En Cartagena, uno de los mayores destinos turísticos de Colombia, hay un doble estándar en cuanto al trato del turista y del local homosexual. Es un destino predilecto por turistas de diversas sexualidades quienes por lo general se sienten aceptados o al menos tolerados. Algunos van buscando relajarse y disfrutar de las bondades de la costa caribeña y la amabilidad de su gente, otros van buscando un destino de gran riqueza cultural en donde explorar sobre historia de piratas, el mundo cultural y literario garciamarquiano y hasta sentir de alguna manera el realismo mágico que han conocido a través de la literatura. Mientras que al turista en el Caribe colombiano se le tolera su diversidad sexual, la comunidad local homosexual aun siente que tiene limitaciones sociales y culturales al expresar sus afectos y sexualidad. Muchos locales no se atreven a expresarse libremente por miedo a ser rechazados por su familia y cercanos.
Por ejemplo, Mario* es un turista bogotano de 42 años que visita frecuentemente Cartagena buscando la tranquilidad y el comfort que no encuentra en Bogotá, en donde dice que no puede expresarse con la libertad que quisiera. En Cartagena no siente esa discriminación. “Es una ciudad abierta, cosmopolita. Vas a un hotel boutique y llegas sin ningún problema”, comenta. La etiqueta gay en el turismo o en sitios no le gusta y cree que ya no se necesita pues con aplicaciones online puede encontrar personas que están dispuestas a encontrarse con él o puede enterarse a dónde ir a conocer gente.
Su objetivo principal en Cartagena es disfrutar de la magia de la ciudad y no necesariamente visitarla por ser un destino amigable con lo gay. En eso también coinciden un grupo de turistas alemanes que disfrutan de unas Águila, cerveza local, en el Paseo de los Mártires. Su interés principal es disfrutar de lo exótico que les resulta la costa caribeña y del centro histórico - el más hermoso del Nuevo Mundo de acuerdo a Hans, oriundo de Berlín. Ellos se sienten seguros, les gusta la amabilidad de los costeños, el arroz con coco y el pescado fresco. El calor no les molesta porque se saben de paso aunque admiten que no saben si pudieran vivir con ese sol que arde.
Lo que le atrae a Esteban*, turista de 33 años, de la región es poder experimentar algo diferente a su vida diaria en Bogotá. “Algo más caribeño”, dice.
Conversando en Lepetit, el único bar gay que abre todos los días en Cartagena, con Esteban, admite que ha percibido gestos de incomodidad principalmente en la playa y en los taxis de esta ciudad. Sostiene que los taxistas esquivan la mirada y no le hablan cuando ven expresiones de afecto entre parejas del mismo sexo. “Si pudieran creo que le agreden a uno”, sostiene el bogotano.
El bar Lepetit situado en el centro histórico de la ciudad no tiene mucha competencia comercial aunque al sur de la ciudad han surgido nuevos negocios que atienden a la población local gay, no turística. Para Fernando Camacho, empresario de locales dedicados a la población LGBTI y dueño de Lepetit, Cartagena no es una ciudad que se puede permitir una variedad de negocios dirigidos a un público gay por su tamaño. “Las ciudades intermedias no dan para tanto”, señala.
Doble estándar
Cartagena al ser una ciudad turística tiene un doble estándar en cuanto a la aceptación de lo homosexual. Está la vida del turista y la vida del ciudadano local como entes separados. Más allá de la tolerancia al turista homosexual en Cartagena, el Caribe colombiano es la región de Colombia con mayor violencia hacia las personas identificadas como LGBTI. La comunidad homosexual local de Cartagena sigue enfrentando discriminación, rechazo y violencia.
Luis* ya se reconoce como gay pero aclara que es tapado, dentro del armario. Él es un chico moreno y de rasgos perfilados natural del pueblo de Mompós de 17 años. Es el mayor de sus hermanos y el único hombre de la casa. Eso lo tiene bien claro. Prefiere que su familia se entere cuando él esté bien lejos y ya sea independiente porque no cree que lo aceptarían. “Sería feo decirle a la mamá que uno es homosexual y le vaya a dañar la vida”, se lamenta.
La cultura caribeña en todo su contexto isleño y continental ha padecido un patrón de discriminación hacia la diversidad sexual que ha provocado que a esta región aún le cueste reconocer a personas homosexuales. Esto ha afectado sociedades como la jaimaiquina y la cubana particularmente. Al día de hoy las relaciones sexuales entre hombres son castigadas con la cárcel en Jamaica. Igualmente en la Cuba de las décadas del 60 y 70 la homosexualidad fue duramente discriminada, castigada y considerada un trastorno mental.
Turismo y organización civil
La gran fuente de trabajo en Cartagena es el turismo. Wilson Castañeda, director de la organización Caribe Afirmativo, ha pedido a las industrias de turismo a que no solamente se respete al turista homosexual, sino sobretodo a los locales. Además explica que hay una necesidad de educar a los hoteleros y personas relacionadas a la industria. El activista social afirma que han conocido casos de personas LGBTI que han sido despedidas de sus trabajos en la industria del turismo por su sexualidad, y además de ser despedidos sufren de acoso por sus compañeros de trabajo. Caribe Afirmativo es una organización, que se dedica a la promoción de los derechos sexuales e investigación de casos de violencia que enfrenta esta población del Caribe colombiano.
“Ellos deben pensar en ofertar trabajos para las personas LGBTI en condiciones dignas, generar espacios de formación a sus empleados para que no pase que el turista gay es aceptado, puede ir de la mano con su pareja, pero si eres de la ciudad no lo puedes hacer,” recalcó Castañeda.
Todavía en esta región, aunque no exclusivamente de la misma, hay mucho tabú en cuanto al tema de las sexualidades diversas. El doble estándar en cuanto a las mismas son típicas en ciudades turísticas con tradiciones profundamente católicas, en el caso de América Latina.