Los periodistas nos mantenemos al filo de la navaja, y los periodistas en salud aún más, pues las temáticas que se tratan son tan delicadas y tocan fibras tan profundas en el ser humano, que muchas veces se cometen graves errores éticos que definitivamente hay que evitar a toda costa.
Los periodistas nos mantenemos al filo de la navaja, y los periodistas en salud aún más, pues las temáticas que se tratan son tan delicadas y tocan fibras tan profundas en el ser humano, que muchas veces se cometen graves errores éticos que definitivamente hay que evitar a toda costa.
Para los periodistas y expertos en el tema, lo más importante para evitar estas fallas éticas es el conocimiento amplio del tema sobre el que se está informando, solo así se podrá determinar si esa cita o ese dato son realmente necesarios. Solo teniendo suficiente información de contexto y datos de los cuales echar mano, el periodista puede decidir y sopesar mejor si cierto tipo de información es válida.
Estos cinco puntos resumen los dilemas y posturas éticas que tienen los periodistas de salud en su trabajo.
- Preferir buscar la visión humana y optimista a insistir en el dolor ajeno. Modular la información sobre temas delicados para la audiencia como el cáncer. Presentar las posibilidades de recuperación de estas enfermedades para que dejen de verse solamente sus aspectos más catastróficos, que los hay.
- Hacerse la pregunta: ¿Ese testimonio contribuye a la comprensión del tema? Los temas de salud suscitan fuertes emociones, por lo que el riesgo de caer en el sensacionalismo siempre está presente. Por eso, el lado humano de la historia debe servir para crear conciencia, no para alimentar el morbo, y siempre debe estar acompañado por la precisión científica, que ayuda a entender el aspecto clínico de la situación.
- Evitar la alarma social. Al hablar de temas como las epidemias, el sida y muchas otras enfermedades y virus, la tendencia es a encender alarmas, con titulares llamativos pero no del todo ciertos. Del mismo modo tampoco se pueden crear falsas expectativas, en cuanto a cura de enfermedades o vacunas. La exactitud en la información -por ejemplo en los riesgos y alcances de una epidemia o sobre el punto exacto de una investigación prometedora y cuánto hace falta para que se convierta en un tratamiento efectivo- ayudan más que el las falsas esperanzas, el ruido y la alarma generados a partir de datos aislados o mal interpretados.
- Desconfiar de los descubrimientos que no estén soportados en investigaciones sólidas. Ante un estudio o hallazgo científico, médico o farmacéutico siempre hay que preguntarse: ¿De dónde salió el dinero para este estudio? ¿De quién fue la idea? ¿Quién escribió este artículo sobre este nuevo medicamento en la revista especializada? ¿Tiene el investigador lazos financieros con la empresa que pagó la investigación? ¿Tiene acciones en la empresa que pagó el estudio? ¿Hay algún sector económico interesado en hacer sobresalir ese enfoque?
- Hablar de políticas públicas sin caer en la propaganda institucional. Indagar con los diferentes actores de la cadena burocrática. Cada uno podrá dar cuenta de algún detalle que resulte importante en la historia.
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