“Eso es nativo, eso es como una tradición que tenemos allá y la mayoría, casi todo el mundo, sabe hacer trenzas”. Le pregunté sobre esa historia de las mujeres que trenzaron mapas en las cabezas, y dijeron que era así, que era verdad, que eso le contaban sus madres en San Basilio de Palenque, ese otro lugar que visitaría. Traté de que abundaran, pero no fue posible. Estaban concentradas en su trabajo.
En las mañanas, Moraima da clases a pequeños de cuarto grado, en la primaria de la Institución Educativa San Basilio de Palenque, pero siempre que hay muerto en el pueblo debe arreglárselas para ir al velorio y rezar tres veces al día. Su misión: alimentar el alma del difunto y garantizar su paso al más allá. Nada fácil –dice ella-.
Pedro Pablo Julio Miranda se disfraza de mujer para llorar a sus muertos. Cuando la tragedia llega a San Basilio de Palenque, no se viste del tradicional negro. No. Agarra sus trapos rojos, verdes, amarillos y naranjados alucinantes, collares estrambóticos y se maquilla como si fuese para un fandango fantástico. Va al sepelio y llora, pero también sabe bailarle y cantarle al ataúd… por eso tanto colorín.
La primera vez que vi una mención al bleo fue en un libro de cocina que cayó por casualidad en mis manos. Se llamaba Kumina ri Palenge pa tó paraje y lo abrí porque me atrajo el nombre, la alusión a Palenque, y porque me gusta cocinar. La receta que abría el tomo era “Aló ku toro prieto”, y al lado aparecía una foto del autor, un hombre de mediana edad, mandíbula cuadrada y mirada pícara que sostenía una muestra del plato. De nuevo, el nombre de la receta me pareció pintoresco y me causó curiosidad. Me imaginé que significaba “arroz con toro prieto”, algún tipo de arroz con carne de res, pero la traducción al castellano decía en cambio “arroz con bleo”. En 2013, el libro había sido seleccionado como mejor libro del año en el certamen internacional para libros de cocina Gourmand World Cookbook Awards, celebrado en Beijing, gracias en parte a ese, su plato estrella.
Juan reunió a sus amigos en el arroyo y les contó un secreto: estaba enamorado. La Chica, una niña de 12 años que todavía jugaba a las escondidas, a la ronda y a reconde conde la sortija, le había dicho que él también le gustaba pero que no quería casarse con nadie, ni siquiera pensaba en esas cosas. ¿Y cuál es el problema?, le preguntaron a Juan sus amigos. Él se quedó callado. Por un momento, incluso, se sintió tonto y se arrepintió de haber dicho lo que había dicho. Quedaron en jalársela esa misma tarde.
La Sala de Belleza Reina del Kongo es el único salón del Palenque San Basilio. Aquí no se viene a guardar el negro detrás de la oreja, como se dice en el Caribe, o a dejar el pelo lacio y chinito. No hay secadores de pelo, ni tenazas. Tampoco hay rolos ni orquillas. En La Reina del Kongo lo que se hace es trenzar.
En Palenque no es difícil encontrar a nadie. Basta con andar un par de cuadras, voltear a la derecha y preguntar «Disculpe, ¿la casa de perenjano?» para que alguien, apoyado en el portal te diga «sí, cómo no» o «no, dos cuadras más abajo. A la izquierda». Por las calles de tierra pisada merodean con libertad cerdos y caballos y, como en tantos pueblos del trópico, la gente se sienta alternativamente en los aleros de las casas para coger fresco y mirar lo poco que pasa en la calle en frente, o en la penumbra de las salas, donde ven en cambio televisión.
Imortalizada por Gabriel Garcia Márquez, a heroica Cartagena das Índias é traduzida em uma realidade menos fantástica além das muralhas que enclausuram a cidade. A poucos metros do cenário descascado de cartão postal, é Pedro Blas Júlio Romero quem circula à vontade como autoridade das letras. Responsável por retratar em versos a violência das guerrilhas e do exército colombiano, o poeta de 67 anos é também um dos principais ativistas a denunciar o flagrante processo de gentrificação em Getsemaní, bairro histórico da cidade, alvo da voracidade da especulação imobiliária que o faz “castrado de sol”.
Uma jovem se aproxima pelo pórtico do quintal, onde roupas penduradas secam ao sol. Sua camisa impecavelmente branca e a cruz vermelha na mala impõem uma condenação: a doença habita aquela casa. Está ali para aplicar vacinas, explica à mulher recaída numa cadeira. Não há resposta, apenas um resmungar inaudível, descrente. À sua frente, uma idosa de corpo esquálido e cabelos brancos se entretêm com os fiapos de seu vestido maltrapilho. Sem esboçar contrariedade ou compaixão, a enfermeira puxa uma cadeira, rabisca anotações e oferece as ampolas como se vendesse enciclopédias.
La Beca Gabriel García Márquez de Periodismo cultural se llevó a cabo en Cartagena de indias y San Basilio de Palenque, del 29 de agosto al 3 de septiembre de 2016.
Durante una semana 15 periodistas de diferentes partes del mundo recorrieron San Basilio de Palenque y Cartagena para entender cómo la africanía ha aportado a la cultura Caribe contemporánea.
Ellah Wakatama y Luis Rafael Sánchez, maestros invitados a la beca Gabriel García Márquez de periodismo cultural, hablan sobre la experiencia de la versión 2016, que tuvo como tema central África en el Caribe.
Jonathan Levi y Héctor Feliciano, maestros de la beca Gabriel García Márquez de periodismo cultural, hablan sobre la experiencia en Cartagena y San Basilio de Palenque.