Consideraciones éticas para el trabajo de un periodista en una institución del Estado
5 de Julio de 2018

Consideraciones éticas para el trabajo de un periodista en una institución del Estado

Foto: UnSplash / Creative Commons.

¿Se puede ser ético trabajando para una institución del Estado?

Respuesta

La aspiración ética del periodista de una institución estatal encuentra unas condiciones propicias cuando el ejercicio profesional se pone al servicio de la ciudadanía, y no del funcionario.

Puesto que los funcionarios están en sus cargos para servir a la ciudadanía, es natural que sus medios de comunicación también sirvan a la ciudadanía, con una información independiente y de calidad.

El periodista, a su vez, al establecer la relación funcionario-población, contribuye a un buen ejercicio gubernamental porque permite a la ciudadanía conocer las políticas y ejecuciones de los funcionarios, y facilita al funcionario el conocimiento de las expectativas, críticas y propuestas de la ciudadanía.

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Vista así, la tarea del periodista fortalece su identidad profesional e incrementa el ejercicio de los valores propios de la profesión, que en este caso giran alrededor del servicio al bien común, guía del buen periodismo. 

Por supuesto, para mantener la prioridad de su servicio a la ciudadanía, a pesar de las presiones del funcionario cuando exige, por ejemplo, tareas de relacionista en favor de su imagen política o personal, el periodista necesita fortalecer a la vez su independencia y la convicción profesional de que su servicio a toda la población es la razón de ser de un periodista. Junto con esa independencia y solidez de su identidad profesional, el trabajo en las instituciones del Estado demanda un compromiso cada vez más exigente, con la verdad. Uno y otros, funcionarios y ciudadanos presionarán para que se informe de acuerdo con sus intereses y sentimientos, a unos y a otros el periodista deberá oponer su compromiso con la verdad. De esa manera, el trabajo en instituciones del Estado puede convertirse en una coyuntura propicia para el crecimiento ético del periodista.

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Documentación

Un valor central en una democracia es aprender a servir a otros y solucionar sus problemas por la estima que se tiene al ciudadano. Se supone que una persona tiene derecho al servicio más consciente posible, aun cuando la pobreza y la falta de facilidades dificultan esto. Si puedo servir a otros, entonces debo hacer todo lo posible para descubrir las necesidades de la persona a quien voy a servir y asegurarme de que estas necesidades sean satisfechas. 

A menudo el trabajo que uno hace como maestro, doctor o abogado consciente, ayuda a las personas a descubrir sus capacidades y comenzar a creer que puede lograr algo en la vida. La actitud de servicio es contagiosa, es decir, si uno ha recibido un buen servicio uno se convierte en buen servidor de los otros. 

Esa actitud de servicio golpea en la estructura jerárquica de poder típica de la sociedad post-colonial.  El propósito de la vida no es abrirse camino en la escala del estatus hacia el pedestal en la ciudad capital, sino ser útil para las personas en donde uno sea llamado para prestar servicio.

En el siglo XIX, la modernización fue introducida como la profesionalización universal. Con los avances de las ciencias físicas, sociales, y de otras ciencias, prácticamente todos los oficios se convirtieron en profesiones con base en capacitación universitaria. Las profesiones clásicas se originaron en la edad media como una buena manera de asegurar los buenos servicios. La profesionalización requirió de una capacitación meticulosa basada en instrucciones que cubriesen todos los aspectos de la ciencia en la que un profesional debía conocer. El doctor debía estar listo para hacer disponibles los servicios de salud a todas las personas, ricas o pobres, sin importar raza, religión o tendencia política. Hoy prácticamente todos los trabajos oficiales están diseñados en términos de servicios y también todos los funcionarios públicos. 

Robert White, en  Comunicar Comunidad. La Crujía ediciones, Buenos Aires 2007, p. 61 y 62.

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