ALEXIÉVICH, Svetlana, La guerra no tiene rostro de mujer, Madrid: Debate, 2016.
Svetlana Alexievich reconoce que para hacer este libro partió de una pregunta de Dostoievski: ¿cuánto de humano hay en un ser humano y cómo proteger al ser humano que hay dentro de ti? Y esto se traduce en una búsqueda que la llevó a construir un relato desde una perspectiva de género sin subrayar más que la vivencia de esas mujeres sobrevivientes de una guerra donde estuvieron el frente de batalla. Es el primer gran libro sobre la guerra que no ha sido escrito por un varón con la versión de los varones. Alexievich enseña entonces cómo la escritura en este caso es escuchar, “leer la voz” para contar la guerra de las mujeres como una “vivencia íntima e infinita como la vida humana”.
CAPARRÓS, Martín, El hambre, Barcelona: Anagrama, 2016.
Caparrós encarna al viajero global y al etnógrafo erudito en este recorrido transhumante por el drama cotidiano del hambre en el mundo. Con la sensibilidad del que muy cercano puede tomar distancia, con la consciencia del que mira para comprender, se desplaza por los países más afectados por la injusticia social y se adentra en sus ciudades y barrios. Mapa, territorio y sujeto son escritos para desnudar la máquina de un capitalismo predador que no existiría sin todos esos excluídos. El periodismo de Caparrós hace incisiones profundas en los personajes de sus historias hasta volverlos de una densidad única. Maestría en el narrar, y método en el hacer periodismo, Caparrós ya no es solo una figura paradigmática del oficio en su país, sino un autor global.
GOLDMAN, Francisco, El arte del asesinato político, Barcelona: Anagrama, 2009.
«Una novela policíaca verdadera, el relato de una conspiración criminal que revela el sustrato tóxico de la política y el poder en la Guatemala contemporánea. Francisco Goldman no sólo ejerce de escritor, y magnífico, sino que también es un detective ético y veraz», dijo del texto de Goldman su amigo y compañero John Lee Anderson. El de Paco es un libro enorme al que se le respeta por su prosa y porque en él se aprende a respetar el trabajo de los jóvenes investigadores del Obispado de Guatemala que desmalezan de mentiras la investigación. Es un ejemplo sobre cómo una investigación judicial puede convertirse en una gran historia.
GONZÁLEZ, Mónica, Apuntes de una época feroz. Reportajes y entrevistas en dictadura, Chile: Ed. Hueders, 2015
La periodista que se animó a investigar y retratar la dictadura de Augusto Pinochet en Chile trabajaba con el fragor del cierre semanal en revistas perseguidas. En este libro se reúne lo mejor de su obra de juventud, la que publicó sin cesar a pesar de una época de censura y violencia. Su prosa medida, rigurosa, pero al mismo tiempo pasional y llena de brío, conmovió a toda una generación de chilenos y vuelve en un libro que pone en vigencia esos textos como si hubieran salido ayer. Además de aproximarse a los derechos humanos sin los chichés del género Mónica logra acercarse a los “malos” de la época para hacerlos hablar en entrevistas donde la periodista implacable deja también ser a la periodista profundamente humana.
HERSEY, John, Hiroshima, España: Debate, 2015
Podríamos decir que Hersey es el padre del periodismo narrativo norteamericano y el más ético de todos los que lo siguieron. En su larguísima carrera tuvo tiempo para insultar a Capote, a Mailer y a Tom Wolf, sin que se le escaparan las licencias literarias que cada uno de ellos se tomó en textos famosos. Descubrió el afán de mentir para impresionar de esos tres grandes divos de la literatura de no ficción y el de muchos otros advenedizos, porque tras la publicación de su larguísimo reportaje en The new Yorker, leyó las re visitas a Hiroshima en las que la invención mataba el periodismo. Hiroshima es el perfecto ejemplo de cómo una investigación se vuelve literatura por el compromiso con lo real y sobre cómo el horror solo se puede narrar desde el profundo respeto. En ese respeto, por la verdad y por los protagonistas del drama, parece radicar la literatura.
NIETO, Patricia, Los escogidos, Medellín: Sílaba, 2012.
Cometo el pecado de citarme en el prólogo que le escribí al libro de Patricia: En este libro Patricia “ha sido responsable hasta las últimas consecuencias con la misión del cronista: construir el relato de los otros sin abandonar jamás el relato de lo propio, no en el sentido del uso del yo, sino en el sentido de poner las tripas en el relato. Y por sobre todas las cosas, ha sido sociable. Aunque no nos cuenta lo que fueron los regresos de esos viajes que hizo para reconstruir la trama vital de un escenario funerario nosotros la vemos. Puedo imaginarla ida en sus pensamientos mientras el carro o el bus cruza las quebradas de San José del Nus. Y puedo ver sus notas, de letra pequeña y obsesiva, con cientos de anotaciones al margen, cambiando una y otra vez la sucesión de hechos y personajes, construyendo la trama como una telaraña sofisticada. Puedo también presentir la congoja, el sentimiento de estupefacción que llega después de una epifanía. Ese morir un poco que es comprender la herida, la cicatriz y el olvido”.
PONIATOWSKA, Elena, La noche de Tlatelolco. Testimonios de historia oral, México: Era, 1994
Es la obra testimonial más importante de su década, y precedió el trabajo en América Latina no solo de periodistas sino también de etnógrafos de toda laya. Es la crónica de acontecimiento que todo gran acontecimiento merece porque en ella se escucha a la calle, se percibe el caos que deja la violencia, se huele la pólvora asesina y se siente el dolor de los que caen. Todo ello sin que intervenga el cronista quejumbroso, el narrador desesperado por estar presente, el guía cebado por el protagonismo que suele competir con el de las propias víctimas. Allí hay una periodista que todo lo pregunta, que todo lo quiere saber y que es capaz de sentarse con su material a ordenar un hecho histórico recién ocurrido para dejar claro que se trató de una masacre estatal. El testimonio suele ser traidor, no siempre es posible creer en todo lo que el otro, aun siendo víctima, dice, y en su memoria, su precisión. Poniatowska lo enaltece porque ese trabajo de limpieza que suele hacerse sobre toda versión se hace aquí con la edición de lo coral, con la mezcla mágica que resulta de lo poderoso que es un relato urgente.
WALSH, Rodolfo, Operación masacre, Buenos Aires: Ediciones de la Flor, 2001.
En 1957, nueve años antes de que Truman Capote publicara A sangre fría --supuesto nacimiento de la novela de no ficción-- Rodolfo Walsh publicó en Buenos Aires su obra mayor, Operación Masacre. Injustamente desconocida por muchos de los periodistas de América Latina circula como un texto fundamental y de culto entre todos los que quieren acercarse al periodismo narrativo. Hace por lo menos tres décadas en la Argentina es parte del canon literario. La operación walshiana crea la figura de lo que María Moreno llama “el cronista en peligro”, un pacto de lectura que desde la introducción logra una creencia fundamental: el narrador me llevará a encontrarme con la verdad. De larga experiencia en la escritura de cuentos policiales, lector de lo mejor de la literatura inglesa, Walsh presenta a los peronistas que luego serán fusilados como en un guion cinematográfico, y al leerlo es posible descubrir los hilos de una estrategia narrativa impecable que nos llevará a la masacre y la búsqueda de los culpables.