Como periodista, no puedo más que repudiar y tratar de combatir a todos aquellos empresarios de las comunicaciones que utilizan su posición ventajosa para manipular, negociar, canjear silencios y/o apoyos en el afán de lograr favores judiciales, políticos, económicos o la obtención de beneficios en compañías colaterales de su propiedad, dedicadas a otros rubros.
Hay quienes enarbolando hipócritamente las banderas de la libertad de expresión sólo buscan obstruir la justicia y frenar cualquier tipo de investigación sobre los delitos perpetrados al interior de sus propias empresas.Es cómo si algunos de quienes controlan los medios se creyeran una casta elegida inmune a las normas aplicables al resto de ciudadanos. Hay quienes parecerían pretender que por el simple hecho de controlar una empresa periodística, la ley debiera serles siempre benevolente. Nada más peligroso para el sostenimiento de una verdadera libertad de expresión en el país, nada más riesgoso para la veracidad, la independencia y la credibilidad de los medios de comunicación que el afán de impunidad de sus propietarios.
Pero ante una situación así, ¿puede hacer algo el periodista? Se impone, inicialmente, la necesidad de hacer estas precisiones:
La utilización de un medio de comunicación para beneficio propio en detrimento del bien común, viola un principio ético fundamental para los periodistas: la defensa del bien común sobre el bien particular. Eliminado ese principio, el periodismo pierde toda su razón de ser.
La utilización de un periódico o noticiero para defender, no solo intereses particulares en perjuicio del interés común, sino de esconder acciones dolosas o de negociar fallos judiciales, deja de ser un problema ético y se convierte en un problema penal que debe ser avocado por las autoridades con la colaboración de la ciudadanía responsable.
Un medio de comunicación puesto al servicio del delito, pone en peligro los intereses y la seguridad de la sociedad, y la credibilidad de la prensa doble razón para que ningún periodista o ciudadano pueda permanecer indiferente. La indiferencia sería complicidad.
La prensa, en esas circunstancias, tiene sus propias defensas. Aún si es un medio de comunicación poderoso el que ha sido instrumentalizado de esa manera, los otros medios, unidos en defensa de la profesión y de la sociedad, y mediante el intercambio de información, deben poner en evidencia ante la opinión, lo que ocurre en el medio de comunicación manipulado por sus dueños o accionistas. Así como el silencio es el ambiente propicio del corrupto, la denuncia fundamentada y seria es el arma más eficaz contra la corrupción.
Es también nuestra responsabilidad propiciar la creación de mecanismos de fiscalización externa, con predominante y mayoritaria participación ciudadana y de periodista independientes.
En estos casos aparece un conflicto de lealtades que puede paralizar a las personas. Es necesario distinguir entre lealtad y complicidad. La primera es el apoyo que se presta para la defensa de un bien común amenazado. La segunda tiene que ver con el silencio o la inacción que favorecen a los corruptos.
En ese caso lo ético es buscar el medio � sea el propio u otro distinto- que permita informar a la sociedad y poner en evidencia al corrupto y sus acciones. Debe ser claro que se trata de defender a la sociedad y la dignidad de la profesión periodística.
Documentación.
Durante los primeros años del siglo XX todos los periódicos grandes en los Estados Unidos eran sensacionalistas. Al descubrir los negocios sucios de la política, el comercio, la administración y el mundo financiero, los periódicos se mantuvieron solventes. Los temas importantes eran la corrupción y el crimen. Presentaron los problemas sociales para la atención del público y exigieron acción para remediarlos. Josep Pulitzer tuvo muy claro su punto de vista en la primera edición del New York World, el 11 de mayo de 1883: " Hay lugar en esta ciudad grande y creciente para un periódico que no sea solo barato sino brillante, no solo brillante sino grande y no solo grande sino verdaderamente democrático - que se dedique a la causa del pueblo en vez de a la de los monarcas financieros, que
A veces al periodismo investigador se le acusa de demagogia, de estar al lado izquierdo del espectro de la opinión pública. En la literatura a veces se subdivide a esta clase de periodismo en el tipo de crítico que, sintiéndose la voz de los que son débiles socialmente, hace campaña contra los conceptos de autoridad, y el tipo de controlador que comenta críticamente sobre los procesos políticos, revela los antecedentes y señala las alternativas políticas.
Michael Kunczik
En Conceptos del Periodismo. Friederich Ebert Stiftung. 1991.