Relatoría del taller ‘Narrar el Caribe desde la mirada de Gabo: estación Valledupar’
Reflexiones del taller que impartieron las periodistas Ana Teresa Toro y Cindy Herrera el pasado 19 y 20 de febrero en Valledupar. Esta actividad se enmarca en las actividades del programa 'De 10 a 100', que contempla cuatro talleres en la región Caribe colombiana y dos más en España y Estados Unidos.

1. El Caribe y el cuerpo
La mirada, el olfato, la atención, el tacto, la escucha. Nada de lo que demanda una reportería o creación periodística puede desvincularse del cuerpo que la hace posible. Pero en el Caribe, la relación con el cuerpo cobra una intensidad que se materializa en las reflexiones sobre el oficio y en la mirada de las autoras y los autores. “¿Cómo sentimos, tocamos, respiramos, escuchamos, olemos y miramos cultural y corpóreamente al Caribe?”, pregunta como abrebocas Cindy Herrera a los diez participantes del taller que dirige: ‘Narrar el Caribe desde la mirada de Gabo: estación Valledupar’. “El cuerpo en el Caribe hace cultura”, afirma por su parte, recordando tesis académicas, la cronista y experta invitada Ana Teresa Toro.
En la tierra del vallenato confluyeron periodistas de Barranquilla, Cartagena, Santa Marta y de la ciudad anfitriona. A partir de un repaso sobre lo que caracteriza el Caribe y los lugares comunes de ese concepto, y recordando a cada tanto el influjo de ese referente ineludible que es García Márquez, las conductoras del taller compartieron lecciones, reflexiones y consejos prácticos para periodistas que trabajan piezas de cualquier formato, en especial la escritura.
El papel del cuerpo en el Caribe
“El cuerpo en el Caribe es una herramienta para el pensamiento, la articulación y la construcción de las ideas”, dice Toro al inicio de su intervención. “¿Cómo se refleja eso en una obra? Pues obviamente en el papel que juegan los cuerpos, los sentidos, el ritmo y la musicalidad a la hora de armar los relatos. Son relatos conscientes del cuerpo, que pasan por el cuerpo antes de llegar al texto”, agrega.
“Se nos convierte en un sofisma la interpretación del Caribe. Termina todo siendo Caribe, muchas veces. Entonces, ¿qué podemos entender por el Caribe?”, pregunta Herrera. “La mirada del Caribe es múltiple, diversa, enorme”.
Más adelante, Toro hablará de la hipersensorialidad de los relatos. Herrera hace una invitación a “tocar, respirar, escuchar, oler, mirar” y a pensar “cómo culturalmente nos posicionamos en esto que llamamos Caribe”. “¿Cuáles son los límites imaginarios o geográficos para describir o develar [el cuerpo, el Caribe] en una narración?”. Es otra de las preguntas propuestas por Herrera para “desubicar la mirada”.
¿Existe una mirada del Caribe?
Herrera recuerda que “Gabo decía que todo se le reacomodaba en el momento en que pisaba el Caribe. Porque sentirse Caribe es más que una idea geográfica; tiene que ver con estar en el espacio, la forma corporal, con sentirse en él en cualquier lugar del mundo”.
“El Caribe son todos los hechos que ocurren después de la colonización”, dice. Entonces pasa a enumerar las culturas aborígenes de América en tiempos de la conquista, la llegada de africanos esclavizados y las migraciones de diferentes partes del mundo, con el dominio europeo. “Una confluencia de un montón de lenguajes”, asegura. “Y el lenguaje crea la realidad. Por eso entiendo que Gabo diga que es un periodista, más que un escritor. Él dice: ‘Yo documento. No me invento nada’”.
En el Caribe existe un “filtro intelectual” vinculado a aspectos corpóreos de la experiencia humana, lo que en algunos casos se ha llamado nuestra “animalidad” (una palabra que a Toro le gusta utilizar “en el tono más poderoso y positivo de la experiencia, y no el tono peyorativo que tuvo en el pasado”). El Caribe, incluyendo el Caribe antillano del que procede Toro, ha sido “ese gran espacio de experimentación en América Latina y del mundo”, donde han confluido diversos proyectos políticos y se ha visto el contrapeso de sus múltiples “fracasos”.
En las antillas menores se concentran los múltiples destinos de una región compuesta por un cúmulo de islas “que, más que hermanas, terminan siendo hermanastras”, y donde persisten las tensiones: “A veces se nos hace más fácil entendernos aquí, en la costa Caribe colombiana, que quizá con alguien de Curazao”.
A la hora de indagar en esa complejidad, entra el cuerpo, otra vez. ¿Por qué? “Porque inmediatamente vamos a encontrar en la música de hoy, de Rafael Cortijo, influencias de la música del Calipso, que viene de las Antillas Menores. En ese momento Cortijo está haciendo los cambios y las mezclas, en un periodo musical previo a lo que posteriormente se conocería como la salsa”.
Toro cree que eso está presente en la obra de García Márquez, pero también en la cultura de la crónica que se ha cultivado en las últimas décadas: “El cuerpo como ese punto de entrada al entendimiento, el cuerpo como ese filtro primario para entender el Caribe”. En esta región “encontramos textos hipersensoriales que le dan un valor a la experiencia, pero ese valor no es un valor absoluto: tiene que pasar por la prueba y el filtro de la investigación, el rigor periodístico y la cuestión ética”.
Dos frases de Gabo sobre el oficio periodístico
“Uno tiene que trabajar con sus propias realidades, eso no tiene remedio. El escritor que no trabaje con su propia realidad, con sus propias experiencias, está mal, anda mal”.
‘Gabriel García Márquez: diez mil años de literatura’ - Revista Bohemia, febrero de 1979.
“Cuando quiero escribir algo es porque siento que eso merece ser contado. Más aún, cuando escribo un cuento es porque a mí me gustaría leerlo”.
‘Gabriel García Márquez’ - 7 Voces, junio de 1971.
Ejercicio de mirada
“Mirar a Gabo significa darle la vuelta a la mirada, quitar la mirada de donde casi siempre la ponemos”, dice Herrera tras leer las frases citadas. A partir de las reflexiones iniciales, propuso a los participantes “tomar los objetos y mirarlos de una manera en la que no hayan sido vistos”. Porque, como tanto ella como Toro enfatizaron, mirar el cuerpo es también mirar los otros cuerpos (vivos y no vivos): “Un objeto me puede revelar toda una cosmogonía, una atmósfera completa de lo que implica estar en el Caribe”.
Ejercicio: tomar un objeto que creamos extraño “para pertenecer al Caribe”.
Explicar en cinco líneas cómo llegó a ese lugar.
Ejemplo: “Un parlante en un plantío de arroz”
Los participantes escribieron textos sobre acordeones en playas; sobre una mecedora solitaria que recibe una centella; sobre un teléfono celular que graba la crucifixión y muerte de Jesús.
2. Lecciones periodísticas
La importancia de la precisión en la construcción de la voz
Hablar sobre las herramientas periodísticas puede ser un diálogo “técnico, matemático, mecánico” o puede ser “subjetivo, artístico, poético, lúdico”. Toro cree que una crónica requiere una “receta justa” de ambas. En el taller, recurrió a dos citas de García Márquez para ilustrarlo.
“Considero al periodismo como un género literario al mismo nivel que la novela, la poesía, el cuento y el teatro. Y es importante porque es un género literario con los pies puestos sobre la tierra. La literatura permite evadirse, pero con la formación periodística un cable lo retiene a uno en el suelo”.
‘Me gustaría más cantar que escribir’ - Cosas, octubre de 1995
“La grabadora es la culpable de la magnificación viciosa de la entrevista. La radio y la televisión, por su naturaleza misma, la convirtieron en el género supremo, pero también la prensa escrita parece compartir la idea equivocada de que la voz de la verdad no es tanto la del periodista que vio como la del entrevistado que declaró. Para muchos redactores de periódicos la transcripción es la prueba de fuego: confunden el sonido de las palabras, tropiezan con la semántica, naufragan en la ortografía y mueren por el infarto de la sintaxis. Tal vez la solución sea que se vuelva a la pobre libretita de notas para que el periodista vaya editando con su inteligencia a medida que escucha, y le deje a la grabadora su verdadera categoría de testigo invaluable”.
‘El mejor oficio del mundo’, 1996
Según Toro, son ideas sencillas que invitan a añadir “un filtro de conciencia” al trabajo. Al armar una crónica, nos apoyamos en la memoria de “haber participado en un evento, conversado con una persona o haber estado físicamente en un lugar”. Pero a veces hay que dudar de la memoria y conviene sacar fotos, registrar con grabadora o tomar apuntes, ya que “se nos va a olvidar si la camiseta era amarilla o verde”, o el nombre o apellido de alguien, o si estás hablando de una mecedora, un sillón o un sofá; y precisar es crucial a la hora de formar el relato.
“El detalle abona a la construcción de la realidad. Abona además a la economía en el uso de las palabras”, dice Toro. “Lo específico te permite ampliar la descripción en unos aspectos porque has ahorrado yendo a lo concreto. En la precisión no solamente hay un respeto por la realidad que tratamos de contar, también hay una mayor posibilidad de invitar a los lectores como nosotros a entrar en los espacios que se narran”, agrega. Eso también permite que lo escrito o narrado pase por el filtro de una mirada propia: “El filtro del Caribe, de la experiencia personal y de la voz narrativa son especificidades que van construyendo en gran medida una voz”.
Usa la grabadora, pero no te fíes de ella
“Las herramientas también son cosas sobre las que descansamos. Al usarlas, nuestro sentido toma una vacación”, dice Toro. Sobre la grabadora recomendó tenerla a la mano. ”Pero no te fíes de ella: piensa que todo lo que estás grabando se va a borrar. No la revisites hasta que mires tus notas y coloques en ese texto la colección de frases que sabes que son las más memorables. Porque cuando vivimos una experiencia, vamos haciendo una edición de la experiencia. Y lo hacemos todos los días, como al contarle a tu amiga, pareja o a tu madre qué te pasó hoy”. Es una forma de “editar mientras escuchamos, mientras experimentamos, vivimos y narramos”. Es una “selección natural que hacemos de aquello que es relevante y vamos a recortar para que tenga sentido para otra persona, y hace parte del filtro de la mirada”.
Contar desde el placer y el gozo
La invitación que hace Toro es a no descansar en otra herramienta que el cuerpo. “Por eso es tan importante pensar en muchos de los textos de García Márquez como textos en los que previo a la escritura hubo sudor. Son textos que uno dice ‘esta persona pasó un calor o gozó’. O sea, hubo un cuerpo que vivió, experimentó y sintió, y eso se ve reflejado en el texto”.
Según Toro, esa idea del cuerpo (sobre la que machacará “hasta el fin de los tiempos”) es contraria a los cánones establecidos. “Lo que muchas veces imaginamos y conceptualizamos como un ejercicio intelectual válido, propio y digno, está totalmente desvinculado de la experiencia del cuerpo”. Por el contrario, “la crónica caribeña, la literatura de García Márquez y el trabajo de muchos periodistas reivindica y celebra el cuerpo, no necesariamente desde la perspectiva del cuerpo que sufre, también un cuerpo que goza mucho”.
Desde “el gozo y el placer, y el placer atado al amor, es posible contar realidades muy terribles”.
Fijarse en lo ‘insignificante’
Al pensar en la cultura que narramos o la cultura en la que nos sumergimos es importante ver por dónde entrar. Toro citó como ejemplo el texto “No es una vaca cualquiera”, que hace parte de las columnas del volumen Textos costeños, de Gabriel García Márquez. La columna trata de una vaca acostada que paraliza el flujo en el centro de Barranquilla, por entonces una ciudad en crecimiento, de mediados de siglo XX, con vocación ganadera, donde los animales empiezan a ser desplazados y suscitan debates sobre su lugar. “Es la mirada de un cronista, la mirada del autor, de aquel que sabe que las cosas no son sólo las cosas, sino que hay unas narrativas que se unen a ellas. Y es la absoluta valentía de un hombre decir: ‘¿Saben qué? yo me voy a fijar en esta insignificante vaca’”.
Aspirar a lo artístico
Hay maestros del oficio –Toro menciona a Leila Guerriero– que dicen que no les interesan textos periodísticos que no aporten o que no aspiren a ser una obra de arte. “Creo que hay textos que no aspiran a serlo y tienen una función social valiosa, y no son enteramente descartables”, dice Toro. Y agrega: “Pero me quedo con la aspiración”. Es importante “aspirar a que la experiencia de la estética y de lo artístico pase por esto que estoy contando, para que tenga y cumpla su efecto en la mayor medida posible. Es algo a lo que podemos aspirar constantemente y en lo que tal vez fracasaremos la mayoría de las veces”.
Estar atento al foco o múltiples focos de tu historia
Cuando se habla del foco de una historia, muchos aseguran que lo tienen claro: el escenario, los protagonistas, la entrevista, etcétera. Sin embargo, el foco puede cambiar en la medida en que investigas y redactas, y hay que estar atento a esa posibilidad, dice Toro. “Casi siempre pensamos que la historia primaria es la que va a revelar aquello que es más importante, y de pronto te topas con el taxista de un funcionario y resulta que en él hay un cambio de mirada, un cambio de foco que puede ser mucho más importante”.
Un ejemplo de ello es la famosa crónica de Gay Talese, “Frank Sinatra tiene un resfriado”, “un perfil estupendo armado a través de la mirada de un foco que es plural”, dice Toro. “Y un foco puede ser una vista panorámica que vamos visitando de estación en estación, eso ocurre cuando construimos los textos tomando en cuenta las estructuras narrativas tradicionales”. Si vamos a armar un texto, podemos establecer una larga línea compuesta por una espina dorsal, un corazón y un piso. “Pero en esa larga línea podemos abrir una ventana, detenernos un rato, construir ese universo y eventualmente salir. Y luego podemos abrir otra ventana que se conecta con la anterior y luego volver”.
Es necesario, dice Toro, “desenfocarnos un momento para enfocar un poco más en algo que es relevante a la historia principal. Entonces, esos permisos creativos y narrativos dan una conciencia, y terminan siendo mucho más eficientes en el diseño de la historia”.
Una maqueta no es una camisa de fuerza
Según Toro, todos tenemos formas distintas de maquetar una historia. “Yo hago bosquejos, cuadritos, dibujitos, dependiendo de cómo quiera armar la historia. Como bien saben, al final la historia hace lo que le da la gana”, dice. Pero es importante “tener esa maquetación, porque hay momentos en que estamos escribiendo una historia como lanzándonos a un mar abierto”. Llega un momento en que no hay un punto para detenerse. La maqueta puede funcionar para detenerse, volver y retomar las rutas.
Sobre la duda (y la exageración de la duda)
“A veces pensamos que la crónica no es el lugar para dudar, que tenemos que venir casi que con un informe de datos. Pero pienso que, si hay un espacio en que la duda es bienvenida, es en el periodismo literario. Otra cosa es regodearse en la duda para no decir nada”.
A veces se duda de la propia autoridad narrativa para contar. Toro dice que ocurre más en mujeres. “Es una de mis batallas: pasa mucho que, a veces, hay una duda de la propia autoridad narrativa y en lugar de decir: tal cosa ‘se veía’ así, se dice ‘parecería’. O sea, vamos suavizando la percepción”. Toro explica que es un tema de la voz narrativa y del machismo. “La voz de las mujeres con autoría entra mucho más tarde y todavía está entrando, y de pronto son sutilezas en el uso del lenguaje, ante la duda de la autoridad, para decir tal cosa”.
Cuando tocamos un ‘nervio social’
A veces sucede que un trabajo periodístico genera emoción y debate, comentarios elogiosos y furibundos a la vez. “Tocar un nervio social es una sensación maravillosa que pocas veces como escritores vamos a tener la ocasión de hacer”, dice Toro. “Casi siempre ocurre por accidente”, pero cuando sucede viene en forma de una “cancelación en red” o “un extraño y excesivo gusto por el texto”. Toro dice que ninguna de las dos cosas deben tomarse en serio. “Si te tomas muy en serio los halagos, vas por el camino de la amargura cuando te despedacen”.
Cuidado con las falsas equivalencias
Toro se refirió a las falsas equivalencias que a veces ocurren en el periodismo: cuando se pretende darle espacio a la voz de una víctima al lado de la voz del victimario para supuestamente completar una historia. Es un tema con múltiples aristas:
- La agenda. “Todos tenemos una agenda, lo importante es que sea tuya. ¿Cuál es tu agenda? Uno tiene que tener agendas concretas en el caso del periodismo que queremos cultivar”.
- Los lados de la historia. “Cuando digo falsas equivalencias me refiero a esta insistencia en las escuelas de periodismo en crear oposiciones, en aspirar a imposibles objetividades, en buscar el otro lado de la historia . Hay historias que tienen un lado, por ejemplo el racismo. Hay historias que tienen veinte lados, la pedofilia puede ser una de esas historias”.
- Los derechos humanos. Para empezar, el periodismo está del lado de los derechos humanos. Instalarse allí “facilita muchísimo a la hora de buscar posicionamiento”.
- La necesidad (estomacal) de entender. “Cuando uno entra en este modo de vivir y modo de ver la vida que es el periodismo, hay una necesidad muy estomacal de entender y contar una humanidad. Lo que pasa es que no podemos ser selectivos, buscar entender la humanidad que me cae bien, pero no la humanidad, por ejemplo, del pedófilo. Puedes tener tu lugar y posicionamiento moral y ético como persona, pero como periodista suele primar la curiosidad por entender eso que nos puede parecer prohibido o aberrante. La búsqueda de ese entendimiento te coloca en una posición en la que, aunque tienes tu juicio, puedes ponerlo en suspenso para entender y luego usarlo para contextualizar”. Toro puso el ejemplo de la crónica “El sí de los niños”, de Martín Caparrós, que aborda la prostitución infantil en Sri Lanka sin dejar de lado el conflicto ético y las reflexiones del propio autor.
La anécdota y la experiencia personal no son suficientes
Muchas veces las crónicas suelen poner mucho peso al yo del autor, a lo anecdótico y a la experiencia personal. “Y lo anecdótico y la experiencia tienen un gran valor que se sostiene sobre nada. La experiencia personal o la experiencia de una comunidad no es barómetro suficiente para explicar la complejidad de una realidad. Ahí es cuando entra el trabajo periodístico”, afirma Toro.
Para que las anécdotas no sean una selección a dedo que cumpla el capricho de alguien para decir que tal cosa es mala o buena, “tiene que haber toda una documentación histórica, económica, social y política, relevante, que puedas meter por debajo de esas anécdotas y las sustente”.
El título debe cumplir la promesa
“El título es una especie de promesa”, dice Toro. “Cuando no se cumple, el texto fracasa, te decepciona”. Lo vemos diariamente: títulos ‘click bait’, engañosos, que al dar clic resultan no ser nada de lo que prometen. Toro dice que “funcionan los títulos que responden a nuestra oralidad, en verso alejandrino, octosílabos, que son muy funcionales porque es la forma en la que en el español tomamos aire y hacemos pausas al decir las palabras en nuestro idioma”. No se trata, aclaró, de estar contando sílabas al hacer un título, sino que “conviene mantenerse leyendo poesía, escuchando música para afinar el oído porque ese oído va a saber lo que más funciona antes de cualquier contenido”. Son temas aparentemente mecánicos, pero están dentro de cada uno y son parte de nuestra cultura, dice Toro. “A veces el título se vuelve una promesa demasiado evidente y pierde su carácter de seducción. Entonces la economía del lenguaje, el recurso de la poesía, la búsqueda del ritmo, te llevan a encontrar un título que pueda prometer algo, pero además prometerlo de una forma seductora”.
Entrevistas a pie
Toro recomienda: “Pensemos como autores caribeños: las entrevistas caminando, que era algo que García Márquez hacía mucho, suelen generar una confianza en el diálogo. Se vuelven menos antagónicas, al no mirarnos de frente. Es el alivio de suspender la mirada para contar lo que está más adentro. Es una herramienta sencilla: ‘Te invito a caminar por el parque, un paseo, qué sé yo’. Y llegamos a otro lugar. Al ir de un lugar a otro, el pensamiento se mueve con tu cuerpo”.
Investigar es también una entrevista. “Hay que ir a hablar con los objetos, con las fotografías, con los archivos, hablar y literalmente hacerle una entrevista a esas cosas”, dice Toro.
3. Principios para construir relatos éticamente responsables
“Escribir y construir historias cultural y éticamente responsables no significa coartar la capacidad de atender a la verosimilitud de un pacto (ficcional, autobiográfico o de verdad), y por ende a las formas de acercamiento que nos da determinada cultura, sino crear una consciencia del oficio humano con el que trabajamos, y lo que conlleva ser el puente o mediador entre lo que se narra y la producción que contiene lo narrado”, dice Cindy Herrera.
Una parte de esa consciencia en el oficio pasa por:
- Escuchar las voces locales: no hablar por otros, sino amplificar sus perspectivas.
- Contextualizar históricamente: evitar la descontextualización que pueda llevar a estereotipos.
- Evitar el extractivismo narrativo: no usar historias de comunidades solo para beneficio personal
- Cuidar la representación: evitar exotización y simplificaciones.
- Cuidar la documentación: verificar fuentes y ser transparente con los procesos de recolección de información.
Los tipos de narrador son importantes para hacernos más conscientes de lo que hacemos al construir una historia. Herrera enlistó los siguientes:
- Narrador autodiegético: primera persona, personaje narrador, está dentro de la historia.
- Narrador heterodiegético: tercera persona, está por fuera de la historia.
- Narrador homodiegético: primera, segunda, tercera persona, está dentro de la historia.
- Narrador omnisciente: todo lo ve, todo lo sabe.
- Narrador objetivo: narra fríamente el hecho, no juzga.
- Narrador testigo: sabe lo que ha visto.
- Narrador protagonista: cuenta la historia desde su perspectiva en primera persona y como personaje central.
Conoce más sobre las lecciones éticas del taller con Cindy Herrera y Ana Teresa Toro
4. Desde una mirada caribeña y garciamarqueana
Contar ‘lo humano’ y lo ‘no humano’
En distintos momentos del taller, Cindy Herrera y Ana Teresa Toro mencionan la importancia de cultivar una mirada que trascienda los lugares comunes sobre el cuerpo y sobre dónde enfocar las narraciones. “Cuando pensamos en los cuerpos casi siempre nos vamos a lo humano y dejamos de lado lo no humano”, dice Herrera. Como ejemplo, mencionó el rito del lumbalú (ritual fúnebre de la cultura palenquera que honra la memoria de un difunto o difunta), en el que “el tambor como objeto se convierte en una suerte de extensión del propio cuerpo. Nunca es solo el tambor”, agregó. En el lumbalú “habitan sonidos y sensibilidades que de alguna manera se devuelven al cuerpo que lo toca, y viceversa”. Existe “un avivamiento, una comunicación que se da para generar los lamentos, los alabados, que al final pertenecen a esa construcción del territorio que está a través de la práctica sonora del lumbalú”.
Este mismo enfoque lo sostiene Toro al hablar de “una mirada caribeña, una mirada adecuada con relación a cómo vamos a relacionarnos, no solamente con el territorio o el espacio, sino con pensar los objetos como una especie de cuerpo que interactúa con la realidad”. Agrega: “Si hacemos un recorrido con una persona y nos metemos en un mercado, no solo hay que fijarse en su rostro o sus gestos; miremos qué objeto le llama la atención, qué agarra con las manos, qué toca. Todo eso nos da información sobre las personas. El modo en que interactuamos con lo que no está animado, habla del cuerpo que sí lo está”.
Atravesar al lector
Herrera dice que al pensar a García Márquez desde lo sonoro, inclusive más allá del vallenato, se encuentran formas diferentes “de mirar, observar y sentir el Caribe” de las que el autor intentaba hablar. “Las formas de percibir las realidades, además de las experiencias propias que atraviesan lo que narramos, tienen que convertirse en una experiencia colectiva para que pueda ingresar al lugar del lector. Ese es nuestro trabajo. El problema no es que la historia me atraviese a mí: es cómo la historia que me atraviesa a mí puede atravesar a otros y otras”, afirma Herrera.
Despertar el deseo de seguir leyendo
“Cuando Gabo cuenta, comienza a invertir los tiempos y a fluir en ellos de manera magistral”. Por eso, añade Herrera, no es fortuito el comienzo de Crónica de una muerte anunciada: “narrar desde el hecho de la muerte del personaje, desde la conclusión, implicaba no solo que el lector se enganchara, sino que podía generar el interrogante: ¿como lo hizo, cómo pasó? Es una pregunta periodística”.
Escuchar con todo el cuerpo
La escucha durante una entrevista es “un verbo activo”. Al estar en escena “escucha hasta tu pelo”, dice Herrera. “No es una metáfora: es el cuerpo entero siendo sensible a lo que está pasando a través de la boca, los ojos, los oídos de ese otro que entra en concordancia contigo”. Herrera habla de eso para destacar “la concentración plena” que más tarde se decanta en el trabajo periodístico.
También es importante el silencio, como subraya Toro. “Hace falta una conciencia del silencio necesario, del silencio propio para que sea la voz de la otra persona la que ocupe el espacio. Entonces callarse, estar en silencio es muy importante porque en la entrevista también corremos el peligro de divertirnos tanto escuchándonos a nosotros mismos”.
5. El perfil, la selección, la novedad, la crítica
Afinar la mirada al hacer un perfil
Es imposible abarcar la totalidad de una persona o de un carácter en una pieza periodística, pero el desafío es dar con el enfoque más pertinente. ¿Qué tipo de mirada queremos dar? ¿Es un perfil “en 360 grados” o se trata de “un aspecto o detalle” del mismo?, se pregunta Toro. Como ejemplo, menciona un trabajo de la periodista Carol Pires sobre el expresidente uruguayo José Mujica: “Un perfil maravilloso, porque Pires va a entrevistarlo en un momento en el que había muerto un amigo cercano, estaba triste y su forma de ser totalmente transformada”. La periodista se vale de ese detalle biográfico para dar cuenta de una faceta poco conocida del político. Toro dice que optar por mirar desde determinado lugar, y no necesariamente de cada aspecto biográfico de una vida, puede funcionar más que el método de “tratar de abarcar tanto que no abarques nada”. Entonces “afinar el foco es una decisión consciente que podemos tomar a la hora de construir un perfil”.
Seleccionar lo que queremos contar
En recintos como el Congreso, la Cámara de Diputados o el Senado, los cubrimientos suelen limitarse a decir que se aprobó o no se aprobó tal cosa; que tal persona protestó y tal otro dijo. Pero estos son hechos que cualquiera puede ver en las transmisiones directas. Hay otras cosas menos evidentes. Por ejemplo: lo que transcurre tras bambalinas, la larga fila para tomar café mientras se desarrolla un proceso, o que cinco minutos antes de que empezara la sesión en el Congreso se entregaron los mamotretos de documentos que se debían haber leído para tomar una decisión que se tomaría en cinco minutos. Dice Toro que “esa torpeza del proceso burocrático es mucho más relevante, importante e interesante”, y contiene una imagen elocuente sobre “la forma en que se toman decisiones que nos afectan diariamente”. La mirada es también “un ejercicio de selección”.
No se descubre la rueda a cada rato
Con frecuencia vemos en periodismo “que todo el mundo descubre la rueda cada dos semanas”, dice Toro. Pero vale la pena preguntarse si determinado evento ocurrió realmente por primera vez, y evitar los lugares comunes al respecto, como al afirmar –sin saber o sin sopesarlo– que un hecho es “sin precedentes en la historia”. Se trata de “frases hechas que establecen unas pautas de la realidad absolutamente falsas”. Cuando algo es nuevo, asombroso, sorpresivo, decirlo le añade “una capa adicional de lectura y de interpretación”.
La valoración crítica
La crítica en el periodismo cultural ha enfrentado varios desafíos: la “desacralización absoluta”, la “reconstrucción telefónica” y una suerte de listado de recomendaciones o juicios sobre la calidad —o falta de calidad— de una pieza. Este último enfoque ha sido especialmente relevante para cuestionar las miradas eurocéntricas que, al mismo tiempo, validaban y despreciaban diversas manifestaciones artísticas.
El “riesgo natural” es alejarnos demasiado de aquellos elementos que hacen “soberana y completa” a una obra. “Ese tipo de conversación no está resuelta en la crítica contemporánea”, señala Toro, quien ve en este dilema un posible punto de entrada para quienes se adentren en el periodismo cultural, y destaca la importancia del criterio del periodista en este ámbito: “Siempre vamos a apostar por una pluralidad de voces, pero también hay que ver dentro de la pluralidad de voces, y dentro de la masividad de las cosas, dónde queda la valoración o el debate en términos estéticos y artísticos, y cuáles son los valores artísticos que van a definir el momento presente y el momento futuro”.
6. Tres recomendaciones finales
Tener conciencia de los límites y sesgos
Ana Teresa Toro comparte un fragmento del ensayo Esto es el agua de David Foster Wallace (en traducción de Pablo Robles Gastélum): “Están dos peces nadando uno junto al otro cuando se topan con un pez más viejo nadando en sentido contrario, quien los saluda y dice ‘Buen día, muchachos. ¿Cómo está el agua?’ Los dos peces siguen nadando hasta que después de un tiempo uno voltea hacia el otro y pregunta ‘¿Qué demonios es el agua?’”
A partir de ese extracto se refiere al lugar donde se sitúan los periodistas en el ejercicio de su labor. “Hay que estacionarse en la conciencia de que estamos en un agua que no podemos ver del todo”. Esto significa que “voy a escribir consciente de mis sesgos, de que hay una serie de prejuicios que van a estar aquí y van a definir no solamente mi selección de entrevistados, sino también el camino y la ruta por la que vamos a establecer la investigación”. Herrera llama la atención sobre el mismo asunto: “Entre más consciente sea uno de las herramientas que va a utilizar a la hora de narrar, es más probable que pueda jugar, quitar, poner, etcétera”.
Salir a mirar
En tiempos de redes sociales los periodistas dejan menos su escritorio. “Casi nunca salimos al mundo para comprobar la realidad, sea como sea que definamos eso. Uno sale al mundo a confirmar sospechas”, dice Toro. Este es un primer sesgo y un primer prejuicio importante. Existen sospechas, creencias, intuiciones, y se va a los lugares a confirmar lo que uno cree.
Otro acercamiento consiste en “ir a un lugar cuyas aguas nos son totalmente desconocidas, entonces vamos con nuestra propia agua a tratar de entender y a tratar de hacer”; vamos “a utilizar nuestros referentes para describir aquel espacio que nos parece ajeno”. Por supuesto que existen posibilidades intermedias, pero el agua se va poniendo más turbia en la medida en que nos vamos alejando o acercando, explica Toro.
Darle al lector lo necesario para hacer una lectura propia
“Como lectores no queremos que nos metan la comida en la boca: queremos morder y decidir”, dice Toro.