El proceso de narración periodística está compuesto por miradas distribuidas entre la memoria íntima del cronista y el drama de los personajes de su historia. Así lo cree la periodista colombiana Patricia Nieto, maestra invitada por Cristian Alarcón a las clases magistrales del Programa 5 Sentidos.
Nieto es maestra de periodismo y ha publicado sus crónicas en revistas como Soho, Cromos y Cambio. Su libro Los escogidos, galardonado por el Círculo de Periodistas de Bogotá en 2012, cuenta las historias de las personas de Puerto Berrío (Antioquia) que adoptan cuerpos de los N.N arrojados al Río Magdalena por sus asesinos durante el conflicto.
En esta conversación en línea, Alarcón y Nieto charlaron en torno a la importancia de la observación al momento de confeccionar un relato, mencionando las estrategias narrativas que resultan útiles para todo aquel que incursione en el periodismo narrativo:
Cristian Alarcón: ¿Cómo fue el hallazgo del tema en el caso del libro Los escogidos?
Patricia Nieto: Todos estamos sometidos a una cantidad de impulsos que vienen del exterior y que nos tocan fibras internas que nos dicen “aquí hay un tema”. Sin embargo, solo algunos pensamos que ese estímulo puede llegar a convertirse en algo más, es decir, pasar de la sensación a la investigación, de la emoción a la pregunta. Es lo que muchos llaman la epifanía.
A mí me ocurrió que una mañana escuchando la radio de un noticiero, un reportero de la zona rural de Antioquia contó como si fuera una noticia curiosa que en el municipio de Puerto Berrío las personas adoptaban los cadáveres que bajaban por el río. Yo me quedé pensando en esa historia mucho tiempo. Fui un día a un congreso de psicoanálisis y en una charla una profesora habló sobre las perversiones y puso el ejemplo de Puerto Berrío.
Después me acerqué a la profesora y le pregunté qué sabía adicional sobre Puerto Berrío; ella me explicó que había viajado a ese pueblo, había visto el cementerio, había tenido contacto con dos o tres personas, y me confirmó que ese suceso no era un hecho aislado, es decir, que no era una, sino varias personas las que escogían a los muertos para adoptarlos. Esa confirmación me dio el impulso para viajar y empezar a hacer la reportería.
CA: Cuando llegas a un territorio como Puerto Berrío, ¿dónde está tu atención para empezar a conocer y construir el espacio en donde van a desplazarse tus personajes?
PN: La decisión inicial fue dirigirme al cementerio, porque ese es el lugar físico donde están las tumbas. Aunque el fenómeno de la adopción viaja con los adoptantes a sus casas y sus trabajos, yo necesitaba de un lugar más pequeño porque Puerto Berrío es una población grande. Entonces escogí el cementerio, que además tiene un pabellón especial para los N.N; de esa manera la mirada reduce el territorio a observar y al mismo tiempo se profundiza en la medida en que ponemos atentamente nuestros ojos en un micro-escenario. Esto sin olvidar que todo está conectado con el pueblo, el clima, la geografía.
CA: A propósito de la “profundización de la mirada”, ¿cómo está hecha la mirada de un buen cronista?
PN: Pienso que la mirada del cronista tiene dos componentes: por un lado la capacidad de verse a sí mismo, que consiste en saber que es un sujeto vivo y consciente en ese lugar hacia donde se desplaza. Yo no soy la cámara, no soy la grabadora: en un territorio tengo que recuperar las identidades que me forman y centrarme en el propio sentido de la vida personal. A partir de ese avivamiento del interior, se puede dirigir la mirada a los escenarios y las personas. El cronista se mira por dentro, se reconstituye en el momento de la observación para poder mirar el espacio que va a investigar.
CA: ¿De qué manera la memoria del cronista sobre su propia trayectoria interviene en esa observación?
PN: Si bien nosotros nos enfrentamos constantemente a temas distintos (hoy es un cementerio, mañana es una mujer dando a luz, pasado mañana es una masacre), siempre llegamos a ellos con lo que hemos sido, con nuestra larga experiencia personal llena de dramas, alegrías, fiestas, soledades, compañías. Llegamos con una cierta mirada que se construye desde nuestros padres. Jamás vamos vacíos a un lugar, nosotros llegamos con todo lo que somos. A veces nos toca hacer el ejercicio de despojarnos de los tabúes que nuestra cultura nos impone para poder conversar con los otros.
CA: ¿Cómo te preparas para una entrevista y cuál es tu estrategia al momento de sentarte por primera vez con una persona que atraviesa una situación compleja vinculada a temas de derechos humanos?
PN: Para la historia de Los escogidos primero hice de espectador. Vi pasar a muchas personas por el pasillo donde estaban las tumbas durante varios días. Los actores y personajes de la historia desfilaron por el espacio naturalmente, así pude captar ciertas diferencias: si había más mujeres que hombres, quiénes permanecían más tiempo frente a las tumbas, quiénes dejaban un regalo, quiénes les hablaban o llevaban a sus hijos. De esa forma también pude identificar constantes.
Luego entablé conversaciones simples con esas personas y día a día fui alargando los diálogos, hasta que formábamos un vínculo y llegaba el momento en el que les comentaba que era periodista y cuál era mi propósito. Todas aceptaron seguir contándome sus historias. También compartí sus rutinas: a una niña la acompañé a la escuela, con otro me tomé una cerveza y con otro más me vi un partido de fútbol. Esto tenía el objetivo de poderlos observar sin que yo fuera una presencia demasiado extranjera, por lo que no usé cámaras, ni libretas ni grabadoras.
CA: ¿Y en qué momento aparece la grabadora?
PN: Cuando ya los personajes casi me han contado toda la historia. Entonces les digo que quiero hacerles una entrevista acerca de todo eso que me han relatado y ahí sí trabajo una ritualización de la entrevista, es decir, voy con el entrevistado a un lugar donde haya silencio, donde no nos interrumpa la música de afuera, donde sólo estemos esa persona y yo en completa intimidad para iniciar una conversación. Esa es la oportunidad para organizar los relatos cronológicamente y volver a preguntar cosas que quedaron a medias.
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Patricia Nieto Nieto
Cronista y profesora de periodismo. Trabajó en el diario El Mundo y en la revista La Hoja de Medellín. Algunas de sus crónicas han sido publicadas en las revistas Cambio, Cromos, SOHO y Revista de El Espectador. En el año 2006 inauguró la serie de talleres de escritura De su puño y letra con víctimas del conflicto armado. Resultado de ese trabajo son los libros Jamás olvidaré tu nombre (2006), El Cielo no me abandona (2007), Donde pisé aún crece la hierba (2010). Ha sido ganadora del Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí de la Agencia Prensa Latina, del Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar y el Premio Nacional de Cultura Universidad de Antioquia. Actualmente es profesora asociada de la Universidad de Antioquia donde ha sido editora del periódico De la Urbe.
Programa 5 Sentidos
El Programa 5 Sentidos, que organiza la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano -FNPI- para promover la cobertura de derechos humanos en América Latina, llega a su segunda edición. Esta vez es dirigido por Cristian Alarcón, director de la revista Anfibia, y consta de 5 seminarios web abiertos al público y 3 talleres dirigidos a 20 participantes seleccionados por convocatoria.