El periodismo en Latinoamérica se ha profundizado en los últimos años en su condición de oficio de riesgo. Cubrir casos de corrupción, narcotráfico o desapariciones forzadas se ha vuelto cada vez más peligroso. La mexicana Marcela Turati conoce bien de qué se trata. Reportera de más de 25 años de experiencia, ganadora del Reconocimiento a la Excelencia del Premio Gabo 2014 y cofundadora de Quinto Elemento Lab, referencia ineludible al hablar de periodismo de investigación en la región, dice que la seguridad y los cuidados van más allá de un reportaje de largo aliento: son una forma de vida.
Convocada por la Fundación Gabo en alianza con el Centre for Investigative Journalism (CIJ) y el Centro Latinoamericano de Periodismo de Investigación (CLIP), con el apoyo de The Reva & David Logan Foundation, Turati dio en marzo una clase magistral virtual para realizar investigaciones en contextos riesgosos.
A lo largo de una hora compartió técnicas, herramientas y diez consejos indispensables para llegar a buen puerto con el trabajo en el terreno, cuidando la información, las fuentes y a los propios periodistas:
1. ¿Hacer o no hacer?
Antes de empezar una investigación hay que surfear un primer dilema: ¿Es el momento? Para evaluar si es posible realizarla no basta sólo con apelar al voluntarismo. Saber si se necesitarán capacidades o habilidades específicas para trabajar en el territorio, definir si la investigación requerirá una labor colaborativa o anticipar cuáles serán las condiciones del reporteo son algunos de los puntos a tener en cuenta para no pisar en falso. Turati explica: “Muchas veces queremos ser los primeros en llegar, pero no siempre resulta buena idea acudir de inmediato. Hay que preguntarse si el contexto es el adecuado”.
2. Mapear actores
Es imposible pensar el trabajo en el terreno sin prerreporteo y sin un plan, dice Turati. Conocer el perfil del país y de la zona, mapear adversarios y aliados, recolectar información sobre los perfiles de quienes vamos a investigar y calcular potenciales amenazas son tareas ineludibles en el análisis del contexto. Una buena primera medida consiste en crear una lista de organizaciones involucradas en el tema e identificar interlocutores con distinto nivel de acceso a la información, como líderes religiosos, defensores de derechos humanos, periodistas o miembros de organizaciones de la sociedad civil, y así contrastar distintas miradas y análisis.
3. Tomar medidas preventivas
La comunicación en el terreno puede convertirse en una cuestión sensible. ¿Qué plataformas aseguran mejor nuestra privacidad? ¿Cómo intercambiar información? ¿Dónde almacenarla? ¿Conviene usar claves y sobrenombres para no ser obvios en la búsqueda de datos? “Siempre hay que asumir que nos están espiando, aunque no nos espíen. A veces es mejor pensar de más que ser descuidado”, dice Turati. Y agrega que si se trabaja en equipo hay que tener criterios comunes: desde tener una respuestas preparadas ante determinadas preguntas hasta pautar claves de comunicación si se detecta peligro.
4. Ser consistente
Cómo presentarse durante el reporteo es un asunto que requiere precisión y solidez; por ejemplo, al mantener un mismo discurso acerca de los motivos de nuestro trabajo con distintos interlocutores, porque versiones encontradas sólo llevan a la sospecha. ¿Qué compartimos en nuestra vida digital? Turati recomienda no publicar el lugar ni las actividades que se realizan mientras se reportea. Incluso, las redes sociales pueden servir para despistar posibles amenazas. Todo es una cuestión de estrategia.
5. Compartir la hoja de ruta
Cada reporteo requiere distintos planes: no es lo mismo una gran nota que una pequeña, ir de día a un barrio difícil que hacerlo de noche. Por eso hay que tener colegas con los que dialogar y que hagan de guía durante el trayecto de la investigación. Uno fundamental, el editor, puede monitorear a la distancia teniendo la información sobre lo que vamos a hacer. “En México, desde que la violencia es tan grave, establecimos preguntas que compartimos: a dónde vas, con quién, cómo estás vestida, en qué transporte viajas”, enumera Turati. Herramientas como Google Earth, Waze o mapas que anticipen cuáles van a ser las rutas se suman al compartir un plan escrito con quien hace el seguimiento.
6. Establecer un plan para lo peor
Planificar el escenario más crítico es, ante todo, un acto de previsión. Y dejar una serie de contactos clave a quien llamar, una forma de organizar la emergencia. Esos contactos, avisados previamente, son los encargados de tomar medidas. El primero, dice Turati, es el colega que está en el terreno, el que puede constatar inmediatamente si algo pasó. Luego, un familiar al que avisar si efectivamente hay algún problema. El listado de personas a quien llamar puede llegar a políticos o aliados influyentes, capaces de impulsar acciones inmediatas. A esa lista, Turati agrega que tener una palabra secreta que sólo sepa el editor de confianza puede ser fundamental para constatar la identidad del periodista en caso de secuestro o extorsión.
7. Borrar las huellas
A lo largo de toda la investigación es conveniente tener en claro qué rastros se quieren dejar en el terreno y cuáles son preferibles borrar. Dice Turati: “A veces, en el camino, dejamos muchas más huellas de las que quisiéramos. De repente todo el mundo sabe de nosotros, advertimos de nuestro trabajo a quienes no debíamos y todavía falta para publicar”. Entonces, ¿qué hacer? Las opciones para distraer son variadas e involucran la difusión de pistas falsas en redes, la publicación anticipada de una parte del reportaje para dar la impresión de que el trabajo terminó o invitar a más periodistas para que la investigación se vuelva más grande y visible.
8. Colectivizar riesgos
Planificar y organizar las entrevistas de un reportaje es una tarea que comienza en el prerreporteo. Turati dice que conviene ir por círculos o capas, de afuera hacia adentro, hasta llegar a las fuentes críticas de la investigación. ¿Cuándo contactar a las personas sospechosas? ¿Quién lo hará? En este proceso es fundamental compartir los riesgos: no siempre el periodista que realiza la investigación tiene que dar la cara por todo. “Hay que colectivizar los peligros de entrada y desde el principio. Vivimos en Latinoamérica, hay que pensar todo con clave de seguridad”, concluye.
9. Tener cuidados integrales
La seguridad va mucho más allá de las medidas que pueda tomar un periodista para preservarse. Involucra también el cuidado de las fuentes, como testigos o sobrevivientes, en el antes, el durante y el después de la investigación. Por eso es importante ser honestos y aclarar qué peligros se corren al participar del reportaje; y del mismo modo, tratar de reducir los riesgos: avisar qué día va a salir la nota o cómo se publicará la información son dos ejemplos concretos.
Cuidar la información también forma parte de esa lista de medidas. Saber dónde guardar y preservar fotos o archivos alojados en nuestra computadora o celular es un primer paso. Preservar la identidad de quienes dieron esa información y de nuestro equipo, el segundo. En ese sentido, cuidarnos a nosotros mismos va mucho más allá del resguardo físico: involucra dimensiones como la digital, legal, política, psicoemocional.
10. Hacerle caso al miedo
“El miedo previene; no hay que silenciarlo”, dice Turati. Quienes lo ignoran están más expuestos a riesgos, porque rara vez aparece sin una razón válida. En este punto, la periodista mexicana es clara: ninguna nota vale la vida.
Sobre Marcela Turati
Periodista mexicana especializada en derechos humanos, cofundadora del laboratorio de investigación e innovación periodística Quinto Elemento Lab (2016) y de la Red Periodistas de a Pie (2006, donde estuvo hasta 2015). Autora de Fuego cruzado: las víctimas atrapadas en la guerra del narco (Grijalbo, 2010) y “San Fernando: Última parada” (Aguilar, 2023). Ha coordinado diversos proyectos colaborativos como el sitio web #Másde72, sobre las masacres de migrantes en Tamaulipas.
Desde 2018 dirige el portal A dónde van los desaparecidos, desde el que promueve la capacitación de periodistas para que cubran estos temas. Ha coordinado en colectivo investigaciones multipremiadas, como “El país de las 2 mil fosas” y “Crisis forense”.
Por su trabajo y trayectoria, ha sido merecedora de galardones internacionales como el premio a la trayectoria de la Fundación Gabo, el Louis M. Lyon de la Fundación Nieman de Harvard, el Maria Moors Cabot de la Universidad de Columbia, el premio WOLA de Derechos Humanos, el LASA Media Award y la medalla alemana Theodor Heuss; en su país ha recibido la presea John Reed, el Premio Nacional Carlos Montemayor, así como diversos galardones por sus trabajos sobre desaparición de personas como el premio COLPIN, el Walter Reuters, el Premio de Periodismo Breach/Valdez, y el Premio de Periodismo Javier Valdez Cárdenas (2021) de Penguin Random House Mondadori.
En 2015, por sus investigaciones de las fosas de San Fernando, en Tamaulipas, fue espiada por la Procuraduría General de la República de su país mediante métodos ilegales para rastrear sus llamadas y conocer su ubicación a fin de establecer sus fuentes de información. Ese mismo año fue una de las periodistas afectadas por el software de espionaje Pegasus comprado por el gobierno mexicano.
Sobre el taller
Este taller virtual tiene como objetivo brindar herramientas para fortalecer la práctica investigativa en Iberoamérica, a fin de favorecer la producción de historias de impacto e interés público sobre casos de abuso de poder, corrupción, crimen organizado, entre otras irregularidades sobre las que merece la pena poner el foco.
La actividad contempla cinco sesiones, de hasta dos horas y media cada una, en las que los participantes obtendrán aprendizajes para el desarrollo de investigaciones con base en soportes digitales, al igual que para el uso de metodologías y herramientas de verificación, procesamiento y visualización de datos e inteligencia de fuentes abiertas (OSINT). Así mismo, se abordan algunos de los dilemas más apremiantes de ética y seguridad que conllevan dichas investigaciones.