Daniel Samper Pizano conducirá el Taller de Periodismo y Literatura que se realizará en Cartagena, Colombia, del 31 de marzo al 4 de abril de 2014. La convocatoria está abierta hasta el lunes 3 de marzo.
Charla del escritor y periodista Daniel Samper Pizano durante la Beca Gabriel García Márquez de periodismo cultural 2013*.
Nuestra conversación girará alrededor de la relación entre la literatura y el periodismo: qué semejanzas y qué distancia hay entre una y otra. He sido periodista durante mucho tiempo, pero también he escrito novelas y cuentos, además de guionista para la televisión. Lo que he procurado es que nunca se mezcle lo uno con lo otro. Sobre todo en lo que tiene que ver con la influencia de la ficción sobre el periodismo.
La ficción es abierta, en ella todo vale: documentos, poemas, informes de autopsias. El periodismo en cambio es mucho más celoso, mucho más estricto, mucho más riguroso y soy de los que cree que hay que proteger al periodismo de la ficción en lo que tiene que ver con los hechos. No así, necesariamente, con las técnicas.
Haré una demostración física de lo que ocurre cuando uno mezcla el periodismo con la ficción: (Samper Pizano vierte unas gotas de tinta en un vaso lleno de agua cristalina). El agua cristalina representa el periodismo. Este es un vaso lleno de periodismo. La tinta representa la ficción. Este es un tintero de ficción. Cuando vertemos una gota de tinta en el vaso lleno de periodismo, todo el contenido se contamina.
El periodismo no puede tener ni una gota de ficción. "No, es que me inventé un personaje para que el relato fuera mejor". Eso no cabe. El periodismo parte de hechos comprobados. No cabe en él la más inocente gota de ficción. Alguien podrá decir: "No sé exactamente el año de su nacimiento, pero debe ser 1945". Esto no es aceptable. Hay maneras de manejar los datos que no hemos podido comprobar: "Al parecer nació en 1945". "Algunas fuentes indican que nació en 1945". Pero si el periodista no lo sabe con certeza y lo escribe, contamina todo su trabajo así como la gota de tinta contamina el agua.
El nuevo periodismo (New Journalism) que se desarrolló en Estados Unidos con Truman Capote, Gay Talese, Tom Wolfe y tantos otros periodistas, utilizó técnicas narrativas de la ficción para narrar hechos verificados. Aplicaron una serie de formas, o de maneras de contar que han sido usadas durante siglos por los autores de ficción para interesar más a los lectores. Entre esas técnicas están la enumeración, la descripción minuciosa de personajes, entrar en la cabeza de los personajes, siempre y cuando ese ingreso fuera comprobable: en el trabajo de Talese sobre la familia Bonano, uno lee muchas veces algo así como "Cuando iba a cruzar la calle, Bonano pensaba que se acercaba un momento crucial en su vida". Talese escribió eso porque el personaje se lo dijo. ¿Es verdad que estaba pensando en eso en ese preciso momento? No lo sabemos, pero lo importante es que el entrevistado lo dijo, es decir: hizo una declaración formal que fue recogida por el periodista.
Las técnicas narrativas en el periodismo son válidas porque no alteran la realidad, simplemente permiten contar esa realidad de una forma más atractiva. La manera de contar es la jurisdicción del periodista, es su patria. De eso vive. Los pastiches son ficción. La suma de realidades es ficción. Crear un personaje a partir de varios personajes, aunque cada uno sea real por separado, es ficción.
García Márquez fue uno de los primeros que comenzó a usar estas técnicas en el periodismo en lengua española. Así mismo, si ustedes leen Cien años de soledad, podrán ver cómo García Márquez también alimentó su literatura con técnicas periodísticas. No es lo mismo decir que alguien levitó a decir que el sacerdote se tomó una taza de chocolate y se elevó 32 centímetros sobre el suelo. Aquí la ficción adquiere un perfume de veracidad porque esa es la clase de material que leemos en los periódicos. Esa es una manera de convertir una gran ficción en un suceso digno de ser creído.
Ahora, ¿cuándo tiene autorización el periodista para alterar la realidad que trabaja? Cuando el diálogo entre el periodista y su fuente se registra en una grabadora, al transcribirlo lo encontramos entrecortado, por momentos incoherente. Sabemos lo que dice el entrevistado oralmente pero debemos manipularlo de forma que el lector pueda seguirlo sin complicaciones. La manera de ser fieles ante lo que alguien dijo es ser leal a sus palabras, no tanto sacar una fotocopia de sus palabras. El relato oral, para que sea leal, para que pueda seguirse, necesita una leve alteración al transcribirse, necesita que se le edite. Aparte de esto, sostengo que no se puede hacer periodismo incluyendo elementos de ficción, datos que no hayan sido comprobados por el reportero.
Por otro lado, recomiendo vivamente a los periodistas que lean mucha poesía. La poesía te enseña un tipo de lenguaje comprimido, difícil y hermoso que si bien plantea unos retos grandes a la hora de ser comprendido, le permite al periodista ejercitar los "músculos del lenguaje". En el caso del periodista, la lengua es lo que le permite a sus hijos comer. La lengua es el instrumento del periodista, no el computador, ni el iPhone. Por eso considero indispensable ejercitarla.
¿Qué tanto espacio para la crónica percibe usted en los diarios de hoy?
Samper Pizano: Creo que cada vez hay más espacio. Recuerdo que hace veinte años no solo no había crónicas sino que no había cronistas. Los libros, las antologías de crónicas, fueron muy importantes para que resucitara la crónica. No solo renació el cronista sino que se empezaron a hacer crónicas en las diferentes secciones: la deportiva, la judicial. Creo que cada vez se le da más espacio, porque en la competencia con los nuevos medios la crónica gana. No hay un Twitter que le compita a una buena crónica de 5 o 6 páginas. El periódico en el que trabajo, que es El Tiempo, abrió unas cuatro o cinco páginas al día dedicadas a la narración. Creo que cada vez más se está buscando que la crónica llegue al ser humano. El renacimiento de la crónica en revistas y libros ha permitido que la crónica ocupe espacio en los periódicos.
El propio García Márquez ha dicho que su crónica "Caracas sin agua" contiene datos que no son reales ¿Qué puede decir sobre esto?
Samper Pizano: Yo mismo incluí esa crónica en una antología de crónicas colombianas que preparé hace años. En aquel momento la incluí porque consideré que se trataba de una de las mejores crónicas que se habían escrito en Colombia, pero en este momento considero que es la peor crónica escrita por García Márquez, porque es falsa, pero sin lugar a dudas es uno de sus mejores cuentos.
Jaime Abello: El García Márquez de los años cincuenta era un García Márquez distinto al que escribió Noticia de un secuestro. En esos años el periodismo parecía mantener una flexibilidad que fue cambiando mucho durante la segunda mitad del siglo XX, después de la Segunda Guerra Mundial y durante la Guerra Fría, cuando las tensiones y la responsabilidad jurídica aumentaron hasta unos niveles en que los periódicos debían protegerse y proteger a sus fuentes de manera muy estricta. En ese entonces el periodista podía darse ciertas libertades poéticas que hoy parecen querer reaparecer en escena debido a la proliferación de blogs y de fuentes de información que son difíciles de comprobar. Hoy parece estar emergiendo un "periodismo de autor".
La Fundación, sin embargo, está con el García Márquez que la fundó. Es decir, un García Márquez que no quería darse el lujo de recrear ningún detalle que no estuviera debidamente reporteado. No podemos olvidarnos además del papel que juega la memoria, que es diferente en cada caso.
Samper Pizano: Estoy totalmente de acuerdo en que hubo una suerte de época bohemia del periodismo. La lluvia de la literatura mojó a los periodistas, en especial a los periodistas de la costa colombiana en los años cincuenta. El grupo de Barranquilla, en el que había grandes periodistas, se tomaba sus licencias poéticas. Quiero destacar de allí a quien fuera el maestro de muchos de nosotros: Álvaro Cepeda Samudio. Cuando todos querían ser columnistas, editores de periódico o editorialistas de periódico, para señalar la ruta que debía seguir el país en términos periodísticos, Cepeda Samudio decía: "El periodismo es el reportero". El periodismo es un edificio cuyos ladrillos son los reporteros. Y él mismo dirigía un periódico y editorializaba todos los días, pero cuando sabía que se había caído un avión mandaba todo al diablo y se iba a buscar el avión y a tomar notas. Decía además otra cosa: "No creo en los periodistas que no tienen libreta de notas ni lápiz". Insistía mucho en la importancia de tomar notas como reportero, observar como reportero, chequear los datos como reportero y escribir como reportero.
Sobre el asunto de la memoria es preciso creer en la buena fe. Hay que distinguir entre el error de buena fe del periodista que confundió un apellido, copió mal un dato o trastocó una información por desidia o pereza, del error de aquel que altera un dato porque considera que encaja mejor, ese es un periodismo de mala fe, de quien engaña a sabiendas. Ambos acabarán en la calle pero una cosa es salir por tonto o perezoso y otra por estar falseando la información.
¿Hasta dónde puede el periodismo convertirse en un género en el que se experimente con el lenguaje?
Samper Pizano: Creo que una de las decisiones más importantes que toma un periodista antes de sentarse a escribir es qué tipo de material está empleando y cómo lo va a presentar. Hay informaciones que para poder ser comunicadas efectivamente exigen decisiones por parte del periodista. De lo que se trata no es de lucirse. El periodista no debe pensar en cómo luzco mejor, sino en cómo me comunico mejor con mis lectores. En ese sentido uno puede elegir presentar una entrevista romanceada o patinada antes que en el clásico formato de pregunta y respuesta, siempre y cuando eso convenga al lector. Lo importante es saber qué se va a hacer con la noticia.
¿Podrías hablarnos del poder informativo, periodístico y como herramienta comunicativa del humor?
Samper Pizano: El humor es una herramienta poderosísima en todas las instancias de la vida. Considero que los periodistas que escriben con humor, los columnistas satíricos, suelen tener mayor impacto. En mi caso hago una columna de humor acerca de la vida cotidiana que nos tocó vivir en Colombia. El humor también sirve de aceite. El humor bien usado, esto es oportunamente usado, en las dosis adecuadas, es un elemento indispensable para que la máquina ruede. El engranaje de una noticia, de una crónica, de una columna política necesita una dosis de aceite humorístico.
¿Qué piensas de los periodistas que luego se convierten en políticos o que pasan a ocupar cargos públicos?
Samper Pizano: Creo que es una situación nefasta. He conocido periodistas cuya ambición era ser buenos y mejores periodistas cada día y sé que son menos susceptibles de ser influenciados. Estos periodistas no están preocupados por tener amigos o enemigos, simplemente se preocupan por desempeñar su oficio y por eso mantienen una mayor independencia y pueden contar mejor e informar mejor. El otro caso es funesto. Es funesto que al parecer en Colombia el periodismo sea una especie de trampolín para llegar a algún otro lugar. Miro con desconfianza a los que ocupan cargos políticos. El periodismo no es un instrumento de la política. Son dos cosas diferentes.
*Transcripción de Ángel Unfried.