Uno de los recursos que usa y recomienda Alberto Salcedo Ramos para contar una historia sin aburrir al lector es crear escenas. Sin embargo, el cronista colombiano aconseja recurrir a esta técnica, adoptada del cine, solo cuando sea imprescindible, pues “el exceso de imágenes visuales en la literatura (o en el periodismo literario) puede ser contraproducente”.
El manejo apropiado de las escenas será uno de los temas que abordará el maestro durante el Taller de crónica periodística en Buenos Aires a través de ejercicios de reportería y escritura. Este taller es organizado por la FNPI- Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano y la Fundación PROA. Postula aquí hasta el 12 de julio.
Salcedo Ramos comparte un abrebocas de sus consejos para encontrar, crear y saber cuándo evitar las escenas:
1. Utilice las escenas para mostrar algo que de otro modo no podría mostrarse. De lo contrario, evítelas.
2. Pregúntese siempre si la escena es conveniente y si añade veracidad y verosimilitud.
3. Si al evitar la escena y ser directo, el texto gana fuerza es porque el recurso de la escena es innecesario.
4. Enriquezca su presente con él (los) personaje (s). Las escenas de las que uno es testigo son mucho más creíbles y verosímiles.
5. Asegúrese de suministrar sólo los detalles que pueda hacer creíbles.
6. Evite la narratofilia. No todo es susceptible de ser narrado.
7. Dele un sentido a su escena. Recuerde que la escena por sí misma tiene poco valor periodístico. Hay que buscarle un contexto para que gane fuerza y poder de comunicación.
8. Evite los adornos. Piense en lo orgánico, en lo necesario.
9. Tenga ritmo. La lentitud en las acciones ahuyenta al lector.
10. Narre conflictos.
El cine y la crónica
Salcedo Ramos presenta un ejemplo de cómo las técnicas de la pantalla grande pueden trasladarse de manera adecuada a la crónica escrita: la primera escena de El Padrino y los primeros párrafos de “Un fin de semana con Pablo Escobar”, del periodista colombiano Juan José Hoyos.
“En la primera escena aparece Amerigo Bonasera hablándole a alguien que el público no ve. Durante más de tres minutos Bonasera le pide a ese ser al que no vemos que haga justicia, pues su hija fue violada por dos tipos. Francis Ford Coppola nos oculta en principio el rostro del ser al que se dirige Bonasera, porque de ese modo resalta su poder. De entrada se nos revela que el Padrino es como Dios: aunque no lo veamos es omnipresente y omnipotente.
Un fin de semana con Pablo Escobar
Era un sábado de enero de 1983 y hacía calor. En el aire se sentía la humedad de la brisa que venía del río Magdalena. Alrededor de la casa, situada en el centro de la hacienda, había muchos árboles cuyas hojas de color verde oscuro se movían con el viento. De pronto, cuando la luz del sol empezó a desvanecerse, centenares de aves blancas comenzaron a llegar volando por el cielo azul, y caminando por la tierra oscura, y una tras otra se fueron posando sobre las ramas de los árboles como obedeciendo a un designio desconocido. En cosa de unos minutos, los árboles estaban atestados de aves de plumas blancas. Por momentos, parecían copos de nieve que habían caído del cielo de forma inverosímil y repentina en aquel paisaje del trópico. Sentado en una mesa, junto a la piscina, mirando el espectáculo de las aves que se recogían a dormir en los árboles, estaba el dueño de la casa y de la hacienda, Pablo Escobar Gaviria, un hombre del que los colombianos jamás habían oído hablar antes de las elecciones de 1982, cuando la aparición de su nombre en las listas de aspirantes al Congreso por el Partido Liberal desató una dura controversia en las filas del Nuevo Liberalismo, movimiento dirigido entonces por Luis Carlos Galán Sarmiento.
—A usted le puede parecer muy fácil –dijo Pablo Escobar, contemplando las aves posadas en silencio sobre las ramas de los árboles.
Luego agregó mirando el paisaje, como si fuera el mismo dios:
—No se imagina lo verraco que fue subir esos animales todos los días hasta los árboles para que se acostumbraran a dormir así. Necesité más de cien trabajadores para hacer eso…. Nos demoramos varias semanas.
“El cine es rico en estos recursos que enriquecen la narrativa literaria. Juan José Hoyos, en la crónica ‘Un fin de semana con Pablo Escobar’ utiliza el mismo recurso de Coppola. Al principio aparecen unas garzas blancas posándose en las copas de unos árboles, y sólo en el tercer párrafo entra en acción Pablo Escobar diciendo que él contrató cien hombres para que les enseñaran a esas garzas a dormir de día. Al ocultarlo en los primeros párrafos Juan José Hoyos resalta su poder”.