“En la historia que tengo se cruzan todas las condiciones para contar cómo se ejerce el machismo en un pueblo”, dice Cristian Alarcón. El último día del Taller de libros periodísticos que dicta Martín Caparrós en Buenos Aires ha comenzado. Alarcón, el director de la revista digital Anfibia, es el último, entre nueve participantes, en presentar su proyecto: una crónica situada en la Patagonia.
“La idea de contar un pueblo se relaciona con mis otros dos libros”, sigue Alarcón, refiriéndose a Cuando me muera quiero que me toquen cumbia y a Si me querés, quereme transa. “Son historias casi rurales: con su matriz sumamente latinoamericana la violencia rural me impulsa para escribir”.
Caparrós propone trabajar sobre un nivel general de este libro: la estructura. Alarcón sugiere: “El eje podrían ser las 24 horas previas al episodio más importante de la historia”.
A Caparrós le gusta la idea. “Yo escribiría ese hilo y después iría metiendo lo demás en el medio”, dice.
Ideas para renovar las formas
En la segunda mitad de la jornada, Caparrós propone una ronda para que todos los participantes cuenten cómo ha evolucionado su proyecto en estos días. Para la mayoría, el resultado es muy edificante: sus libros periodísticos han adquirido una forma resuelta con las propuestas del maestro.
Los últimos temas se suceden. La mesa es como un dream team de autores dirigidos en el debate por Caparrós.
En un momento, él explica por qué el Nuevo Periodismo ya no es tan nuevo, y qué podemos hacer para honrar su espíritu. “Esa cosa tan vieja que todavía llamamos Nuevo Periodismo apareció en los años ’50”, dice Caparrós, “cuando una generación de periodistas tomó formas literarias para contar la realidad: cierto realismo social norteamericano de los años ’20 o ‘30, como la novela negra”.
“Me inquieta ver que no retomemos el procedimiento, sino los resultados del procedimiento”, sigue. “Buena parte de lo que llamamos ‘crónica’ se escribe como escribían Tom Wolfe, Truman Capote o Rodolfo Walsh. Pero lo que me parece más importante es recuperar el procedimiento, que es amplio y generoso, de contar la realidad de un modo distinto: en El interior lo intenté con paisajes que son haikus, perfiles en ritmo poético, fragmentos que son como fluir de la conciencia y así sucesivamente”.
¿En dónde más están hoy esos procedimientos? “La gente que hace cómic o multimedia también lo intenta”, dice Caparrós. “La literatura es ancha y no ajena”.
Otro de sus consejos en este bloque variado tiene que ver con los verbos. “Es muy común que uno esté escribiendo en un tiempo verbal y que se pase a otro”, dice. “Siempre es recomendable hacer un buen ‘peinado de tiempos’, es un tema al que hay que prestarle atención”. Y propone también evitar los verbos impersonales y pasivos porque descargan la responsabilidad de la acción. “Los verbos están realizados por sujetos”, dice.
“¿Siempre has tenido el titular antes que la historia?”, le pregunta Cristina García Casado, y Caparrós dice que no. “Una sola vez en mi vida me pasó eso de tener el título antes que cualquier otra cosa”, explica. “Había música en mi casa y escuché la frase ‘un día en la vida de Dios’, que suena bien pero es un disparate. Quise hacer una novela y me la inventé. Fue deliberado”.
Por último, el maestro echa un vistazo a algo escrito por un participante y se para en un pequeño pasaje donde se lee “… los huesos trizados…”.
“¿Son convenientes las palabras ante las que uno se tiene que detener a pensar?”, pregunta Caparrós. “A veces le dan al libro un toque de elegancia o exotismo, cierto sabor. Pero otras veces interrumpen el flujo de lectura. Hay que preguntarse en qué medida vale la pena sorprender con palabras. Cuando yo era chico usaba una cantidad inverecunda (ésta es una de ellas), pero la fui achicando cada vez más”.
De repente son las cinco de la tarde: el taller termina luego de cinco jornadas de mucha conversación y de buenas lecciones, y nueve libros periodísticos ya se vislumbran: el maestro Caparrós ha vuelto a hacer su magia.
Sobre el Taller de libros periodísticos con Martín Caparrós
Es organizado por la FNPI - Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano y la Fundación PROA con el apoyo de la Fundación Tomas Eloy Martínez - FunTEM, con el objetivo de promover el libro como formato de trabajo periodístico, alternativa de lectura y de mercado editorial.