¿Es válido que el periodista firme las noticias con seudónimos?
11 de Junio de 2018

¿Es válido que el periodista firme las noticias con seudónimos?

Foto: Unsplash, compartida bajo licencia Creative Commons

La publicación del nombre del periodista autor de una noticia es norma de transparencia. Pero cuando la información puede generar peligro para el periodista o para su familia, ¿es lícito el uso de seudónimos?

Respuesta:

El uso de seudónimos fue una práctica frecuente en tiempos pasados, de modo que, como una marca comercial, el seudónimo identificaba columnas y crónicas de prensa. Algunas veces era de común conocimiento la identidad que había detrás del seudónimo. No había voluntad de engaño sino algo cercano a un juego.

La llegada del narcotráfico, la multiplicación de grupos armados, la omnipresencia de la corrupción, les dieron a las informaciones un potencial de riesgo y de peligrosidad para los periodistas que, como en el caso de la consulta, omitieron o disimularon su nombre para protegerse y alejar a sus familias del peligro. No había engaño en esa práctica, sino una legítima defensa.

En las redes sociales, por otra parte, el uso de seudónimos o la ocultación del nombre se hacen, con frecuencia, como una garantía de impunidad para agraviar, calumniar o ridiculizar a alguien. Ese disimulo u ocultamiento es, ciertamente, una práctica cobarde y mentirosa, claramente contraria a toda norma ética.

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Para algunos periodistas se plantea como problema ético si, a pesar de su riesgo o el de los suyos, deben dar la cara. Es útil recordar que la temeridad nunca fue virtud sino una actitud vecina de la inconsciencia, o de la vanidosa ostentación de valor; en cambio, alejarse de los peligros innecesarios es propio de los prudentes.

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Documentación

Ningún escudo protege a quien escribe u opina, de la fuerza aniquiladora y rencorosa de la radicalización. En nombre de una revolución deshumanizada o de un conservadurismo caduco se escenifica una viciosa espiral de horror y duelo.

Los medios de comunicación en manos privadas corren peligro y se encierran en verdaderas fortalezas medievales.

Igual ocurre con los periodistas e intelectuales de izquierda. Ellos saben que la agresión no depende de que escriban un ensayo acusador o hagan la airad defensa de un líder político o sindical. Basta con que un grupo armado reciba la orden para que el periodista quede en la mirilla.

El dilema se encuentra, por una parte, entre la indiferencia del silencio y la moderación culpable y, por otra parte, la temeraria afirmación de una conducta armónica con las convicciones del periodista.

La violencia guerrillera y la represión oficial enervan el espíritu de investigación, frenan la pasión por la denuncia, esterilizan el periodismo sensible a los intereses colectivos. La alternativa entre la prensa de trinchera y la prensa yerma de la enajenación, deja al periodista profesional en un predicado comprometedor. La radicalización y el maniqueísmo de las fuerzas en conflicto, pueden convertir en sospechosa hasta la más evangélica prédica de la paz. Odios ancestrales alimentados por el imperativo de la revancha obligan al periodista que no se resigna a ser un simple gacetillero, a una introspección existencial cuyo trasfondo es la posibilidad de que se oxide la pluma o se extinga la vida.

Guido Fernández en Agonía a la hora del cierre. Trillas, México, 2000. p.86 y 87

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