Por: María Paula Martínez
Una ventana en la pantalla negra: el sonido de un nuevo mensaje de Whatsapp que anuncia que la aplicación va a empezar a cobrar su servicio en un par de días si no se reenvía la cadena a todos los contactos. Mensaje: Trump acaba de empezar a construir el muro en la frontera con México. Mensaje: los ladrones se han inventado una nueva modalidad de robo. Mensaje: una mamá asegura que su hija tiene autismo por culpa de las vacunas. Mensaje: las Farc pagaron el posgrado de Claudia López. Mensaje: un viudo de noventa años reflexiona sobre cómo tener un buen matrimonio. Mensaje: todos los combatientes de las Farc van a recibir un millón ochocientos mil pesos de sueldo. Mensaje: Colombia será la nueva Venezuela... Todas son cadenas y tienen al final una instrucción similar: “reenvía esta cadena a todos tus contactos”, “Recuerda, entre más personas vean este mensaje, mejor para todos”, “Comparte este mensaje y acabemos con la corrupción”, “Hagamos viral esta información”.
Whatsapp supone nuevos desafíos para el debate de la circulación de la información en línea y para los medios de comunicación y su relación con las audiencias. Los mensajes y cadenas de Whatsapp son los nuevos correos electrónicos con mensajes en PowerPoint que llegaban a finales de la década los noventa, el nuevo spam, y uno de los principales medios de difusión de la información manipulada.
En Colombia hay más líneas móviles que personas y Whatsapp es el servicio de mensajería digital más popular. Si bien no todas las líneas telefónicas corresponden a un teléfono inteligente, Whatsapp se ha instalado como el servicio de comunicación instantánea preferido por los colombianos. Grupos de Whatsapp para las mamás en los colegios, para los colegas en el trabajo, para las familias, para eventos, para los activistas, para las campañas políticas y para los medios de comunicación.
Esta plataforma de mensajería se lanzó al mercado hace ocho años, pero desde hace cinco es popular en nuestro país. Según cifras de SimilarWeb, Whatsapp es, en 2017, la aplicación más descargada en Colombia tanto en la tienda Android como en App Store Apple y hace parte de lo que los expertos llaman “dark social”: la oscura parte de la red donde pasa información que no puede ser medida ni rastreada por los servicios de analitica.
Según los mismos desarrolladores de la herramienta, la principal característica de Whatsapp es la seguridad. Sus mensajes están encriptados de punta a punta y nadie sino el emisor y el receptor pueden acceder a ellos. En la práctica, esto significa que quienes se comuniquen deben tener el número de teléfono de la otra persona y que los mensajes no están en un servidor público como sí sucede con Facebook y Twitter.
También significa que es muy difícil rastrear el contenido de la información, conocer el primer emisor o frenar una cadena de desinformación. Por Whatsapp viaja la información más segura, pero de forma menos transparente y sus lógicas de réplica son casi ajenas a los medios.
El panorama por ahora es incierto. Hoy, una mayoría de los medios han convertido a Whatsapp en una de sus estrategias de comunicación. En periódicos como El Tiempo y El Espectador Whatsapp sirve para recibir comentarios de las audiencias frente al contenido. En El Heraldo, de Barranquilla, se llama Wasappea y es una forma de periodismo ciudadano en la que los lectores del periódico envían información a la redacción para que la investiguen y la publiquen en su versión impresa y digital. En el caso de los medios radiales, Whatsapp sirve para crear espacios de interacción en diferido. En vez de las llamadas en vivo, las audiencias se comunican con la estación de radio enviando una nota de voz a través de la plataforma.
La estrategia más innovadora para conocer qué está pasando en este canal de dark social desde un medio la tiene La Silla Vacía con su “Detector de mentiras de Whatsapp”, en el que las audiencias pueden enviar la información que reciben en una cadena y la redacción de la Silla la verifica y la publica en una nota en su sitio web.
El problema sigue siendo de escala y de tiempo. Es muy difícil para un medio rastrear y verificar toda la información de Whatsapp. Es imposible hacer que la información chequeada llegue a las mismas personas que llegó la información de la cadena original. En este caso la cadena llega por Whatsapp y la verificación se publica en la web.
Los retos a los que se enfrentan los medios con el Dark Social (Whatsapp y Facebook Messenger, principalmente) son grandes y la razón está en la esencia misma de esas plataformas, pensadas como espacios privados e íntimos y no como redes abiertas. Aquella analogía del ágora pública que se ha utilizado para definir el espacio de los medios es obsoleta para definir al Dark Social. Whatsapp no es un megáfono en una plaza, es una voz dentro de la intimidad de un almuerzo de domingo en familia.