Relatoría del taller Escritura, del Programa 5 Sentidos
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Relatoría del taller Escritura, del Programa 5 Sentidos

Este taller virtual fue conducido por Cristian Alarcón, director de la Revista Anfibia.
Foto de: Thomas Lefebvre tomada de Unsplash bajo licencia de Creative Comons.
Orlando Oliveros, relator

Introducción

Desde el 10 de febrero hasta el 24 de marzo de 2017, 20 periodistas latinoamericanos participaron en el taller Escritura del Programa 5 Sentidos. Allí los asistentes desarrollaron crónicas enfocadas en la cobertura de derechos humanos, específicamente en temáticas relacionadas con género y discriminación, conflicto social y acceso a la justicia.

El Programa 5 Sentidos, que organiza la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano -FNPI- busca promover la cobertura de derechos humanos en América Latina. En esta, su segunda edición, fue dirigido por Cristian Alarcón, director de la revista Anfibia, y constó de tres talleres virtuales: Visualidades (Sebastián Hacher), Sonoridades (Marta del Vado) y Escritura (Cristian Alarcón).

Palabras clave: crónica, derechos humanos, periodismo escrito, 5 Sentidos.

Sobre el maestro

Dirige la revista Anfibia y Cosecha Roja, la Red de periodismo judicial de América Latina. Autor de los libros Cuando me muera quiero que me toquen cumbia, Si me querés, quereme transa y de la antología Un mar de castillos peronistas. Fue becario del diario Clarín. Trabajó en el diario Página/12, la Revista TXT y el diario Crítica de la Argentina. Es profesor titular en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata y director del posgrado en Periodismo Cultural. Ha sido becado como profesor visitante por el Lozano Long Institute of Latin American Studies de la Universidad de Austin, Texas. Dirige el grupo de Investigación del Instituto Jóvenes, Violencia y Adicciones de la Provincia de Buenos Aires, IJóvenes.

Los personajes

Cristian Alarcón introdujo a los participantes del taller en los elementos básicos que componen una historia contada desde la óptica del periodismo narrativo. Comenzó reflexionando en torno a los personajes y afirmó que antes de llevar a cabo un reportaje es fundamental definirlos. “No hay historia sin personajes”, declaró Alarcón.

En ese mismo sentido, dijo que la selección de los protagonistas de una narración debe parecerse a un ‘casting’ en el que el periodista compare oficios, rutinas y experiencias de vida; luego, cuando este proceso se ha consumado, resultará más fácil definir quiénes serán los sujetos centrales en la trama del reportaje.

Para Alarcón los personajes pertenecen a la dimensión literaria del periodismo narrativo, en la medida en que son reconstruidos como si fueran personajes de una novela o de un cuento. Es esencial conocer sus nombres, hábitos, dramas y puntos de vista sobre el tema abordado en la historia. Se diferencian de las fuentes periodísticas porque –contrarios a estas– poseen un carácter y una participación en la escena narrativa.

Los personajes realizan un recorrido dentro de un territorio determinado y es obligación del periodista conocer al detalle dicho recorrido, además de describirlo con un lenguaje cotidiano, fiel a la realidad y alejado de los lenguajes burocráticos, policiales, académicos y judiciales, pues estos aburren y le restan el grado de subjetividad necesario en una historia sobre derechos humanos.

Otra de las recomendaciones del maestro sobre los personajes consiste en considerar sus transformaciones a partir de la investigación. A medida que el periodista indaga y revela nuevas aristas de su historia, los rasgos de los personajes van enriqueciéndose o modificándose, existiendo la posibilidad de que cambie por completo la construcción de sus personalidades. “El tema me lleva a la reconfiguración de los personajes”, dijo Alarcón.

La experiencia del otro

De acuerdo con Cristian Alarcón, la “experiencia del otro” es la piedra angular del periodismo narrativo contemporáneo. La empatía por las vivencias y las experiencias de los “otros” es un elemento indispensable en la elaboración de un reportaje. Esto significa que detrás de sus laboriosos procesos de investigación el periodista siempre debe intentar comprender el drama emocional de sus personajes.

“Lo que verdaderamente queda en el periodismo es la investigación, es llegar al fondo de las historias, descubrir el alma de las víctimas y de los victimarios y comprometernos hasta que nos duela, aguantándonos ese dolor”, confesó Alarcón.

Las fuentes y la aproximación al territorio

Después de argumentar en torno a los personajes, Cristian Alarcón pasó a explicar las fuentes y afirmó que estas hacen parte de la dimensión periodística del periodismo narrativo, pues informan al reportero sobre el contexto de la historia y le suministran información precisa sobre los acontecimientos.  

A la fuente no le interesa su desplazamiento a través del territorio a menos que se le considere al mismo tiempo un personaje. Alarcón aconsejó que antes de comenzar un reportaje el periodista debe tener a la mano una lista de fuentes en donde al menos ya se hayan identificado a dos o tres.

Paralelo a esta lista de fuentes se encuentra el territorio; este constituye la geografía en la cual se mueven los personajes, así como su contexto político, económico y cultural. El maestro hizo hincapié en el deber de todo periodista para aproximarse al territorio y conocerlo como si se tratara de un personaje más que ofrece la historia.

Buscando apoyo en un ‘lenguaraz’

Para la gran mayoría de los casos en los que el periodista se aproxima al territorio, resulta bastante útil un guía que introduzca lo introduzca en las costumbres, supersticiones, creencias, prejuicios, valores y sitios de interés del lugar en el que se desarrolla la historia. A este guía Alarcón lo denominó ‘lenguaraz’ y aclaró que no se trata de una fuente, sino de un apoyo antropológico del investigador.

Narrar un drama, narrar un conflicto  

Otro de los elementos básicos que componen una historia en el ámbito del periodismo narrativo es el conflicto. El maestro les dijo a los asistentes del taller que cuando se narra un drama, se está narrando un conflicto, el cual reside en el choque de necesidades e intereses entre los personajes de la narración.

Identificar el conflicto que subyace en la historia ayuda al investigador a profundizar en los aspectos más relevantes del reportaje.

Innovar es investigar

Cuando ya se han definido los personajes, las fuentes, el territorio y se ha develado el conflicto, Cristian Alarcón recomendó hallar nuevas formas de contar el tema. Este es un consejo que apela a la originalidad, especialmente si se cuentan historias que se enfocan en temáticas que han sido abordadas en otros trabajos periodísticos con anterioridad. Alarcón manifestó que para estos casos, cuando se cubre un tema común, la labor del periodista debería concentrarse en narrar ángulos inexplorados. Para ello es vital un minucioso trabajo de investigación.

“La narración es investigación. Si alguien que pretende la innovación estética no asume la posición del investigador, está perdido”, comentó el maestro.   

Lecciones de Rodolfo Walsh en Operación masacre (1957)

“El compromiso con un periodismo original comienza leyendo a los grandes maestros”. Con esta máxima, Cristian Alarcón dio inicio dio inicio a su análisis sobre la novela Operación masacre (1957) del periodista argentino Rodolfo Walsh. Para Alarcón, en este texto se coordinaba con éxito los acontecimientos históricos, el oficio del periodismo y la experiencia de la literatura, razón por la cual se obtuvo una historia rica en recursos narrativos.

A continuación el maestro enunció algunas de las estrategias narrativas que le dejó Walsh al periodismo narrativo contemporáneo:

1. La introducción inmediata del acontecimiento que rodea a la historia. Para Walsh, toda narración parte de un acontecimiento. Por eso ya en las frases iniciales de su novela plantea el suceso central de su historia. Así, todo lo escrito va a orbitar alrededor de los fusilamientos clandestinos cometidos en 1956 por la dictadura de Pedro Eugenio Aramburu.

2. El “fantástico” uso de la primera persona. Con el empleo de la primera persona Walsh hace fluir el torrente narrativo de su subjetividad. Esta estrategia plantea, de cara al lector, la idea de que lo que se está diciendo es verdad (porque fue vivido por el autor) y constituye al mismo tiempo una pieza literaria.

No obstante a esta estrategia, Alarcón previno a los asistentes del taller diciendo que el tratamiento de la primera persona requería de tanta perspicacia y talento que era más recomendable que quienes están iniciándose en el periodismo narrativo hagan uso de la tercera persona, ya que es más práctico para mantener el tono narrativo de la historia. La tercera persona suele ser útil para evitar que el cronista inexperto malogre su relato con interrupciones subjetivas y superficiales.

3. El pacto de no ficción. En términos absolutos, la verdad es siempre un imposible en el periodismo narrativo literario, pero eso no significa que el periodista no deba perseguirla hasta el final. Para el maestro, Walsh sabía esto, por eso se inventa un pacto de no ficción con el lector, que consiste en narrar su historia con datos exactos, información precisa y detalles contundentes hasta hacer del relato una experiencia periodística que nadie pueda objetar como falsa.

Walsh no usa la imaginación para mentir, sino para buscar los rasgos más extraordinarios de una historia y encontrar en ella una singularidad digna de narrar.

4. La personificación de objetos. Cuando se personifican objetos se aumenta la dosis literaria de una historia, produciendo un efecto estético más eficiente.

5. El uso de los sentidos. Para completar la credibilidad que supone entablar el pacto de no ficción, Walsh se vale de sus sentidos para guiar al lector a través de su historia y apresarlo, poco a poco, en el suspenso de su narración. En Operación masacre abundan las referencias olfativas, auditivas y visuales.

El legado de John Hersey en Hiroshima (1946)

El maestro también examinó el reportaje Hiroshima del periodista norteamericano John Hersey. Expuso que cuando se publicó por primera vez en 1946 en la revista The New Yorker fue un hito periodístico sin precedentes, ya que se había convertido en un reportaje que, con un profundo énfasis en las historias humanas y una prosa sencilla, había roto con el discurso oficial del gobierno norteamericano que justificaba el lanzamiento de la bomba atómica como una acción determinante para el fin de la Segunda Guerra Mundial.

El maestro Alarcón evocó el legado de este trabajo periodístico y extrajo las siguientes estrategias narrativas empleadas por Hersey:

1. Delimitar con celeridad el acontecimiento y los personajes de la historia. De acuerdo con Alarcón, Hersey no demora en avisarle al lector el acontecimiento histórico que va a abordar en su reportaje, el espacio geográfico y temporal en el que se circunscribe su historia y los personajes que participarán en ella. Basta con leer las primeras líneas con las que empieza Hiroshima para comprender sobre qué y quiénes tratará el reportaje.

2. Incluir una ‘segunda intención’ en el uso de la descripción. El ojo del cronista no mira como miran las demás personas, sino que lo hace con una segunda intención que siempre está a la búsqueda de los sentidos que subyacen en los detalles. Por eso, detrás de cada descripción, en apariencia convencional, Hersey se plantea el propósito de crear un instante único e impactante.

3. Pensar la ciudad como un gran personaje hecho de personajes. Hersey construye su reportaje basándose en las historias de supervivencia de seis personajes (la empleada de una fábrica, dos doctores, la viuda de un sastre, un sacerdote alemán y un pastor de una iglesia metodista) que va enhebrando en su relato de forma intercalada. Estos personajes se mueven en distintos escenarios de Hiroshima y fungen como representantes directos de los dramas que experimentan los otros ciudadanos.

En el fondo, las historias de estos seis personajes no son sino las piezas integrantes de la historia de Hiroshima, el ‘personaje mayor’ que justifica el título del reportaje.

4. Hacer un ‘pacto’ con el lector. Como el buen periodista narrativo que era, Hersey se vale de descripciones precisas y detalles contundentes que invitan al lector a entender el reportaje como un acontecimiento que realmente ocurrió y que al mismo tiempo está moldeado por la técnica del autor. El pacto que plantea Hersey se emparenta al de Walsh y consiste en hacerle saber a sus lectores que su imaginación narrativa está al servicio de la verdad y no de la mentira.

5. Usar la temporalidad y la espacialidad. Hersey ubica a su lector en el tiempo y en el espacio para que pueda desplazarse por la escena. Para ello, se sirve de la ritualidad de los personajes, es decir, las acciones cotidianas de quienes intervienen en su historia.

6. Construir una atmósfera con el carácter de los personajes. Para poder representar una Hiroshima ansiosa, doliente y desconcertada, Hersey moldea el carácter de los personajes con tanta precisión que hace que aquella experiencia individual termine siendo el rostro colectivo de los sentimientos que prevalecen en toda la ciudad.

7. Crear un relato de ‘lo inminente’. Hiroshima es un relato de lo inminente. La narración genera una constante expectativa de la tragedia que está a punto de suceder. Una tragedia que presienten tanto los personajes como el lector.     

8. Describir físicamente a un personaje para relacionarlo con su carácter. Hersey no se entrega al adjetivo, sino que lo combina con sustantivos. Asimismo, hace que las actitudes de los personajes correspondan con sus peculiaridades físicas.

Otras lecturas de profundización

  • A sangre fría (1966), de Truman Capote.
  • La noche de Tlatelolco. Testimonios de historia oral (1971), de Elena Poniatowska.

Patricia Nieto y las dos miradas del cronista

Durante el taller, Cristian Alarcón conversó con Patricia Nieto, cronista y profesora colombiana asociada de la Universidad de Antioquia, y la invitó a hablar sobre este oficio periodístico desde su propia experiencia. (Lee aquí la conversación completa).

Nieto explicó que el proceso de narración periodística está compuesto por miradas que se distribuyen entre la memoria íntima del cronista y el drama de los personajes de su historia. Para la maestra invitada, la mirada del cronista tiene dos componentes: por un lado está la capacidad de verse a sí mismo, que consiste en saber que es un sujeto vivo y consciente de sus propias ideologías, prejuicios, costumbres y valores. Luego, a partir de este avivamiento interior, se puede dirigir la mirada a los escenarios, las personas y sus dramas.

“El cronista se mira por dentro, se reconstituye en el momento de la observación para poder mirar el espacio que va a investigar. Llegamos a los sitios con una cierta mirada que se construye desde nuestros padres. Jamás vamos vacíos a un lugar, nosotros llegamos con todo lo que somos. A veces nos toca hacer el ejercicio de despojarnos de los tabúes que nuestra cultura nos impone para poder conversar con los otros” señaló Nieto.

El reportaje es, en todo momento, un acto creativo. Así lo cree Nieto, quien explicó que aunque los hechos de la realidad están sucediendo fuera de la esfera individual del cronista, es este quien escoge un fragmento de esa realidad basándose en su historia personal, intereses políticos y su manera de observar el mundo. En esa selección (o recorte) se está también creando algo nuevo, ya que con los fragmentos escogidos de la realidad se logra armar una historia que funde el universo interior del cronista con los acontecimientos exteriores.

Luciana Péker y el periodismo de género

Cristian Alarcón también conversó con Luciana Péker, periodista argentina especializada en temas de género. Péker les ofreció a los asistentes del taller varias claves para incursionar con éxito en el cubrimiento de conflictos sociales que involucren temáticas de género.

1. Apelar a la sensibilidad y a la escucha. De acuerdo con Péker, existe una falsa creencia que sostiene que la mujer como reportera debe ser dura para tratar temas duros y, por lo tanto, no tiene permitido llorar o angustiarse. Los periodistas deben alejarse de este prejuicio, pues en los temas de derechos humanos, especialmente los que respectan al género, se requiere de una cuota importante de comprensión afectiva. “La mujer periodista debe apelar al orgullo de poseer su propia sensibilidad, una sensibilidad que posee incluso antes de ser periodista”, enfatizó la maestra invitada.

2. Elegir batallas concretas y comprometerse con ellas, debido a que un periodista especializado en temas de género no puede luchar todas las batallas en las que el machismo se hace presente. Por eso recomendó seleccionar un conjunto puntual de conflictos para cubrirlos con rigor y profundidad.

3.No justificar la violencia de género como ‘inevitable’, pues cuando alguien lleva a cabo un acto que puede enmarcarse dentro de la violencia de género se está cometiendo un delito y la víctima no es culpable de ello. Que una mujer que vaya sola a la playa, recorra el mundo como mochilera o vista de determinada manera no excusa –en ningún caso– una violación. Asimismo es un error pensar que la violencia de género es un arrebato pasional o amoroso, pues se corre el riesgo de caer en una justificación emocional del delito.

4. Usar las estimaciones. Afirmó que si bien existen recursos concretos como los datos y las estadísticas, los cuales muchas veces se pueden obtener a través de organismos gubernamentales e internacionales, también es posible que no haya estadísticas definidas en torno al tema, y ahí es cuando cobran especial relevancia las estimaciones.

Una estimación, según Luciana Péker, es un valor aproximado sobre una realidad que aún no está comprobada, pero cuya estructura está basada en fuentes confiables, como el criterio de un científico o los datos de un mismo evento pero en años anteriores. “La estimación una posibilidad del periodismo que no tiene la academia y creo que deberíamos usar esa herramienta con más frecuencia”, enfatizó Péker.

 

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