Por Sebastián Hacher, relator del taller. El segundo día del taller sobre la cobertura de temas de seguridad ciudadana empezó con un comic que la maestra María Teresa Ronderos proyectó para todos los participantes. En la historieta, el hijo le dice al padre: quiero dedicarme al crimen organizado. El padre, que lee el diario en un sofá, responde: ¿sector público privado? El chiste es el punto de partida para preguntarse qué parte del crimen cubrimos. María Teresa propone pensar al crimen organizado como un fenómeno con varias capas entrecruzadas. "Solemos ver la capa más superficial: la de los hechos violentos", dice la maestra. "Eso es lo que nos hace buscar las historias". ¿Qué otras capas existen detrás de esos hechos violentos? Hay, plantea la maestra, procesos económicos y sociales, estructuras del crimen, políticas públicas e institucionales. Y hay también grupos que cruzan todas esas capas: gente que termina capturando franjas del estado o de los grupos criminales. "Hay un mar de historias que no hemos mirado", dice Ronderos, "porque estamos en la primera capa: la de los hechos violentos."Para pensar las historias que cada uno de los periodistas que participan del taller se propone investigar, Ronderos propone estructurarlas en círculos concéntricos, donde la nuez de la historia es el círculo del centro: - En el primer círculo están los que saben de ese mundo que quiero investigar: si voy a hacer una historia del microtráfico, hablo con gente que estudió el tema. - En el segundo círculo están los competidores, los que perdieron. Lo que algunos periodistas llaman las viudas del poder. El que perdió una licitación, el que echaron de la estructura que queremos investigar. Habla porque tiene un interés, y hay que tomarlo así. - En el círculo siguiente están las víctimas afectadas por la historia. - Más al centro, los actores de la historia: la policía, los microtraficantes, etc. - Por último: el que dio la orden de trasladar a los narcos, al político corrupto, etc. El protagonista de nuestra historia. Para llegar hasta él, propone Ronderos, hay llenarse de información, no ir solo con testimonios, hay que llenarse de documentos. También hay que dar oportunidad de defensa. Los llamados "malos" de nuestras historias no son personajes que llegaron de marte. Son parte del mundo real. "Hay que mostrar que son tipos pedestres, con intereses claros", plantea la maestra. "Hay que mostrar las fisuras que tienen. Los organigramas de la mafia parecen perfectos, eficientes, racionales, construidos con un manual de recursos humanos. Cuando los estudias de verdad, es más una maraña: hilos llenos de nudos, de redes, muy móviles, con gente brutal que en cualquier momento se traiciona. De pronto uno ve a otro con su novia y eso genera una masacre". El lenguaje, dice Ronderos, también deshumaniza y genera castas: los que entienden de tal o cual tema y los que no. "Sicarios encaletan objetos cortopunzantes en la residencia de sus progenitoras" no es lo mismo que plantear que esconden los cuchillos en casa de sus madres. Y si los victimarios son mostrados como seres todopoderosos, las víctimas se muestran como personas sin respuestas, vulnerables, que solo son llanto y números. Nuestro deber, dice Ronderos, es buscar las debilidades de los victimarios y las fortalezas de las víctimas.