Es raro que un tipo que desdeña las palabras sea periodista. Más: un periodista reconocido, que ya se ha fastidiado de escuchar que lo llamen "maestro". Es raro pero este tipo callado -"al final, esto es una sociedad de charlatanes"-- es el hombre que acaba recibir el Premio Nuevo Periodismo CEMEX+FNPI en la modalidad Homenaje. Es decir: un premio a la trayectoria otorgado por la Fundación de Gabriel García Márquez. Hermenegildo Sábat, nacido en Uruguay en 1933, dibujante, artista plástico, fotógrafo. Bueno: periodista.
No hay personaje de los últimos cincuenta años que no haya estado en la punta de sus pinceles. Que pueden ser implacables y pueden ser tiernos. Que -aunque él no lo quiera decir, aunque él diga que no tiene por qué hacer "visitas guiadas a mis trabajos"-nunca nunca son neutrales. Que suelen redoblar la apuesta, discutir, discrepar con lo que dice la nota que está al lado. Vamos a los hechos: Un Carlos Gardel que se saca el sombrero para saludar a Raúl Alfonsín, el primer presidente electo después de una dictadura sangrienta (1976-1983). Era el momento de la asunción y el dibujo emociona. Un Juan Domingo Perón como el gallito sobre una veleta: él es quien marca el rumbo. Menahem Beguin, pura sonrisa y túnica árabe, dándole la mano a Anwar El Sadat, que lleva la "kipá" judía sobre la cabeza: no hace falta epígrafe para saber que habla del proceso de paz de fines de los 70.
Ahora, recién enteradito de lo del premio, Sábat está sentado en su oficina en Clarín, el diario al que entró en 1973. El lugar está tapizado de recortes: casi todos son imágenes -Marlon Brando, Piazzolla, sus nietos, Cortázar, Baudelaire, Borges, Charlie Parker-y hay también algunas frases, algunas serias, copiadas a mano, algunas ridículas, títulos de los diarios: "Se es adicto a la cocaína o a la pizza". Acá está el hombre, que acaba de terminar la caricatura del día y vuelve de entregársela al editor de la página. Un periodista, dijimos. Que publicó su primer trabajo en un medio masivo en 1948.
¿Todavía lo entusiasma lo que hace?
Sí, me entusiasma por distintas razones. Me entusiasma porque con esto yo me gano la vida, sabés, esto no es un mero deporte. Y estoy acá, rodeado de estos tipos -Cortázar, Piazzolla, etc-que me estimulan. Son fuente de inspiración. Aunque no creo en la inspiración: adhiero a eso de 90 por ciento transpiración, 10 por ciento inspiración. Creo que la continuidad y la disciplina en el trabajo son una gran ayuda. No creo en el "cancherismo".
Parco, de tono grave como un uruguayo, Sábat llega a la redacción con los diarios leídos, conversa sobre los temas del día con los editores, se mete en su oficina (la puerta suele estar abierta, la ventana no tiene cortinas y siempre se lo ve desde la redacción) y sale al rato, con el personaje vivo en sus hojas de dibujo. "No me gusta trabajar de memoria. Hace años leí un libro que decía que la memoria era un testigo poco confiable. Entonces yo no creo en la memoria. Cuando dibujo al presidente, que lo hago casi todos los días, tengo la foto delante. Después ponés todos los dibujos y son todos diferentes. Es que hay días mejores que otros, estamos sometidos a una cantidad de cosas que nos alientan o nos desalientan".
¿Qué diferencia hay entre un periodista que trabaja con palabras y otro que lo hace con dibujos?
La redacción es un lugar ocupado por gente que escribe. Una presencia como la mía, de dibujante entre redactores, era una cosa molesta cuando me inicié (en el diario Acción, de Montevideo). Pero al mismo tiempo ¿qué pasó? Esta gente para sacarse de encima al personaje molesto me decía que dibujara una cosa… y empezaban con un lenguaje florido y yo repetía lo que me decían: el resultado era calamitoso, no me gustaba a mí, no les gustaba a ellos, menos le iba a gustar a la gente que lo viera. ¿Y por qué? El que no está acostumbrado a dibujar se maneja con imágenes que a veces no son dibujables. Eso a mí me llevó a dejar mi trabajo diario y a meterme en la redacción: fui redactor, titulaba, saqué fotos, diagramaba, cumplí con todas las cosas. Terminé de Secretario General de un diario (El País, de Montevideo). De esa manera creo haberme impuesto la necesidad de pensar como un periodista. Si no te sometés a esa curiosidad, los trabajos van a ser lindos, van a ser ilustraciones, pero no van a estar integrados como cosa periodística. De no haber pasado por esos años que yo me impuse, no podría animarme a hacer el trabajo que hago ahora.
Que es pensar las noticias...
No sé, yo no sé qué es lo que hago.<
Pero no hace adornos para las páginas...
No, eso no. Eso conlleva otra cosa: estar lejos de las cosas. Nadie es definitivamente independiente, nadie está exento de estar alguna vez, aunque sea circunstancialmente, cerca del poder. Yo trato de evitarlo.
¿Con los dibujos tiene más libertad de opinión que los periodistas que trabajan con palabras?
Yo no sé eso. Yo elegí trabajar sin palabras. Lo cual me permite estar ahora acá. Si no hubiese sido "boleta", me hubieran matado.
¿En la dictadura?
Más bien. Si hubiera dibujado y agregado palabras... Así, tenés que adecuarte para que las cosas que vos hacés sean interpretadas claramente. No hay que dificultar la lectura y no hay que sentirse más importante que la noticia.
Igual lo amenazaron
Una vez sola, fue un hombre que murió hace poco, Suárez Mason, pero no es momento de rasgarse las vestiduras, no ponga eso.
¿Tuvo que buscar estrategias para decir cosas en ese momento?
El hecho de no usar palabras me facilita el trabajo. Sin palabras vale todo. La gente interpreta lo que se le da la gana. No tengo por qué hacer una visita guiada de lo que yo hago: que piensen lo que quieran. No me preocupa mayormente. Y me han demostrado que interpretan lo que quieren.
¿Se acuerda de alguna metida de pata, de decir "con este tipo fui injusto"?
Una vez. Una sola vez. Yo estaba en Clarín e hice un dibujo de Gelbard (José Ber Gelbard, ministro de Economía 1973-1974) con un martillo rompiendo huevos. Alguien me transmitió que el tipo había quedado muy dolorido. Y a mí me hizo mal, ciertamente no era un tipo con el que yo simpatizara, pero me hizo mal que él se hubiera sentido mal. Otras veces me han llegado chismes de gente que se siente mal... y bueno. A mí no me lo dicen, por suerte. Precisamente porque no estoy en ese mundo.
¿Hubo alguna época que recuerde especialmente?
Hubo una época en la que trabajé con mucho entusiasmo, que fue la época de Isabel Perón. Ahí esto era un festival.
¿Por qué?
Había mucho para decir. Después... yo no sé... trabajé con entusiasmo también en la dictadura. El punto era cómo trabajar. Si yo hacía una cosa que entendía que era fuerte, al día siguiente no hacía otra similar. Esperaba que se digiriese y continuaba.
¿Cómo empezó a dibujar?
Bueno, mi abuelo. Tengo el nombre de mi abuelo, era dibujante, pintor. Yo no lo conocí, no sé quién es ese hombre. Murió un año y medio antes de que yo naciera. Es un misterio. Tengo referencias, desde ya, y evidencias de cosas publicadas por él. Hay un determinismo genético. Desde chico estuve dibujando, el primer dibujo lo publiqué cuando tenía 12 años en un periódico estudiantil. Y el primer dibujo en un medio masivo, a los 15.
El cruce entre lo plástico y las noticias fue desde siempre
El punto es éste: tengo casi veinticinco libros hechos, he pintado bastante, pero por más que acierte en lo que haga siempre voy a ser el dibujante del diario. Y yo encantado con esto. Yo pongo "periodista" en los documentos. Lo central es no sentirse más importante que lo que se está tratando y comportarse con la mayor dignidad posible.
¿Pensó alguna vez en cambiar de trabajo?
No, no... yo tuve que esperar mucho tiempo antes de poder ejercer este trabajo. Hasta que ingresé en La Opinión, a los 37 años, tuve que trabajar en agencias de publicidad, lugar para el cual no estoy ni capacitado ni sé funcionar... pero tenía que sobrevivir. Muchas veces hay que tragar saliva y dinosaurios. Yo creo que es difícil porque la agencia de publicidad... es el brazo armado del capitalismo. La agencia es vender y vender y yo no sé vender nada.
¿Se siente un formador de opinión?
No, esas cosas no sé, no sé, eso hacen los que hablan.
Pero sus dibujos no son crónicas...
No-lo-sé. Yo procuro integrarme con la redacción, no soy un ser aislado. Trato de integrarme, de otro modo no entiendo el trabajo.
¿Para qué sirve lo que hace?
Sirve para el diario.
¿Para qué sirve el diario?
Yo qué sé, supongo que sirve para mostrar una forma de ver las cosas, eso sí. El diario puede salir sin los dibujos, vamos a poner las cosas bien claras. Yo no soy más importante que las noticias ni soy más importante que el diario. Ninguna de las dos cosas.
No quiere hablar, ya lo dijo, no quiere agregar palabras a "esta sociedad de charlatanes". No quiere estatuas, no quiere dar consejos. Pero lleva medio siglo poniendo puntos sobre las íes. Y se puede sospechar que a las 6 de la tarde, cuando cierra su oficinita y sale con su boina por el pasillo, Gardel se asoma del dibujo y se saca el sombrero. Como en un dibujo de Sábat.