son resultado de laboriosas negociaciones que confluyeron en consenso, algo que, en esencia, impide ser más específicos e inspiradores. Si llegamos a conocer y entender esos documentos (como recomiendo), el paso siguiente es seleccionar los aspectos que consideremos más relevantes y pertinentes en ellos, para explicarlos y asumir criterios al respecto. Idealmente, debería existir, de previo, un interés informativo que haya conducido a divulgar lo esencial de los documentos. Si así es, los enfoques de opinión pueden ser más puntuales y concentrados en las interpretaciones y puntos de vista de los respectivos autores. Si, por el contrario 'como ha ocurrido en una gran cantidad de medios latinoamericanos' el interés informativo ha sido escaso, entonces el periodista de opinión no tendrá más que ser, a la vez, divulgador, intérprete y evaluador. Es una tarea compleja, pero necesaria en estas circunstancias. ¿Cómo definiría la Agenda de Desarrollo 2030? Como un documento denso y estilísticamente convencional, con un lenguaje poco inspirador y que, por incluir tantas "prioridades" (17 objetivos y 169 metas) ha desdibujado las más importantes. A la vez, es un documento de enorme relevancia. Todo lo que está en él tiene sentido; se ha discutido ampliamente, y se ha llegado a importantes acuerdos preliminares sobre cuáles serán los medios de implementación y financiamiento de todas las aspiraciones que reflejan. Espero que, como se pretende, sea un documento transformador. La etapa que sigue es desglosar las metas en indicadores a los que se les pueda medir, dar seguimiento y, a partir de los hallazgos que vayan resultando en un lapso de 15 años, detectar debilidades, afinar estrategias y, eventualmente, asignar responsabilidades y exigir cuentas. Todo esto en dimensiones nacionales, regionales y globales. ¿Cree que ayudan o no las redes sociales a la hora de instalar los temas y debates que se buscan en la agenda de la ONU? Uno de los participantes de la mesa (Juan Carlos Iragorri) bromeó: "¿Puedes retuitear toda la agenda de la ONU en 140 caracteres?". Nada de lo anterior cabe en un tuit, pero sí me imagino uno que diga, por ejemplo, "Por su diversidad de objetivos, la Agenda de Desarrollo 2030 no es un recetario, sino un instrumento para acciones públicas bien orientadas", y que sirva de estímulo para una discusión más amplia. El ejercicio periodístico, sobre todo el de opinión, es selectivo. No puede ocurrir algo distinto en el abordaje periodístico de la Agenda 2030, tanto por la complejidad de sus componentes, sus procesos previos y los que seguirán, como porque cada medio, periodista o tuitero de a pie seleccionará, primero, si le interesan los temas y, luego, qué decir sobre ellos. Por esto, lo más importante es estimular el conocimiento de su contenido y de sus implicaciones, para que, a partir de las visiones e interpretaciones de cada cual, y de las realidades de los respectivos países, se generen debates diversos. Una de las preguntas que se hizo en el taller fue cómo nos vemos nosotros, como oficiantes del periodismo de opinión, en esta discusión. Algunas opciones: divulgadores, promotores de soluciones, contralores del desempeño de otros actores ¿qué opina? Mejor actuar eclécticamente y responder, que todas esas opciones valen, y que, como en todo ejercicio periodístico, están condicionadas por los autores, medios y circunstancias en las que se desenvuelvan. Añado, sin embargo, que no me resulta fácil imaginarme a un periodista de opinión independiente que decida convertirse en simple divulgador de un documento, cualquiera que sea este; yo, al menos, no lo haría. Es algo que corresponde a los comunicadores institucionales y, en la medida en que existan elementos de interés, a los periodistas informativos. El ejercicio de la opinión lo veo más centrado en las tareas de explorar posibles impactos; comentar sobre las prioridades; discutir las relaciones entre medios, fines y sus costos; escrutar el desempeño de los responsables; llamar a cuentas y, eventualmente, también plantear sugerencias. Nada de esto es muy distinto a las actitudes que los periodistas de opinión asumimos frente a otros fenómenos. Como toda práctica de las humanidades y ciencia sociales, el periodismo es orgánico (debe adaptarse para sobrevivir), ¿cómo mantener la vigencia y relevancia del periodismo de opinión en este escenario digital? Estoy convencido de la organicidad del periodismo, y de la enorme interrelación de factores que lo definen en cada época. A algo de esto me referí en mis respuestas anteriores, pero hay cosas que me interesa añadir. En primer lugar, la vigencia y relevancia del periodismo en general es ofrecer valor al público, para su vida como ciudadano, usuario, consumidor y, en general, participante en distintos tipos de comunidades. En el de opinión, el valor surge, esencialmente, como ya sugerí, de los ángulos, visiones, interpretaciones, ideas, estilo y conexiones que logremos desarrollar, no importa el soporte que utilicemos. Por supuesto, para distintos soportes deben existir distintos abordajes estilísticos y hasta emocionales, y debemos adaptarnos a ellos. Remito, en este sentido, a lo que dije sobre los tuits. No podemos escribir ensayos para que se lean en teléfonos móviles, pero sí cápsulas destiladas para que transmitan la esencia de un pensamiento, o de las dudas que aún tenemos sobre un tema. No voy a reproducir la cita textual de un discurso que comento en una columna de prensa escrita, porque excedería su espacio y trastrocaría el género, pero sí puedo incluir el texto completo, como "liga", en su versión digital. ¿Qué enseñanzas e ideas le dejó la mesa redonda en Washington D.C.? La mesa redonda fue un ejercicio abierto, franco, lúcido, reflexivo y, a la vez, crítico. Esto habla muy bien de la disposición y calidad de los participantes. En relación con el periodismo de opinión, la principal enseñanza es que en América Latina existen profesionales con gran capacidad para abordar los hechos, procesarlos, interpretarlos y emitir criterios independientes e inteligentes. Los que estábamos allí éramos 18, si mal no recuerdo, pero por cada uno de nosotros hay muchos más, en el ámbito de los medios "tradicionales" y, también, en el de los nuevos medios, a los que deberíamos añadir un buen grupo de quienes participan en las redes sociales virtuales a partir de sus impulsos y conocimientos personales. ¿Y sobre la Agenda de Desarrollo 2030? Se ratificó una noción que expuse antes en un artículo que publicó La Nación de Costa Rica: es un documento transformador, pero para convertir ese propósito o promesa en cambios sobre el terreno, se necesitará un enorme esfuerzo para filtrar prioridades en función de las necesidades de cada país, y para articular a la multiplicidad de actores de quienes, necesariamente, dependerá el éxito. Estamos ante un enorme mapa de ruta, todavía muy general. Precisarlo, para financiarlo, implementarlo, medirlo y valorarlo, es el próximo gran reto. A estas alturas, no me atrevo a hacer un pronóstico sobre su grado de éxito. Pero sí me atrevo a asegurar que los medios, los periodistas de opinión y todos los que participan en el debate público, serán determinantes para los avances puntuales y el resultado final.