Su nombre es Moisés Ariza y en este momento se halla en el centro histórico de Cartagena de Indias. Atraviesa la torre del reloj y mientras camina hasta la Alcaldía Mayor saluda a los vendedores ambulantes que consigue. También le da la mano a un par de señores con sombrero y a una chica a la que llama "mi amor". Todos lo saludan por su nombre. En esta ciudad, saben quién es él.
Lleva una camisa fucsia y un pantalón de jean. Su tez es morena y le cuesta hablar sin gesticular. "Mucha gente bromea diciendo que me parezco a Hugo Chávez". Y tienen razón; su rostro recuerda al Presidente de Venezuela. A pesar de haberse graduado de Ingeniero de Alimentos, dice ser un líder social: "Tengo 14 años ayudando a mi comunidad y sobre todo a los pandilleros". El término se refiere a aquellos jóvenes de entre 12 y 25 años, que se congregan en esquinas y diversos sectores de la ciudad.
Ariza asegura que ellos tienen la necesidad de mostrarse ante el mundo, pero la única manera que conocen es la violencia. Hay riñas entre los que viven en los barrios de San Francisco y los que habitan en Sinaí, por ejemplo. "Las peleas, casi siempre, son entre barrios vecinos que colindan. Las causas de los enfrentamientos son diversas y muy vagas. Nunca por cosas de fondo sino por el territorio, por una pelada, porque no les gusta que se sienten en esa esquina, sino en otra. Ellos tratan de demostrar que en ese sector ellos son los que mandan".
Esas peleas han causado que solo en 2010 haya habido 16 muertos. Eso es lo que Ariza contabiliza, pues hasta ahora no existe ninguna estadística oficial.
Faltan políticas públicas
Muchos de los pandilleros en Cartagena ni siquiera tienen dinero para comprar armas. "Se enfrentan con changón -revólver casero con cacha de madera-. Lo hacen con un pedazo de tubo que recortan, le ponen una mecha y con eso disparan. También usan cuchillos caseros y piedras".
Es un conflicto que crece. Tanto, que en un reportaje publicado por la Revista Cambio el 2 de noviembre de 2008, se refirieron a la ciudad como "la capital de la costa Caribe en el tema de las pandillas". En el mismo trabajo apuntan que el problema de fondo no sólo es de orden público, sino social. Con una población de poco más de 895.000 habitantes, Cartagena registra índices escandalosos de pobreza superiores al 60%, prostitución infantil y desempleo (15,8%), escasez de vivienda y servicio. Un panorama que es caldo de cultivo para la delincuencia. Hoy se calculan que existen unos 2.700 pandilleros.
Las autoridades, sin embargo, no le han prestado suficiente atención. "Siempre buscan pañitos de agua tibia", apunta Ariza, "les dan balones de fútbol para que jueguen, uno que otro curso para que aprendan a hacer zapatos y chancletas, pero no hay políticas articuladas. Esas cosas se terminan a los dos días".
A pesar de que el tema de las pandillas se ha recrudecido desde 2001, Ariza asegura que sólo sale a relucir cuando hay muertos o cuando ocurre cualquier otro acto delictivo. "Los alcaldes, incluida la actual, no han trabajado como han debido. No hay una política pública seria para afrontar el tema de las pandillas en Cartagena".
Por amor al arte
Ariza no tiene una organización ni una fundación para ayudar de forma organizada a pandilleros. Sin embargo - sin cobrar nada por ello- asegura haber reinsertado en el mercado laboral a por lo menos 40 chicos: "a veces, sin decirle a las empresas que son pandilleros".
- ¿Y ese no es un riesgo?
- Sí, pero el que no arriesga no gana. Los que han logrado mantener el trabajo, han cambiado sustancialmente sus vidas; no sólo en el plano laboral, sino también en lo social. Yo creo que hay que pensar más en el ser humano. En Cartagena se invierte en infraestructura, en vías, pero no en la juventud.
Por eso en 2009 acompañó a Televisión Española en la filmación de un documental sobre las pandillas en Cartagena: "Recogimos testimonios directos de jóvenes que se sienten desplazados, que no tienen oportunidades. Que se sienten ilusionados y después los echa la administración". Además de ayudarlos a que se reinserten, Ariza coordina una empresa organizadora de conciertos de champeta, la danza que más se baila en los barrios de la ciudad. Ahí emplea a los pandilleros para que trabajen de vigilantes.
En 2008, incluso, organizó un concurso llamado "Se busca la nueva estrella de la champeta", que fue reseñado por el diario Q'hubo como si se tratara de un concurso de belleza. Los muchachos, que solo eran conocidos en sus barrios, aparecieron en el periódico local con foto y leyenda: Jefferson Puerta "El Sayamán", 24 años, La Boquilla; Jesús David Herrera, "Chuchoman", 20 años, Olaya. Ariza asegura que ocho de ellos han dejado el crimen, y están trabajando en asuntos relacionados con el género musical.